martes, 24 de marzo de 2015

ANTISEMITISMO EN LA ARGENTINA (II)



 INMIGRANTES: EL MIEDO Y EL DESPRECIO. El socialismo aparecía a los ojos de los buenos católicos y los avanzados liberales como un engendro diabólico producto de un conspiración judía urdida desde la masonería, o del proyecto contenido en el texto de los Protocolos de los Sabios de Sión.
El catolicismo, ante estos hechos, aprovechaba para descargar toda su indignación sobre los judíos y lo que representaban -a sus ojos- la alianza con los socialistas y con los banqueros en su propósito de apoderarse del mundo. No encontraban ninguna contradicción en esa proposición. Esa virulenta asociación entre judaísmo, socialismo y banqueros, estimuló actos antisemitas y hostiles por parte de funcionarios públicos. El clericalismo se dedicó en una intensa campaña de propaganda al difundir el concepto de que los judíos se proponían apoderarse del mundo, y en la Argentina planeaban hacerlo a través de las grandes empresas y capitales financieros, apoyándose en la inmigración y la colonización de la provincia de Entre Ríos.
También la afiliación sindical, según la iglesia, respondía al mismo objetivo y la insistencia en que socialismo y judaísmo eran la misma cosa, era el tópico difundido por el antisemitismo mundial a través de los Protocolos de los Sabios de Sión.
Las objeciones y la repulsa hacia los inmigrantes se evidenciarían en diversos escritos, Sarmiento expresó su rechazo por una nueva población tan heterogénea, aferrada a su idioma y cultura de origen, también Ricardo Rojas expresó ideas similares. Se desplegó todo un ideario criollista, lleno de valores míticos atribuidos a la población mestiza tales como el desinterés, generosidad, altruismo etc. encarnados -muy particularmente- en la figura arquetípica del gaucho al que, en realidad, esa misma clase había ayudado a eliminar con la papeleta de conchabo, por vago y mal entretenido. Se idealizó la grandeza del pasado hispánico y católico, portador de valores ancestrales, tales como la nobleza y el desprendimiento propios de una hidalguía innata.

Era necesario “argentinizar” a esa masa desprovista de escrúpulos, llena de codicia y ambición. No se ahorraban calificativos peyorativos para aquellos que llegaron a la Argentina llenos de esperanzas, escapando de la miseria, la guerra y las persecuciones. También hubo objeciones a la calidad biológica de estos nuevos argentinos; con falsos argumentos científicos se pretextó la inferioridad genética para justificar el rechazo a los judíos. Surgió un pensamiento nacionalista que se expresó desde vertientes opuestas, desde el liberalismo y desde el nacionalismo católico, en ambos pueden advertirse resabios antisemitas, en algunos más fuertes que otros, cuando se produjeron atentados y agresiones contra la población judía residente en Buenos Aires nadie se sorprendió.
 LA CONSTRUCCIÓN DE LA ARGENTINA CATÓLICAEn ese tiempo se realizó una alianza de intereses entre la Iglesia y el liberalismo, pues el catolicismo será una de las expresiones más importantes de definición de la argentinidad. Por esos días comenzó a difundirse el rumor de que los colonos judíos que se estaban estableciendo en la provincia de Entre Ríos, lo hacían con el propósito fundar en la región un Estado sionista.
De hecho, el Vaticano había demostrado su fuerte repulsa ante la reunión del Primer Congreso Sionista en Basilea en 1897, expresaba un fuerte antagonismo a la posibilidad de la creación de un Estado judío. 

La Iglesia católica, en el orden mundial, hasta finales del siglo XIX había demostrado una falta de reflejos sorprendente al enfrentarse con el liberalismo y el socialismo, atrincherándose en posiciones reaccionarias y conservadoras, sin comprender que debía adecuarse a los nuevos tiempos y los cambios sociales producidos.
La encíclica Rerum Novarum promulgada por León XIII salió con otro tipo de respuestas a las necesidades y reclamos de los sectores populares. Esos signos de renovación llegaron a la Argentina donde liberales, socialistas y anarquistas, parecían haber logrado avanzar sobre la fe católica de la población. En Buenos Aires la Iglesia salió a competir con socialistas y anarquistas, por la misma clientela barrial, construyendo iglesias y creando actividades parroquiales para captar al vecindario. 
 EUROPA: EL SURGIMIENTO DE “NUEVO” VIEJO ANTISEMITISMO. El imperialismo que se expande en Europa entre 1885 y 1914 se muestra, entre otras cosas, como una forma extrema del pensamiento nacionalista. Ese nacionalismo, casi mítico, con argumentos antisemitas y racistas, ejerció una fuerte atracción emocional en la población. En general, el antisemitismo empezó a extenderse por toda Europa desde mediados de 1880. El historiador Mommsen manifiesta que “Junto al postulado tradicional que reclamaba la asimilación de los judíos en las diversas naciones y la renuncia a sus peculiaridades religiosas y culturales... aparecieron voces que pedían la exclusión radical de los judíos de toda manifestación de la vida nacional, e incluso llegaron a formular oscuras amenazas de un posible exterminio, si aquellos no se decidían a emigrar voluntariamente”.

MAURICE BARRÉS fue en Francia el mentor ideológico del mensaje del nuevo nacionalismo “integral” al que se unió el componente antisemita difundido en el libro de Edouard Drumond “La France Juive” (1886), cuya difusión y éxito editorial alcanzaron su momento más espectacular durante el CASO DREYFUS. El juicio donde un oficial judío, el capitán Dreyfus, fue acusado y condenado a prisión por una falsa acusación de espionaje a favor de Alemania generó un antes y un después en la historia política europea e internacional. El debate y la lucha enconada que entre distintos bandos se libró para defender o atacar a Dreyfus, evidenció la existencia de un antisemitismo que suscitó en Teodoro Herzl el sentimiento favorable a la creación de un Estado judío (ante tan grandes demostraciones de odio).
La virulencia de las cuestiones puestas en juego determinó una gran difusión internacional del caso, por la fuerte posición del papado favorable a la teoría de la culpabilidad de Dreyfus, aún cuando todas las evidencias demostraban lo contrario. En 1880, se había fundado un órgano de prensa oficioso de la Santa Sede, la Civiltá Católica, León XIII era el Papa reformador que dirigía la Iglesia Católica en ese momento. Desde sus inicios había comenzado una campaña apoyando los actos violentos cometidos contra los judíos. El historiador francés León Poliakov sostiene que furibundas agresiones antijudías fueron difundidas desde sus páginas sistemáticamente, desde fines del siglo XIX y esporádicamente hasta mediados del XX, recurriendo como tópico frecuente el tema de la acusación de crimen ritual.

LA HISTORIA DE LOS JUDÍOS DE RUSIA Y POLONIA está marcada por numerosos y cruentos ataques y períodos más o menos pacíficos, pero el punto de inflexión -o de no retorno- para cientos de miles judíos de la región, fue el determinado por las consecuencias del asesinato del Zar Alejandro II. En marzo de 1881 las acusaciones recayeron sobre los judíos, por lo que se desencadenaron, sobre ellos, todo tipo de medidas represivas y discriminatorias como las leyes de residencia, desplazamientos y deportaciones masivas de la población, pogromo cuyos ataques provocaron asesinatos, humillaciones, vejaciones y destrucción de bienes, que hicieron de la inmigración la única salida viable para tanto sufrimiento. En Rusia, un funcionario de los zares, Pedro Rachkvosky, escribió un texto acerca de un complot judío para apoderarse del mundo en una conspiración que incluía a judíos de izquierda, capitalistas, judíos en general y en particular que acechaban en una conspiración para lograr la dominación, explotación y venganza sobre el mundo cristiano. Se habían escrito “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, el que tanto odio antijudío provocó y provoca con los millones de ejemplares que se continúan editando y difundiendo. En 1905, luego de la Revolución, el Zar Nicolás II aprobó un proyecto de acción común internacional contra los judíos, la difusión de los Protocolos fue uno de los medios publicitarios antisemitas más efectivos. (ALICIA BENMERGUI)
---- El hombre no cambia, porque necesita odiar para justificar sus propias miserias

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