jueves, 6 de septiembre de 2012

Los Juegos del horror cuarenta años después.


“La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.” Marco Tulio Cicerón (escritor, orador y político romano.)

Yo volví  a Israel  una década después de haber estado por primera vez en 1962.  Llegaba  decidido a cumplir con un sueño: vivir en una colonia—kibutz. Me asignaron  Los Campos de Nahúm, que está ubicado entre las ciudades de  Afula  y Beit Shean (que son las que dividen los valles de Jezreel, y del río Jordán, respectivamente.)

A pesar que mi nueva actividad estaba relacionada con el cultivo de cítricos y olivares, mi pasado de periodista deportivo,  reverdeció con la proximidad de  los  Juegos Olímpicos de Múnich.
Un vecino mío, también argentino,  había recibido de regalo un televisor color lo que nos permitiría ver las competencias con un ingrediente más y desde una platea preferencial.

 El año 1972 marcó un punto de inflexión de  lo que ocurriría un año después: la Guerra de Octubre.
El Servicio de Inteligencia interno (Shabak) no detectó la llegada de un terrorista integrante de las Brigadas Rojas niponas, quien   provocó una masacre en el  aeropuerto internacional David ben Gurión.
La otra falla le cupo a la  Seguridad Exterior, el Mossad,  que no previó lo que iba a ocurrir  en  los  Juegos Olímpicos de Múnich, cuando  el   grupo terrorista  Septiembre Negro (recordaba la matanza de palestinos por fuerzas jordanas),  tomó por asalto el sector de la villa olímpica donde estaba alojada la delegación israelí, secuestrando y asesinando  a once personas entre entrenadores y deportistas.   

Ya en el Mundial de fútbol de México del año 1970,  el mismo grupo terrorista  había  proyectado secuestrar  a la selección  israelí.  Los custodios de la delegación tuvieron ciertos indicios que algo grave se estaba pergeñando. De inmediato la representación israelí cambió de sede.  Así se  evitó una tragedia, pero la memoria no funcionó a la hora de prever lo que iba suceder  dos años después.

Yo lo escribí en varias ocasiones, y no me  hizo  falta que Alemania lo dijera públicamente que entre los Organizadores de la justa deportiva, hubo quienes simpatizaron con los   árabes y que,  prácticamente no tomaron ningún recaudo para proteger a los deportistas israelíes.

Los francotiradores designados por la policía de Múnich, para impedir la huida de los secuestradores  con sus  rehenes,  no disponían de radios para coordinar su fuego, y carecían de rifles de precisión y de teleobjetivos o dispositivos de visión nocturna.  De esta anarquía no podía resultar otra cosa, de lo que aconteció en la realidad.

Para simplificar las cosas:   en Múnich se realizó el primer mitin del Partido Obrero Alemán, fue   el 24 de febrero de 1920, donde el homicida Adolf Hitler, leyó  los veinticinco puntos programáticos que dieron origen a su  fuerza político-militar.
Volviendo a los Juegos Israel tenía puesta todas sus fichas  en la velocista  Esther Roth Shajamorov (n. 1952),  como la que podía obtener la  primera medalla olímpica para su  país. La atleta se retiró en las semifinales de los cien metros con valla,  cuando se enteró que entre los muertos estaba su entrenador Amitzur Shapira.

En la desesperación israelí  por  atrapar al cerebro de la  masacre de Múnich, sus servicios de inteligencias   lo confundieron   y quien pagó el pato fue un marroquí   que   trabajaba como camarero en Lillehammer, Noruega.   
La víctima era hermano de Chico Bouchikhi,  fundador del grupo musical   Gipsy Kings.
(es un extracto de mi libro en preparación: Mi Vida y sus Infiernos.)

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La Historia no oculta nada. Un estudio realizado para evaluar el comportamiento belga durante la Segunda Guerra Mundial, quedó  en evidencia que en varios municipios hubo complicidad con los nazis para facilitar el envío de  los   seis mil seiscientos hebreos ciudadanos belgas,   a los campos de exterminio.
 Qué puede sorprender de  un país donde  uno de sus    monarcas, el mal nacido  Leopoldo  II, a partir de 1884 exterminó  a diez millones de congoleños, al solo efecto de enriquecerse con  la explotación del caucho.
Por este sólo hecho Bélgica no tendría que ser  sede  del Consejo Europeo, del Consejo de la Unión Europea, del Parlamento Europeo y  de la Organización del Atlántico Norte (OTAN).
Pero la Humanidad no tiene sentimientos sino conveniencias.  Por eso, los  muertos son un número en la Historia.
La vida es una fotocopia y un cúmulo de mentiras de la que se valen los mentirosos para ocultar la verdad. 

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