lunes, 8 de diciembre de 2014

DIOS NO AMA A LOS POBRES.


(La fe  promete lo que no existe.)
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El periodista y escritor argentino Martín Caparrós revitalizó sin quererlo, porque no me conoce, mi pensamiento que hay menos hambrientos entre los ateos. La Religión encuentra en una explicación divina e incomprobable   una manera de ejercer la sumisión.
Algo similar ocurre en los países   tercermundistas, donde sus partidos populistas mantienen   un asistencialismo vergonzoso, del que el beneficiado debe   rendir cuentas  en épocas de elecciones.
 Caparrós aprovechó un trabajo como inspiración para otro trabajo. Hace una década la ONU lo mandó a lugares como Bangladesh, Burkina Faso, Madagascar o Nigeria para que hiciera una serie de retratos demográficos de los países. El   argentino ya conocía muchos de aquellos lugares, pero el hecho de volver allí de la mano de un organismo internacional fue el detonante para escribir El Hambre, una extensa reflexión sobre “las vidas que lo sufren, los mecanismos que lo producen y los ataques que se le pueden hacer desde una perspectiva global a este fenómeno al que generalmente preferimos no mirar.”
Martín Caparrós,   sostiene que la causa principal del hambre en el mundo es la riqueza. Y  llevado con resignación por quienes lo padecen, como un asunto divino.
El mundo produce más comida de la que necesita. “Somos unos siete mil millones de personas en el planeta, y se produce comida suficiente para alimentar a doce mil millones”. Caparrós afirma que el problema no es la “escasez de alimentos”, una coartada inventada hace treinta o cuarenta  años para justificar el hambre en el mundo, un hambre que ha existido desde siempre.
“Se dice que la causa del hambre es la pobreza, eso es evidente. Pero ¿por qué existe la pobreza? Ambas existen porque hay concentración de la riqueza. Parece obvio, pero es una verdad que muchos ignoran”, afirma el escritor argentino.
La filantropía incluso puede ser más perversa, pues conserva las mismas condiciones de los problemas que encara.

Caparrós explica el caso de Níger, uno de los países más pobres del mundo, en donde se dice hay un “hambre estructural”, lo que quiere decir que no puede cambiar. “Es un país de tierra árida donde sólo crece mijo unos meses al año, pero el hambre no tiene nada de estructural. Níger es un gran productor de uranio. En él hay dos empresas que se dedican a esto, una china y otra francesa. Si las ganancias del uranio se quedaran, podrían construir sistemas de irrigación que garantizarían comida para todo el año. En lugar de atacar el problema de raíz, las organizaciones filantrópicas les llevan unas bolsas de grano”.
Los Estados y las empresas transnacionales se echan mutuamente la culpa por el hambre de los países. Los hambrientos casi siempre la justifican en Dios. “Para escribir el libro visité ocho lugares con hambre en el mundo y vi 8 mecanismos distintos en que ésta operaba. Muy pocos hambrientos eran ateos, casi siempre había un motivo religioso para justificar su condición”, dice Caparrós.

“ En India, cada vez que voy me sorprende la facilidad con la que conviven con la miseria más absoluta. Esto requiere un por un lado un andamiaje ideológico muy sólido, el de las castas. Y por otro, la influencia de la religión. En el hinduismo, el mandato del karma es un mecanismo muy sofisticado. Pero en todos los casos, me encontré con pocos hambrientos ateos, siempre había una idea religiosa muy fuerte para justificar su situación.

La India es  el país con más malnutridos del mundo. Llevan tantas generaciones de comer mal y poco que lo ven como algo normal. “No saben lo fácil que es para un indio estar tomando té en la calle al lado de un moribundo. El más claro ejemplo de esta resignación social es una frase de la Madre Teresa de Calcuta: ‘qué bello es ver el sufrimiento de los pobres…’ ¡Chin tu madre!”, expresa Caparrós.
  
En los países considerados desarrollados la creencia en Dios  disminuye: Suecia (64% no creyentes), Dinamarca (48%), Francia (44%) y Alemania (42%)  
Ya lo dijo  el pensador chino Confucio: “Donde hay justicia no hay pobreza.”  

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