lunes, 21 de septiembre de 2015

EL RELATO DE LA CRUCIFICCIÓN DE JC..

Cuando se desacredita la verdad…

La fuente más reiterada que halló la JUDEOFOBIA posterior en el Nuevo Testamento fue el relato de la crucifixión, aun cuando incluye evidentes errores históricos (que no
socavan, claro está, ni el carácter sagrado del texto para los creyentes en él, ni la base teológica del cristianismo; hablamos aquí meramente en términos históricos).

Según el NUEVO TESTAMENTO, durante la Pascua judía (PÉSAJ) el Sanedrín (que era el cuerpo supremo religioso y judicial de Judea durante el período romano) sometió a Jesús a juicio y lo condenó a muerte.

El gobernador romano Poncio Pilato intentó evitar la  aplicación de la pena, pero se sometió al veredicto “lavándose las manos” literalmente y Jesús fue entonces crucificado por soldados romanos.
La vastísima bibliografía al respecto señala varias imprecisiones en el relato, a saber:

EL Sanedrín nunca se reunía en las festividades hebreas, y muy raramente aplicaba penas de muerte (a un Sanedrín que aplicara una pena de muerte cada siete anos, el Talmud lo llama “Sanedrín devastador”, a lo que el rabí Eleazar Ben Azariá agregó: “…aun cuando lo haga una vez cada setenta anos”). Y en el caso de Jesús el texto exhibe una inaudita ligereza en la aplicación de la pena.

Más grave aún es que ni siquiera se explicita la transgresión que justificara pena de muerte. Había crímenes que la ley bíblica penaba con muerte, pero no era el caso
de proclamarse “HIJO DE DIOS”, que no implicaba
 ningún tipo de transgresión. Además, los romanos solían grabar en la cruz del reo la índole de su delito. En la de Jesús, INRI (Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos) alude al crimen político de sedición: nadie podía ser rey, porque el único monarca era el César. Se trata de un crimen contra Roma, castigado con un modo de ejecución romano.

EL ROL DE PILATO es triplemente sospechoso. ¿Por qué el Sanedrín -que tenía autoridad para ejecutar las penas que imponía- solicitaría ayuda del enemigo romano a fin de “castigar” a un judío? ¿Por qué el Procurador habría de salir en defensa de un judío, cuando él era responsable de imponer el orden imperial en Judea, y en esa función ya había hecho crucificar a miles? Y por último, el conocido
“LAVADO DE MANOS” de Pilato es un rito (netilat iadaim) que los judíos observan hasta hoy antes de comer, al visitar cementerios, o como signo de pureza. Extraño es, pues, que así exteriorice su pureza un militar romano a cargo de la represión.

Por todo ello, lo más probable es que quienes se “LAVARAN LAS MANOS” fueran los miembros del Sanedrín, en pasivo temor ante la decisión del Procurador (en ese momento la mayoría de los judíos no deseaba rebelarse contra Roma; el partido rebelde prevaleció cuatro décadas después). Y, probablemente quien anunció la pena de Jesús fue PILATO mismo.

EL MOTIVO POR EL QUE LOS PROTAGONISTAS DEL RELATO fueron intercambiados, es quizá que los redactores del Nuevo Testamento tenían en la mira la expansión del cristianismo, y para cumplir con ese
objeto en el Imperio, la incipiente religión debía eximir de toda culpa al poderoso romano. Al mismo tiempo, podía tranquilamente depositar la culpa en quien no podría defenderse, el judío ya vencido.

Además, al EVANGELIZAR EL MUNDO PAGANO, los cristianos no podían argüir que Jesús había sido el Mesías, puesto que ello no significaba nada para quienes no creían en la Biblia.
El único argumento válido debía ser que el cristianismo era la religión original, la verdad universal para la humanidad. Para ello, el cristianismo debía ser el exclusivo poseedor de la historia de Israel.

A fines del siglo I, la EPÍSTOLA DE BARNABÁS sostiene que los judíos en rigor habían entendido mal lo que los cristianos llaman ANTIGUO TESTAMENTO, que nunca habría sido una ley a ser cumplida, sino una prefiguración de la Iglesia.

A COMIENZOS DEL SIGLO II, IGNACIO DE ANTIOQUÍA LO RESUME ASÍ: “No fue la cristiandad quien creyó en el judaísmo, sino los judíos quienes creyeron en el cristianismo”. Así nacía el fértil tema de que la Iglesia era, y siempre había sido, el verdadero Israel. El problema era que el pueblo al que la Iglesia reclamaba haber reemplazado, continuaba coexistiendo y, más importante aún, se adjudicaba las mismas fuentes de fe, y afirmaba su anterioridad y su autoría del Antiguo Testamento.


SE DESARROLLÓ UNA LITERATURA ANTIJUDÍA, según la cual la Iglesia precedía al Viejo Israel, remontándose hasta la fe de Abraham e incluso a Adán. La Iglesia era así “el eterno Israel” cuyos orígenes coincidían con los de la misma humanidad. La ley mosaica era ergo sólo para los judíos, quienes con ese peso habían sido castigados por su inmerecimiento y su culto al becerro de oro. La legislación mosaica se
transformaba en un yugo impuesto al Viejo Israel por sus pecados. Los judíos no sólo eran privados de su rol providencial de pueblo elegido, sino que además pasaban a ser una nación apóstata.

EN LOS PRIMEROS SIGLOS, el tratado cristiano más completo en CONTRA DE LOS JUDÍOS FUE EL DIÁLOGO CON TRIFÓN DE JUSTINO, que explica cómo las desgracias que sufren los judíos son castigo divino. Y en ese marco, el peor de los mitos es el del “deicidio”, el asesinato de Dios, explicitado por primera vez por MELITO, OBISPO DE SARDIS (antigua capital de la ciudad turca de Lidia), alrededor del año 150: “Dios ha sido asesinado, el Rey de Israel fue muerto por una mano israelita”. Como consecuencia, “Israel yace muerto”, y el cristianismo conquista toda la Tierra. Esta acusación, que fue repetida por décadas y siglos, nunca fue la doctrina oficial de la Iglesia. Pero se arraigó de tal modo en los sermones cristianos que la Iglesia debió oficialmente rechazarla durante el CONCILIO VATICANO II DE 1965.
--- Esta decisión fue tomada por el Papa JUAN XXIII, EL BUENO, a quien conocí personalmente. Y a pesar de su esfuerzo…el antisemitismo no mermó, porque ha sido el pan de cada día de la curia retrógrada.





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