jueves, 15 de septiembre de 2011

Los muertos de la AMIA nunca serán vengados.

Cuando yo escuché al canciller argentino afirmar que Irán iba a colaborar con la Argentina en su esfuerzo para descubrir a los culpables del atentado de la AMIA, no supe si reír o llorar. Al ciudadano bien informado le siguen tomando el pelo.

Hay que tener mala leche para mandarse semejante guachada, porque se está jugando con los sentimientos de todos aquellos que perdieron a sus seres queridos en aquel trágico suceso ocurrido en el año 1994.

El jifero iraní, Mahmud Ahmadineyad (n.1956) que niega el Holocausto, que quiere destruir al Estado hebreo, nunca se preocupará por saber quién hizo volar el edificio de la AMIA; y menos si son secuaces suyos los que cometieron el atentado.

Héctor Marcos Timerman (n.1953) desde que se transformó en vocero K., se ha contagiado de ese mal típicamente kirchnerista: mentir y mentir. Total: con la verdad no se va muy lejos.

En un país donde discriminar es una virtud, salvo los familiares de las víctimas, nadie se lamenta de lo ocurrido en la AMIA.

Porque treinta por ciento de los argentinos no ve con agrado tener de vecino a un hebreo, según un informe académico elaborado por la Universidad de Buenos Aires con el aporte de la Liga Antidifamación (ADL, por sus siglas en inglés) y la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA.)

No tiene nada de original que dentro de la Policía Metropolitana haya antisemitas o que integren alguna organización neonazi. La detención de dos agentes acusados de formar parte de una célula de skinhead, es un hecho anecdótico. El odio hacia el hebreo es parte de la naturaleza humana potenciada por la Iglesia Católica Apostólica y romana de ayer, de hoy y así será en el futuro.

Siguiendo con otras linduras, el cementerio israelita de La Tablada, sufrió el destrozo de mil quinientas tumbas. Las placas deben haber beneficiado económicamente a los autores materiales de este atropello y a los antisemitas la noticia, les debe haber provocado mucho placer.

En otro informe presentado por la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), se señala que la Argentina es “probablemente el país donde el antisemitismo es el más virulento de los países de Americe Latina.”

Siguiendo con este informe: “Este antisemitismo violento, este antisemitismo solapado, no se exhibe abiertamente, pero existe y está encapsulado en la población y cualquier situación externa de pronto se destapa.”

Argentina, no hay que olvidarse, fue el refugio preferido de los jerarcas nazis después de la SGM. Perón que era un ferviente antisemita fue quien les abrió las puertas a las huestes hitlerianas en fuga.

Es bueno recordar: antes de la creación del Estado de Israel en la Argentina hubo varios pogromos. Uno de ellos fue viabilizado por La Liga Patriótica fue un grupo de ultraderecha creado a partir de las huelgas de fines de 1918 y principio de 1919. La Liga Incluía tanto organizaciones paramilitares, como círculos sociales formales; actuando como grupos de choque, hostigando mediante el "matonaje" y acciones criminales, a residentes extranjeros, organizaciones sindicales y grupos de trabajadores en huelga.

El periodista y narrador uruguayo, Juan José de Soiza Reilly (n. 1879) denunció: “Vi a judíos ancianos a quienes se le arrancaban la barba. Uno de ellos levantó su camiseta para mostrarnos dos sangrantes costillas que salían de la piel como dos agujas. He visto obreros judíos con ambas piernas rotas en astillas, rotas a patadas contra el cordón. Y todo esto hecho por pistoleros llevando la bandera argentina.”

En el Departamento de Policía cincuenta hombres, se alternaban para azotarlos. Con fósforos les quemaban las rodillas y los atravesaban con alfileres las heridas abiertas. En una comisaría había quienes les orinaban en la boca.

Monseñor Dionisio Napal arengaba a grupos antisemitas diciendo: “Los hebreos son sanguijuelas expulsadas de todos los países.”

Una historia que tiene apenas un poco más de noventa años, y que no está exenta de repetirse. Por eso es fundamental la existencia del Estado de Israel, el verdadero salvoconducto que tienen los hebreos que vivimos en la Diáspora.

La vida es una fotocopia.

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