miércoles, 1 de febrero de 2017

ES LA EDUCACIÓN JUDÍA. (II)

La piedra angular del antisemitismo
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 LA POBREZA, EL DESPRENDIMIENTO DE TODO LO QUE NOS ATA Y NOS ALEJA DE DIOS, SEA O NO MATERIAL, NOS DEJA VACÍOS, PARA QUE DIOS PUEDE ENTRAR PLENAMENTE EN NUESTRO CORAZÓN. TERESA DE CALCUTA.
---- La carga de la mano de obra esclava, y la simple explotación surgen de estos sectores.

 El Papa Pío IX para FRENAR EL LAICISMO firmó concordatos con diversos estados católicos por los que éstos reconocían el derecho exclusivo de la Iglesia a dirigir las escuelas seglares y parroquiales: los más importantes fueron los concluidos con España en 1851 y con Austria en 1855. 
El mismo pontífice promulgó en 1864 la polémica SYLLABUS,  documento por el cual   condenaba el liberalismo y racionalismo y proclamaba la infalibilidad papal.
ESTO SUPONÍA LA AUTORIDAD COERCITIVA MORAL DEL VATICANO y en muchos países se extendió la resolución de los estados de refrenar la autoridad de la Iglesia.

La reacción fue lenta, pero continuada y así FRANCIA, en 1882, universaliza la educación primaria convirtiéndola en obligatoria para niñas y niños; poco después, en 1886 lleva a cabo la sustitución de los maestros religiosos por laicos, hasta que en 1904 se prohíbe por ley a todas las congregaciones la dirección de las escuelas.

El miedo a la coeducación será en definitiva el miedo a la EMANCIPACIÓN DE LAS MUJERES, tal y como afirmaría el mismo Papa Pío XI en la encíclica Casti Connubi. La emancipación de la mujer “es corrupción del carácter propio de la mujer y de su dignidad de madre; es trastorno de toda la sociedad familiar, con lo cual al marido se le priva de la esposa, a los hijos de la madre y a todo el hogar doméstico del custodio que lo vigila siempre».
  La lógica católica discurría a través de supuestos puramente misóginos: si «la mujer» es una criatura impulsiva y poco racional eduquemos sus sentimientos, su corazón, para que llegue con un conocimiento suficiente a su fin natural, que es el matrimonio, y para alejarla de vindicaciones igualitarias pues éstas cuartean la estabilidad y honor de la institución familiar al orientar a las mujeres a un quehacer extradoméstico. El objetivo será construir una feminidad que se acerque a Dios por necesidad de su conciencia y que no use a Dios como pretexto para conseguir posiciones más o menos bastardas o cuando menos terrenales. 
Ya lo dijo el pensador chino CONFUCIO: “DONDE HAY JUSTICIA NO HAY POBREZA.”
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HOY LA IGLESIA apenas ha cambiado la concepción diferenciada que tiene de los varones y las mujeres. Ha moderado su lenguaje, pero no la esencia del discurso. Cuando se promovió la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Pekín, la Iglesia estaba muy interesada en «clarificar la plena verdad sobre la mujer». El Papa Juan Pablo II dirigió una CARTA A LAS MUJERES en la que «aclaraba» la identidad y posición social de las mujeres. Juan Pablo II considera que la mujer y el «hombre» no reflejan una igualdad estática y uniforme, sino de complementariedad entendida como «unidualidad» relacional. Para explicar en qué consiste la compleja expresión «”unidualidad” relacional» nos remite Juan Pablo II al versículo del Génesis «No es bueno que el hombre esté solo.
 Voy a hacerle una ayuda adecuada» (Gn 2,18). De esta manera la identidad de la mujer queda confirmada por el proceso mismo de su creación: «En la creación de la mujer está inscrito, pues, desde el inicio el principio de la ayuda». Así pues, la mujer está llamada a ofrecer ayuda al «hombre». 


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