domingo, 13 de diciembre de 2015

SER JUDÍO Y SOBREVIVIR EN LA INTOLERANCIA.

¡Cómo me gustan la Historia y la Biografía!

A lo largo de su historia, LOS JUDÍOS han debido afrontar el atroz dilema de las conversiones forzosas, el exilio o la muerte. De manera emblemática, durante la Inquisición española, muchos judíos fingieron haberse convertido al cristianismo para sobrevivir al día mientras que por la noche tenían una vida judía. En siglos posteriores especialmente, hubo judíos que eligieron convertirse voluntariamente al cristianismo. Su acto fue un desafío -de hecho, un cachetazo- al espíritu de Jánuka que hoy conmemoramos; fiesta que celebra el triunfo de la vitalidad judía por sobre las tentaciones asimilacionistas del entorno. Tales casos marcaron un posicionamiento individual. Está claro que la respuesta colectiva del pueblo judío ante las presiones o tentaciones del entorno gentil ha sido siempre la de reafirmar su identidad religiosa y perpetuar su singular legado al mundo.
LA EUROPA DEL SIGLO XIX presenció un auge de estas conversiones. Solo entre 1812 y 1846, alrededor de CUATRO MIL JUDÍOS SE CONVIRTIERON AL CRISTIANISMO. Al proporcionar la cifra con los 123.000 judíos que vivían en Prusia solamente por ejemplo, entonces el guarismo empalidece, pero es, no obstante, indicativo de la presión social del entorno hacia la asimilación total. Aquél siglo fue testigo del pasaje de varios prominentes judíos al cristianismo, tales como el poeta Heinrich Heine, el pianista Gustav Mahler, el músico Giacomo Meyerbeer, el discípulo de Franz Liszt, m Hermann Cohen, el escritor BENJAMIN DISRAELI (bautizado a la edad de trece años), el compositor FÉLIX MENDELSOHN (también bautizado de niño) y el filósofo social Karl Marx (confirmado cristiano a los quince años). Estos judíos y tantos otros émulos de su tiempo veían el bautismo como “el ticket de entrada a la comunidad de cultura europea”, en palabras del propio Heine. Con típico humor judío, algo parecido aseguró el arqueólogo Daniel Chwolson, converso a la ortodoxia rusa. Cuando le preguntaron si su ingreso a la iglesia había sido motivado por la convicción o la conveniencia, respondió: “He aceptado el bautismo completamente por convicción; la convicción de que es mejor ser un profesor en la Academia de San Petersburgo que un melamed en Eisheshok”.
EL PADRE DE MARX, Heinrich, cuyo nombre original era HIRSCHEL HA-LEVI, era hijo de un rabino y  descendiente de estudiosos talmúdicos de muchas generaciones. Se casó con Henrietta Pressburg, oriunda de Hungría y cuyo padre se ordenó rabino en Nijmegen, Holanda. Heinrich recibió una educación laica, obtuvo una licenciatura en derecho, se separó de su familia y con el tiempo también de su religión. Su hijo Karl siguió su camino espiritual y lo exacerbó, llegando a escribir de manera hostil contra los judíos.
En este mismo linaje de auto-odio se inscribe Friedrich Stahl. Nacido como JOËL JOLSON, ingresó a la iglesia luterana en 1819, se hizo profesor de derecho eclesiástico en la Universidad de Berlín y se erigió en líder del antisemita Partido Conservador Cristiano. El periodista austríaco judío Arthur Trebitsch sentía profundo desprecio por su condición. Se convirtió al cristianismo y llegó al extremo de instar a los alemanes a no ceder en su lucha contra los judíos: “¡Permaneced firmes! ¡No tengáis piedad! ¡Ni siquiera conmigo!”. Tras su muerte, Hitler recomendó a un conocido: “Lea cada frase que ha escrito. Ha desenmascarado a los judíos como nadie más lo hizo”. Hijo de un acaudalado empresario de la seda, estuvo bajo la influencia de su compañero judío Otto Weininger y del teórico racial británico Houston Stewart Chamberlain, de quienes tomó una ideología nacionalista y antisemita radical. Weininger ofrece un caso interesante en la saga de la patología del auto-odio. Fue un antisemita de tales dimensiones -“el judaísmo es el mal radical” escribió- que consideró insuficiente la anulación espiritual del judío que en él vivía por medio de la conversión al protestantismo y optó por exterminarlo físicamente por medio del suicidio: a los veintitrés años de edad se pegó un tiro en el pecho, en la misma habitación vienesa en la que había fallecido Ludwig van Beethoven.
No ha sido inusual que judíos que abandonaron su fe se transformaran en antisemitas furibundos. Mucho más atrás en el tiempo, los apóstatas Petrus Alfons, Nicholas Donin, Pablo Christiani, Avner de Burgos, Guglielmo Moncada y Alessandro Franceschi se erigieron en fieros enemigos de los judíos. Tras su conversión al catolicismo en la segunda mitad del siglo XIX, los mellizos Auguste y Iosef Lemann fueron sacerdotes activos en el Primer Concilio Vaticano, en el cual circularon un Postulatum que exhortaba a los judíos a ver la luz de Jesús. Excepcionalmente, ha habido espacio para la teshuva: Csanád Szegedi, vicepresidente del nacionalista y xenófobo partido húngaro Jobbik -diminutivo de Jobbik Magyarországért Mozgalom (Movimiento por una Hungría Mejor)- descubrió en 2013 que tenía antepasados judíos, abandonó su militancia antisemita y halló cobijo en Jabad Lubavitch. Si bien nunca se había convertido, había vivido como un cristiano.
En el contexto traumático de la Shoá, hubo judíos que optaron por trocar la Torá por el Evangelio y, a diferencia de los judíos judeófobos antes citados, buscaron reconciliar al judaísmo con el cristianismo. Uno de los casos más extraordinarios de apostasía voluntaria en la modernidad fue sin duda el del Gran Rabino de Italia, ISRAEL ZOLLI.
El 13 de febrero de 1945, él y su esposa fueron bautizados en una pequeña capilla cercana a la Iglesia de Santa María degli Angeli, y su hija se les sumaría unos meses más tarde. Hasta apenas 24hs antes, había estado oficiado como rabino. Según voceros vaticanos, la conversión nació en un espíritu de gratitud al Papa Pío XII, quién había ayudado al rabino y a su familia a ocultarse de los nazis. Aparentemente, Zolli había jurado que si sobreviviría al Holocausto, se convertiría. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial lo hizo bajo el nuevo nombre de “Eugenio María”, en honor a Eugenio Pacelli (Pío XII). Además escribió un libro sobre el antisemitismo que incluye un capítulo de defensa de las gestiones vaticanas a favor de los judíos de Roma durante la ocupación nazi de la ciudad, publicado por Anonimas Veritas Editrice, una editorial católica de Roma.
VOCEROS JUDÍOS de la época atribuyeron la conversión a una disputa feroz entablada entre la comunidad judeo-italiana y Zolli. Cuando los alemanes invadieron Roma, el rabino y su familia hallaron refugio en las casas de unas familias católicas, primero, y presuntamente en el propio Vaticano, después. Al finalizar la guerra, quiso recuperar su trabajo pero los judíos de Roma consideraban que él había abandonado a su comunidad y se opusieron. Eventualmente lo obtuvo por decisión del coronel Charles Poletti, el gobernador militar de Roma designado por los norteamericanos. Confrontaciones entre el rabino y los judíos romanos se sucedieron hasta que, finalmente, en enero de 1945 Zolli renunció al puesto. Tres semanas después abandonó el judaísmo.
La versión del propio Zolli fue que su motivación había sido puramente espiritual. En una entrevista concedida en 1950 al periódico israelí Maariv, elaboró acerca de las razones de su conversión vinculándolas al “conocimiento del catolicismo y mi amor por Cristo y por los Evangelios”. En un libro autobiográfico de 1954 titulado Antes del Amanecer, publicado por una editorial católica de Nueva York, y supuestamente incentivado a la idea de escribir sobre las circunstancias de su conversión por Giovanni Cicognani, entonces delegado apostólico en Washington y luego Secretario de Estado en el Vaticano, el rabino converso afirmó que sus primeras meditaciones sobre Jesús comenzaron a los doce años en Austria, para concluir en una visión trascendental que experimentó cuarenta años después en Italia, durante el Iom Kippur de 1944. Zolli había mostrado interés intelectual en ambas religiones anteriormente. Luego de finalizar sus estudios rabínicos, y mientras oficiaba como rabino en Trieste, Zolli enseñó sobre la “Teología del Viejo y Nuevo Testamento” en la Universidad de Padua. En 1935 escribió una tesis titulada “La Sagrada Alianza entre la literatura del Viejo y Nuevo Testamento”, y en 1938 publicó un libro titulado “El Nazareno” que trataba acerca de la vida de Jesús como judío. Una vez bautizado, Zolli enseñó literatura hebrea y bíblica en el Instituto Pontifico Bíblico de Roma. Murió en 1956, el mismo día que Pío XII cumplía ochenta años.
Otro ejemplo destacado lo personifica EDITH STEIN, también conocida como Teresa Benedicta de la Cruz, una judía que se hizo monja carmelita en 1922 y fue canonizada por la Iglesia Católica en 1998. Stein nació en Breslav en el seno de una familia hebrea ortodoxa el día del Iom Kippur de 1891. Tras estudiar filosofía se apartó del judaísmo e ingresó al catolicismo. Forzada por los nazis a abandonar la docencia, se incorporó a un convento carmelita en 1933. Tomó sus votos católicos en expiación por la “no-creencia” del pueblo judío y continuó dedicada a la reflexión filosófica. Tras la Kristallnacht huyó a Holanda primero y a Suiza después pero debió retornar a Holanda donde fue apresada por la Gestapo. Murió en Auschwitz en 1942. Aun tras su conversión, Stein siguió considerándose judía: “El retorno a Dios me hizo sentir judía de nuevo” se le atribuye haber dicho. Dijo sobre ella Juan Pablo II durante una homilía de beatificación en un estadio de fútbol lleno de 75.000 fieles, en 1987:
“En el campo de exterminio ella murió como una hija de Israel ´por la gloria del más santo nombre´ y, al mismo tiempo, como la Hermana Teresa Benedicta de la Cruz, literalmente, ´bendecida por la cruz´… Para Edith Stein, el bautismo como una cristiana bajo ningún punto de vista significó un quiebre con su herencia judía… esta gran mujer judía y cristiana experimentó el martirio…”.
Las palabras del difunto Papa resultarán extrañas para un lector judío. La definió como una “hija de Israel”, si bien Stein dejó el judaísmo. Dijo que ella murió “por la gloria del más santo nombre”, frase tomada del hebreo KIDUSH HA-SHEM que en la liturgia judía refiere a los mártires que a lo largo de la historia dieron sus vidas por mantenerse fieles al judaísmo, lo opuesto de lo que hizo Stein. La caracterizó como una “gran mujer judía y cristiana”, una simultaneidad religiosamente imposible desde una óptica judía, pero no extemporánea para el cristianismo. Así, el cardenal JEAN-MARIE LUSTIGER, judío converso al catolicismo, aseguró que él se seguía viendo a sí mismo como un judío luego de ser designado arzobispo de París en 1981. Hijo de inmigrantes polacos, nacido con el nombre de Aarón, pasó los años de la ocupación nazi de Francia oculto junto a su hermana en el hogar de una mujer católica. Ambos fueron bautizados por propia voluntad. Aun ostentando el cargo de arzobispo dijo: “Para mí esta nominación era como si, repentinamente, el crucifijo comenzó a vestir una estrella amarilla”. En otra entrevista afirmó: “Yo nací judío, y por ende permanezco como tal, incluso si ello es inaceptable para muchos”. En su funeral se recitó el Kadish.
También está el caso de OSWALD RUFEISEN, un cura católico del monasterio carmelita Stella Maris, de Haifa, que demandó legalmente al Estado de Israel en 1962 para obtener reconocimiento como judío.  Más comúnmente conocido como el Hermano Daniel, nació en Polonia donde activó en movimientos juveniles sionistas. Sobrevivió a la guerra uniéndose a la policía (puesto que empleó para salvar judíos) y escondiéndose en un convento católico, donde decidió ser bautizado y abrazar el sacerdocio. En 1959 emigró a Israel como un monje carmelita y solicitó la ciudadanía, llevando su caso a la justicia en 1962. Dijo a un periodista: “Mi religión es católica pero mi origen étnico es y siempre será judío… No acepté el cristianismo para dejar a mi pueblo. Él se agregó a mi judaísmo. ME SIENTO JUDÍO”. La Corte Suprema israelí denegó su pedido, fallando que era imposible ser un cura católico y un judío al mismo tiempo.[*]
El común denominador a estos conversos fue su creencia en que la aceptación de Jesús como el Mesías e Hijo de Dios lejos de negar su judaísmo, lo complementaba. Su renacimiento espiritual representó un retorno a los tiempos de Saúl de Tarso y los primeros cristianos, que fueron todos ellos judíos.
Más cerca de nuestros tiempos, ha habido judíos que se han volcado al cristianismo por razones diferentes de las de sus hermanos apóstatas del pasado. Con su transformación religiosa no buscaron ser aceptados por la sociedad gentil, ni interiorizaron el discurso legendario de los antisemitas para convertirse en uno de ellos, ni respondieron a una coyuntura negra con agudas crisis de fe, ni pretendieron evangelizar con su ejemplo. Simplemente se convirtieron y punto.
El cantante y compositor judío Bob Dylan, nacido como ROBERT ALLEN ZIMMERMAN, se hizo cristiano en 1979, editó dos discos religiosos en los que proclamaba la palabra de Dios y un par de años más tarde retornó al judaísmo. Su derrotero sorprendió tanto a judíos como a gentiles. En 1965 había dicho que “simplemente yo no tengo religión ni filosofía” y al año siguiente dijo estar buscando “la salvación, apenas la simple salvación”. Trece años después halló a Jesús y al cabo de dos años enfiló hacia Jabad Lubavitch. Sus fans estaban desconcertados. Como dijera uno de ellos en 1979:
“Nada garantiza más desprecio en los círculos del rock´n´roll que un hombre que se pone religioso. Quiero decir, les pagamos a estos tipos para que visiten el infierno y nos traigan de vuelta diapositivas en colores y ahí van y se resbalan hacia el cielo. Es una violación grave de contrato”.

 En sentido contrario, el profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalém SERGIO MINERBI, quien también halló refugio en un monasterio italiano durante el Holocausto, relató a este articulista años atrás: “Los curas salvaron mi cuerpo, cuando quisieron salvar mi alma dejé el lugar”. Abraham Foxman, quien fuera por décadas director nacional de la Anti-Defamation League (ADL), durante los años de la guerra quedó al cuidado de su niñera polaca católica, quien lo bautizó, llevó a orar a la iglesia y educó como un católico. “Me acuerdo incluso que escupía a los judíos en la calle… [Si] me hubiese quedado con mi niñera quizás hoy en día fuese un sacerdote o un cardenal, quién sabe” dijo este año al diario español La Vanguardia.


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