jueves, 16 de junio de 2016

ISRAEL EN EL ISLAM* (V y final.)

Es bueno saber….

 


*Israel en el Islam esta tomado del libro "Tierras por Paz, Tierras por Guerra" 
(Ensayos del Sud: 2002) de Julian Schvindlerman

No es que Israel sea provocativo; el que Israel sea es provocativo.
—George Will, columnista del Washington Post.


 La disquisición de algunos comentaristas acerca de si este había sido un ataque contra EstadosUnidos por lo que es, o una manifestación de protesta por lo que Estados Unidos hace, quedó quizás desechada por una simple carta que acompañaba un envío de ántrax a un congresista norteamericano al mes siguiente de los ataques:

“No nos pueden detener.
Tenemos este ántrax.
Ustedes mueren ahora.
¿Tienen miedo?
Muerte a América.
Muerte a Israel.
Alá es grande”.52
 ¿Qué política se está cuestionando aquí? ¿Y qué política en particular cuestionó Mualana Inyadullah, un integrante de Al-Qaida, al declarar luego del 11 de septiembre: “Los norteamericanos aman Pepsi-Cola, nosotros amamos la muerte”? (Compárese esto con las palabras de Ismail Haniya, uno de los líderes del Hamas en Gaza, quien dijo que los judíos “aman la vida más que ningún otro pueblo, y prefieren no morir”).53  La  plegaria por la muerte de Estados Unidos e Israel y el retorno de España al gobierno musulmán que Zacarías Moussaoui, un cómplice de los ataques del 11de septiembre, pronunció en voz alta nada menos que en la corte que lo estaba juzgando en Norteamérica, ilustra el hecho de que estos jihadistas representan un choque de civilizaciones del que Estados Unidos e Israel son los objetivo sprincipales, pero no los únicos.54  Según informes de la prensa, un plan para hacer estrellar un avión contra el Big Ben en Londres el 11 de septiembre fue evitado cuando todos los vuelos desde Londres fueron detenidos luego de conocerse las noticias del ataque en Norteamérica.
Algunos esclarecidos analistas encontraron las causas de semejante odio en la frustración musulmana en haber perdido el lugar de prominencia histórica gozado centurias atrás. “Su animosidad está basada en una envidia contra el país que define la cultura global en el nuevo milenio dela manera en que la marcha del Islam definió ´el nuevo orden mundial´ catorce siglos antes” comentó Robert Satloff, director ejecutivo del WashingtonInstitute for Near East Policy.   Amotz Asa-El, columnista del JerusalémPost, coincidió:

“UNOS SIGLOS ATRÁS EL CRISTIANISMO era inferior a la civilización de los astrónomos, matemáticos, doctores, ingenieros, banqueros y soldados musulmanes que conquistaron Bizancio, Grecia, Hungría y España. Luego, cuando los cristianos recorrieron el mundo, colonizaron nuevos continentes y lanzaron la revolución industrial, el mundo árabe quedó rezagado. Los infieles inventaron la imprenta, la propulsión a vapor, el automóvil, la locomotora, el avión, el fast-food, las telecomunicaciones y la computadora, y finalmente aterrizaron una nave aeroespacial en el propio cuarto de luna creciente.”56
 Huntington señaló que la naturaleza violenta de las relaciones entre el Islam y Occidente quedó evidenciada en el hecho de que el 50% de las guerras en las que estuvieron enredados dos estados de religión diferente entre 1820 y 1929 fueron confrontaciones entre musulmanes y cristianos. “El Islam es la única civilización que ha puesto en duda la supervivencia de Occidente, y lo ha hecho al menos dos veces”, dijo el catedrático de Harvard.

CON EL EVENTODEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001, podemos agregar una tercer instancia. Mas no fueron solamente occidentales quienes vieron en la evolución de las relaciones musulmano-occidentales un choque de civilizaciones. Incluso con anterioridad al ataque en suelo norteamericano, varios islámicos habían observado lo mismo. Tómese a Mohammed Sid-Ahmed, importante periodista egipcio, quien dijo en 1994: “Hay signos inequívocos de un choque cada vez mayor entre la ética occidental judeo-cristiana y el movimiento de renacimiento islámico, que actualmente se extiende del Atlántico, al oeste, hasta China, al este”. Un destacado musulmán de la India anticipó en 1992 que “está claro que la siguiente confrontación [de Occidente] va a producirse con el mundo musulmán. Es en la extensión de las naciones islámicas, desde el Magreb a Pakistán, donde comenzará la lucha por un nuevo orden mundial”. Un renombrado abogado tunecino indicó que ya estaba en curso “un conflicto entre civilizaciones”.
   “Algunos occidentales, entre ellos el presidente Bill Clinton”, escribe Huntington, “han afirmado que Occidente no tiene problemas con el Islam, sino solo con los extremistas islámicos violentos. Mil cuatrocientos años de historia demuestran lo contrario”. No pocos líderes, prosigue Huntington “afirman que los musulmanes implicados en esta cuasi-guerra son una pequeña minoría, cuya violencia rechaza la gran mayoría de los musulmanes moderados. Esto puede ser verdad, pero no hay pruebas que lo apoyen. Las protestas contra la violencia anti-occidental han brillado casi totalmente por su ausencia en los países musulmanes”.
 Ciertamente, salvo unas pocas figuras musulmanas, nadie ha denunciado a Osama Bin-Laden, líder de la organización Al-Qaida, responsable de los atentados en Estados Unidos. Charles Krauthammer escribió al respecto:

“Imagine si 19 fundamentalistas cristianos asesinos hubieran secuestrado cuatro aviones sobre Arabia Saudita y, en nombre de Dios, los hubieran estrellado contra las ciudades santas de Meca y Medina, destruido la santa Kaaba y matado a miles de peregrinos musulmanes inocentes. ¿Podría alguien dudar que el mundo cristiano en su totalidad –clérigos y teólogos, líderes y gente común- hubieran denunciado unánimente el acto?
El Yankee Stadium no podría dar lugar a los montones de curas, reverendos y rectores -por supuesto, incluso rabinos demandarían derecho a ingresar- que hubieran llevado a cabo un servicio de rezos de penitencia, verguenza, ostracismo y excomunicación.
El mismísimo Papa hubiera presentado su repudio a esta traición blasfema de Cristo. Y sin embargo luego del 11 de septiembre, ¿dónde estaban los teólogos y clérigos musulmanes, los imans y mullahs, levantándose para declarar que el 11 de septiembre fue un crimen contra el Islam? ¿Dónde estuvieron las fatwas contra Osama Bin-Laden? Las voces de las altas autoridades religiosas han permanecido escandalosamente calmas”.61

No todas las voces permanecieron calmas; algunas se hicieron oír para defender a Bin-Laden. Abdallah Bin Matruk al-Haddal,un clérigo del Ministerio de Asuntos Islámicos de Arabia Saudita, declaró que“Osama Bin-Laden es un guerrero de la jihad que implementa los principios del Islam y la fe” y que “el no presentó una imagen distorsionada del Islam ante Occidente”.   Además, decenas de miles de musulmanes salieron a festejar los ataques o a manifestarse a favor del super-terrorista en Pakistán, Bangladesh, Indonesia, Arabia Saudita, eEgipto y los territorios autónomos palestinos, entre otros lugares. Incluso en Francia jóvenes musulmanes cantaron loas a Bin-Laden mientras apedreaban “infieles”. En las Filipinas, 5.000 manifestantes gritaron “que viva mucho Bin-Laden”. En Pakistán, salió a la venta mercancía con el rostro de Bin-Laden. En Nigeria, Bin-laden ha “adquirido status de ícono” informó Reuters. Tales niveles alcanzaron las celebraciones de los atentados contra Norteamérica en los medios árabes, que un crítico de cine egipcio admitió haberse sentido “avergonzado al leer casi todo, sino todo, el comentario, principalmente en la prensa egipcia”. Hussam Khadir, miembro de Fatah, dijo que “Bin-Laden es hoy la figura más popular en el Margen Occidental y Gaza, segundo solamente a Arafat”. Un policía palestino lo llamó “el más grande hombre en el mundo (…) nuestro mesías”.  

En Kuwait, país liberado de las garras de Iraq por tropas norteamericanas en 1991, el 36% de la población justificó los atentados.  Según datos presentados por el experto en Islam Daniel Pipes, el 26% de los palestinos y el 24% de los pakistaníes consideran a los atentados contra Norteamérica consistentes con la ley islámica, en tanto que el 50% de la población de Indonesia definió a Bin-Laden como un “guerrero justiciero”.65  Estas cifras no son marginales; abarcan a varios millones de personas.“Tal como estos hechos demuestran” escribió un editorial del WashingtonPost, “el enemigo terrorista que los Estados Unidos y sus aliados enfrentan incluye no solamente networks de luchadores y sus líderes sino una ideología extremista que se ha ganado muchos seguidores”.66  Finalmente, aseveró Huntington:

“Mientras el Islam siga siendo Islam(cosa que así será) y Occidente siga siendo Occidente (cosa que es más dudosa), este conflicto fundamental entre dos grandes civilizaciones y formas de vida continuará definiendo sus relaciones en el futuro lo mismo que lo ha definido durante los últimos catorce siglos (…) El problema subyacente para Occidente no es el fundamentalismo islámico. Es el Islam, una civilización diferente cuya gente está convencida de la superioridad de su cultura y está obsesionada con la inferioridad de su poder.”

A esta altura ya debiera resultar evidente que el conflicto árabe-israelí trasciende la dimensión territorial a la que usualmente se lo reduce. Más bien, epitomiza una gran confrontación religiosa, ideológica y cultural. En choque están dos sistemas de creencias, valores, percepciones y actitudes completamente divergentes. Jalal al-Ahmad, uno de los primeros ideólogos del Islam fundamentalista, lo graficó como dos mundos separados, cada uno girando sobre su propio eje de valores y alejándose cada vez más en direcciones opuestas.68  La apta descripción de al-Ahmad debe ser corregida en un solo punto para caracterizar justamente la realidad islámico-israelí: más que dos mundos orientados en distintas sendas, Israel y el Islam representan dos mundos en colisión. Es decir, se trata de un choque de civilizaciones. Específicamente, entonces, debiera resultar claro que por más tierras que entregue Israel las disparidades teológicas y culturales no desaparecerán. Por cuanto que, tal como ya ha sido mencionado y vale reiterar ahora, es la presencia independiente judía en el Dar al-Islam, y no el tamaño geográfico de dicha presencia, lo que resulta conceptualmente inadmisible para el mundo musulmán. En otras palabras, desde el punto de vista del Islam, el conflicto árabe-israelí podrá ser definitivamente resuelto solamente cuando se materialice una -y solo una- condición: la desaparición, lisa y llana, del Estado de Israel.
A la luz de lo anteriormente expuesto, ¿cómo explicar que TURQUÍA, un país musulmán, mantenga activas y públicas relaciones militares con Israel? ¿Cómo interpretar las declaraciones públicas del ex presidente de Indonesia, otro país musulmán, a favor de mejorar los lazos entre su nación e Israel? Es especialmente sorprendente cuando uno considera que Abdurrahman Wahid, el ex presidente de Indonesia, es una autoridad islámica nacional. Es más, ¿cómo conciliar la retórica islámica anti-israelí de Anwar Sadat  (“Prometo aplastar a Israel y lo retornaré a la humillación y desdicha establecidas en el Corán”)  de 1972 con su visita a Jerusalém- “el fin de la tierra”, como él dijo- pocos años después y el ulterior acuerdo de pazfirmado con Israel? En su histórica visita, Sadat arribó a Israel acompañado por el jeque Sha´rawi, el entonces Mufti egipcio y una eminencia reconocida universalmente por su erudición teológica. Tal impacto generó su gesto -no solo visitó Jerusalén sino que también rezó en la mezquita Al-Aqsa- que el Mufti de Arabia Saudita declaró que la paz con Israel era posible en tantosirviera a los intereses islámicos.
OTRO JEQUE MUSULMÁN, Abdul Hadi Palazzi,es un asiduo visitante de Israel quien sin titubear justifica la presencia judía en la Tierra de Israel nada menos que citando al Corán: “Y desde entonces hemos dicho a los Hijos de Israel: residan seguros en la Tierra Prometida. Y cuando la última advertencia haya pasado, los reuniremos en una multitud juntada” (sura 17, V. 104). Palazzi no es un clérigo menor. Estudió en la Universidad Al-Azhar de El Cairo, posee un doctorado en Ciencias Islámicas conferido por el Gran Mufti de Arabia Saudita, y actualmente es el imán de la comunidad islámica italiana. ¿Cómo conciliar estos y otros casos con la evidencia antes presentada? En primer lugar, uno debe comenzar por reconocer que estas ocurrencias son valientes excepciones. Son profundamente significativas, y alarmantemente atípicas. Al mismo tiempo, es importante tener presente que eljeque Sha´rawi, luego de la firma del Acuerdo de Camp David, emitió una fatwa (declaración religiosa) que comparaba al acuerdo de paz con Israel con el legendario Tratado de Hudaybiyya. La misma fue notablemente publicada en un diario egipcio, el mensaje era claro: la paz con Israel no es más que una tregua. En cuanto a Turquía, vale acotar que es el poder militar secular, no la masa musulmana, quien determina la orientación pro-israelí del país. Tal como un ex presidente turco, Turgut Ozal, lo expresó: “Turquía es un estado secular, yo no; yo soy musulmán”.69 La adhesión turca al laicismo, de hecho, está expresada en su Constitución. En otras palabras, al margen de la presencia musulmana, es la naturaleza secular la que dicta los parámetros de la política exterior turca. Otra explicación plausible podría encontrarse en el hecho de que el Islam ha sido politizado. Por ejemplo, luego de la muerte de Sha´rawi y el asesinato de Sadat, movimientos y países islámicos que se oponen a la paz con Israel sostienen que relaciones pacíficas con el estado judío ya no sirven a los intereses musulmanes. La manipulación política de una religión no es un hecho novedoso en la historia de la humanidad.
Podríamos Hacer Una Distinción Entre El Islam, como un movimiento religioso que contribuyóinmensamente al bienestar personal y desarrollo espiritual de millones de personas a lo largo y ancho del mundo, por un lado, y el “islamismo”, una interpretación fundamentalista de los postulados teológicos sumado a una aplicación radical de los mismos, por el otro. Así, países como Jordania, Egipto y Turquía, serían los expositores fieles del Islam “genuino”. Naciones como Afganistán, Irán, Libia y agrupaciones como el Hizbullah, Hamas y Al-Qaida, podrían ser vistas como desviaciones radicalizadas de la senda real. Sin embargo, no puede ser ignorado el hecho de que el Islam es inherentemente exclusivista y ha engendrado un fundamentalismo que goza de considerable simpatía a lo largo y ancho del mundo musulmán. En realidad, labreve introducción a la teología musulmana que hemos realizado atestigua una hostilidad religiosa y una antipatía histórica que no admite ser desechada galantemente. La aversión antijudía presente en el Islam no es un hecho moderno, y el rechazo moderno a la existencia de Israel cruza fronteras geográficas y afiliaciones políticas. Hay un nexo vinculante entre las palabras del jeque Tamimi (uno de los fundadores de la agrupación Jihad Islámica), quien, en su libro conspicuamente titulado La obliteración de Israel: un imperativo coránico, escribe en 1982: “no accederemos a [la existencia de] un estado judío en nuestra tierra, incluso si es solamente una aldea”, hasta las palabras del “Muftí de Jerusalén y Palestina”, el jeque Ikrima Sabri, pronunciadas en una entrevista con un periódico egipcio en el año 2000: “La tierra de Palestina no es solamente Jerusalén, esta tierra se extiende desde el río[Jordán] hasta el mar [Mediterráneo] (…) Todo palestino está, de hecho, en un estado de Jihad”.70 De estos jeques, el primero fundó un grupo opositor a la paz con Israel, el segundo fue nombrado mufti por la Autoridad Palestina, una entidad que negoció la paz con Israel. ¿No hay aquí una incongruencia? ¿No debieran acaso detectarse diferencias en los discursos de clérigos anti y pro paz con Israel? Basta observar como la deportación de un solo palestino por parte de autoridades israelíes genera manifestaciones de protesta desde Gaza hasta Bangladesh para comprender hasta qué punto es predominante el anti-israelísmo (léase anti-judaísmo) en el mundo árabe-musulmán. Una lectura honesta de la realidad lo obliga a uno a admitir que Israel enfrenta un movimiento que va más allá de temas y problemas cotidianos, hay algo más profundo que toca con lo más hondo de las creencias religiosas, valores culturales y estados mentales de toda una civilización enojada con el Occidente e insultada con la presencia judía en “su” región. Y si bien han existido y aún existen felices y admirables excepciones, las que mantienen viva la esperanza de una futura convivencia pacífica, él ánimo prevaleciente en el Dar al-Islam contemporáneo no parece estar signado por la coexistencia y la reconciliación. Es con esta manifestación prevaleciente del Islam -y no con las loables y esporádicas excepciones- que el estado judío debe lidiar.


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