lunes, 23 de marzo de 2015

UN APELLIDO DESCONOCIDO, PARA UN HOMBRE INMORTAL….


Seguramente la historia del prominente demócrata revolucionario ruso, ideólogo de la revolución campesina, publicista, filósofo materialista y economista ALEKSANDR HERZEN queda ya muy lejos y forma parte de otro mundo.

NACIDO EN MOSCÚ en 1812 de la relación ilícita entre un terrateniente ruso y una joven luterana, a los quince años vio que los líderes de la conspiración decembrista fueron colgados por Nicolás I y juró con su amigo Ogarev que lucharían siempre por la causa que estos habían defendido, la de los más débiles.

Ya en la universidad, FUE CONDENADO a prisión por sus posiciones críticas contra el zar y lo mandaron a Vyakta, cerca de la frontera con Asia. Allí empezó a escribirle cartas a su prima NATALIA, una de las hijas que tuvo el extravagante hermano de su padre con una de sus numerosas concubinas, con la que terminaría casándose en 1838.
Volvió a tener enfrentamientos con el poder, LO EXPULSARON a Novogorod.
En 1847 cuando Herzen y Natalia abandonan Moscú, camino del exilio parisino. Su padre acababa de morir y le había legado una inmensa fortuna. Viajan con ellos la madre de Herzen, Luisa Haag, sus tres hijos (Sacha, de siete años; Kolya, de tres y sordomudo, y Natalia, de dos), dos amigas, un mayordomo y la niñera. Nunca volverán a su amada tierra.

Natalia, que rondaba los treinta años, se enamora entonces de otra Natalia, la hija pequeña de una familia amiga: los Tuchkov. 
Junto a las sacudidas interiores, la furia de los estallidos de violencia en unas sociedades que están cambiando vertiginosamente. A Herzen le toca observar desolado en París, ya de regreso de Italia, la catástrofe de las jornadas de junio de la revolución de 1848.
“En ambas partes vi un deseo feroz de sangre, un odio intenso por parte de los obreros y un bestial y furioso sentido de autoconservación por parte de los burgueses”, apunta al principio de CRÓNICA DE UN DRAMA FAMILIAR, la parte de Pasado y pensamientos, su autobiografía, que se publicó cuando ya había muerto. 
El letón, politólogo y escritor  ISAIAH BERLIN, en el ensayo que le dedica a Herzen en CONTRA LA CORRIENTE, traduce esa singular dolencia como un profundo “escepticismo acerca del significado y valor de los ideales abstractos”. “Herzen”, explica, “habló de algo aún más inquietante, un sentido fantasmal de la creciente e insalvable brecha entre los valores humanos de las élites relativamente libres y civilizadas (a las que él sabía que pertenecía) y las necesidades reales, los deseos y gustos de las vastas masas de humanidad sin voz, suficientemente bárbaras en occidente, pero más salvajes aún en Rusia o los llanos de Asia”.   el brutal y odioso imperio ruso”.
   
El poeta alemán GEORG HERWEGH, un tipo guapo que llegaba precedido por su fama de revolucionario, entró por aquellos días en el círculo íntimo de los Herzen. No había pasado mucho cuando Natalia se enredó con él en una desmesurada y loca pasión. Las cosas se mantuvieron un tiempo en secreto, pero un buen día Herzen se dio cuenta que aquella historia era la comidilla de los salones de Europa.
La versión de Herzen de aquella aciaga época está contenida en su CRÓNICA DE UN DRAMA FAMILIAR. 
El escritor inglés EDWARD CARR intenta ir más lejos y armar todo el cuadro y recoge lo que pasaba también por Herwegh y Natalia, y cuanto sucedía en los alrededores.
 Una vez que los amoríos de su mujer y el poeta habían salido ya a la luz, Herzen apuntó: “De nuevo estábamos solos, pero ya no era como antaño: todo llevaba la marca de la tempestad. Me atormentaban la fe y la duda, el cansancio y la irritación, la indignación y el despecho, pero aún más el hilo roto de la vida; ya no gozábamos de esa bendita despreocupación que hace tan grata la existencia, no quedaba nada sagrado. Si había podido suceder lo que había sucedido, nada era imposible. Los recuerdos hacían temer por el futuro”. Es entonces cuando Herzen fuerza la situación. Está dispuesto a dejar a Natalia e irse a América con sus hijos; si ella prefiere que sigan juntos, el que debe desaparecer de sus vidas es Herwegh.
“Soy pura ante ti y el mundo entero, no he oído ningún reproche en mi alma”, le escribió Natalia a Herzen por aquellos días. “En mi amor por ti he vivido como en un mundo divino; no vivir en él me parecería no vivir. Expulsarme de ese mundo: ¿y para mandarme a dónde? Tendría que convertirme en otra persona. Soy inseparable de ese amor, como de la naturaleza, salgo y vuelvo a entrar en él”. El amor de Natalia por Herzen era su manera de estar en el mundo, casi como una condición: como respirar, una segunda naturaleza.  

La explicación que da Carr es que Herzen había elevado a Natalia a un pedestal y que para él tenía algo de diosa intachable y distante. Herwegh, en cambio, le permitió desplegar su sexualidad, romper esa cárcel de cristal, embarrarse en las pasiones. Por eso, quizá,
NATALIA le escribió a Herwegh alguna vez: “¿No te he dicho que nunca me he entregado a nadie como a ti, que antes de conocerte era virgen y lo soy todavía cuando tú estás lejos, que lo seré siempre aunque tenga diez hijos más? 
Cuando, al final, Herzen le exigió que decidiera entre uno y otro, se quedó con él: de otra manera no hubiera podido seguir viviendo. Pero tampoco era posible dejar por las buenas de palpitar, y Natalia murió poco después, el 2 de mayo de 1851. Había enfermado en medio de su último embarazo. El pequeño llegó nacer pero no vivió más que unas horas.
Los Herzen estaban instalados entonces en Niza y, antes de la fatalidad de la muerte de Natalia y del bebé recién nacido, Aleksandr había tenido que pasar por otro infierno. Su madre cogió, procedente de París, un barco en Marsella para ir a reunirse en Niza con su hijo y el resto de la familia. EL BARCO NAUFRAGÓ: nunca encontraron el cuerpo de la madre de Herzen, ni el de su hijo sordomudo, Kolya, que viajaba con ella.
La calamidad le destrozó las entrañas a aquel ruso (“un hombre intelectualmente alegre y excepcionalmente inteligente y honrado”, escribió Berlin) sólo un poco antes de que la partida de Natalia lo terminara de destruir. Durante un tiempo viajó por Europa, bebiendo como un poseso para poder olvidar, un tipo roto, hecho añicos, definitivamente perdido.
El 2 de agosto de 1852 se dirigió a Londres con Sasha. Iba a empezar una nueva vida.
 Aunque nunca terminó de integrarse de verdad en la sociedad inglesa, los años que pasó en Londres fueron los más creativos en la vida de Herzen. Los líos amorosos volvieron a sacudirlo, pero de una manera distinta. Su viejo y querido amigo Ogarev llegó a Londres en 1856 junto a su esposa, con la que había vivido de manera harto heterodoxa en la conservadora sociedad rusa hasta que la muerte de su anterior mujer le permitió regularizar su nueva relación.
La dama era NATALIA KUTCHOV, aquella jovencita que había enamorado a la otra Natalia, la mujer de Herzen, cuando acababan de llegar a Europa y era casi una cría.
LOS OGAREV se instalaron en su casa. No había pasado mucho tiempo y Natalia se enamoró de Herzen: era una mujer apasionada y nerviosa, al borde siempre del precipicio. Se quedó embarazada y el 4 de septiembre de 1858 nació Liza. Ogarev le dio su nombre y supo llevar aquella tumultuosa temporada y su sufrimiento con la discreta elegancia del que ha visto caer a su mujer en los brazos de su mejor amigo.
El carácter de Natalia complicaba terriblemente las cosas. Igual estaba entregada a Herzen que abominaba de él. Los Ogarev tuvieron que irse una temporada fuera para que se calmara la tempestad. Al regresar, Natalia volvió a los brazos de Herzen. Se quedó de nuevo embarazada, tuvo mellizos: Alexis y Elena (morirían tres años después de difteria dejando a su madre presa ya de una terrible melancolía.)
La casa de Herzen se convirtió en Londres en lugar de peregrinación de todos los exiliados rusos.
En 1865 murió el zar Nicolás I, terminando así la tiranía más brutal que vivió Rusia durante el siglo XIX.
Herzen estaba en una espléndida forma. El 1 de julio de 1857 apareció el primer número de LA CAMPANA, la revista que dirigió junto con Ogarev y que salió con regularidad durante diez años, primero mensualmente y después cada quince días, al principio en Londres (hasta abril de 1865) y luego en Ginebra. Fue el lugar desde donde pudieron orquestar sus mordaces críticas contra los excesos de los gobiernos rusos. Después de los sucesos de 1848, Herzen había dejado de creer en las virtudes salvadoras de la revolución e incluso desconfiaba de los supuestos grandes valores de la civilización occidental. 

Tras la GUERRA DE CRIMEA, Herzen enarboló desde las páginas de La Campana algunos principios por los que luchar en la nueva Rusia de ALEJANDRO II: la liberación de los siervos, el final de los castigos corporales y la abolición de la censura sobre la palabra escrita.
El 3 de marzo de 1861 celebraron que en su lejano país se había proclamado la EMANCIPACIÓN DE LOS SIERVOS, uno de sus grandes objetivos.
 Herzen era mucho más modesto en sus objetivos. Se había identificado con el liberalismo constitucional; el fundador del anarquismo MIJAIL BAKUNIN seguía fascinado con el anarquismo revolucionario. Estaba dispuesto a encender la mecha de la violencia allí donde pensara que podía germinar.
 Herzen había quedado, en cambio, en un terreno de nadie.  Para los conservadores y los tímidos liberales, era un nihilista que alentaba la revolución. Los revolucionarios, en cambio, consideraban en cambio que la había traicionado.
En 1865 Herzen abandonó Inglaterra. Su situación era cada vez más delicada respecto a las nuevas generaciones, que querían quemarlo todo, arrasarlo, empezar de nuevo, tirar abajo esas minúsculas conquistas que se habían ido logrando poco a poco. Se instaló en Ginebra, a La Campana ya no le quedaría mucha vida por delante.
 Carr: “Herzen había perdido la confianza de la generación ascendente. Podía tener aún razón a sus propios ojos, pero ya no estaba a la vanguardia de ningún movimiento. Su estrategia podía ser perfecta, pero el ejército ya no lucharía bajo su mando. Era un general sin ejército”. Ya no le quedaba mucho tiempo: el 21 de enero de 1870 falleció en París.
Sí Herzen estuvo modelado por su tiempo. Y le tocaron las borrascas del romanticismo y procuró mantener el volante en una época en la que estallaban las revoluciones nacionales sosteniendo siempre su vieja querencia por sociedad de iguales. “Creyó que la última meta de la vida era la vida misma”, escribe de él Isaiah Berlin.
“Creyó que los fines remotos eran un SUEÑO, que la FE en ellos era una ilusión fatal; que SACRIFICAR el presente o el inmediato o previsible futuro a estos fines distantes debe conducir siempre a formas crueles y fútiles de sacrificio humano”. Y, por eso, para terminar el trabajo que dedicó a Herzen recoge algunas de sus lúcidas y hermosas palabras.
---- “El arte, y el rayo veraniego de la felicidad humana: estos son los únicos bienes reales que tenemos”.


  

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