“La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el
silencio.” Marco Tulio
Cicerón (escritor, orador y político romano.)
Yo volví a Israel una década después de haber estado por primera
vez en 1962. Llegaba decidido a cumplir con un sueño: vivir en una
colonia—kibutz. Me asignaron Los Campos de Nahúm, que está ubicado entre
las ciudades de Afula y Beit Shean (que son las que dividen los
valles de
Jezreel, y del río Jordán,
respectivamente.)
A pesar que mi nueva actividad
estaba relacionada con el cultivo de cítricos y olivares, mi pasado de
periodista deportivo, reverdeció con la
proximidad de los Juegos Olímpicos de Múnich.
Un vecino mío, también argentino, había recibido de regalo un televisor color lo
que nos permitiría ver las competencias con un ingrediente más y desde una
platea preferencial.
El año 1972 marcó
un punto de inflexión de lo que
ocurriría un año después: la Guerra de Octubre.
El
Servicio de Inteligencia interno (Shabak) no detectó la
llegada de un terrorista integrante de las Brigadas Rojas niponas, quien provocó una masacre en el aeropuerto internacional David ben Gurión.
La otra falla le cupo a la Seguridad Exterior, el Mossad, que no previó lo que iba a ocurrir en los Juegos Olímpicos de Múnich, cuando el
grupo terrorista Septiembre
Negro (recordaba la matanza de palestinos por fuerzas
jordanas), tomó por asalto el sector de
la villa olímpica donde estaba alojada la delegación israelí, secuestrando y
asesinando a once personas entre
entrenadores y deportistas.
Ya en el Mundial de fútbol de México
del año 1970, el mismo grupo terrorista había proyectado secuestrar a la selección israelí. Los custodios de la delegación tuvieron ciertos
indicios que algo grave se estaba pergeñando. De inmediato la representación israelí
cambió de sede. Así se evitó una tragedia, pero la memoria no
funcionó a la hora de prever lo que iba suceder dos años después.
Yo lo escribí en varias ocasiones, y no
me hizo falta que Alemania lo dijera públicamente que entre
los Organizadores de la justa deportiva, hubo quienes simpatizaron con los árabes
y que, prácticamente no tomaron ningún
recaudo para proteger a los deportistas israelíes.
Los francotiradores designados por la policía de Múnich,
para impedir la huida de los secuestradores con sus rehenes,
no disponían de radios para coordinar su fuego, y carecían de rifles de precisión y de teleobjetivos o
dispositivos de visión nocturna. De esta
anarquía no podía resultar otra cosa, de lo que aconteció en la realidad.
Para simplificar las cosas: en Múnich se realizó el primer mitin del
Partido Obrero Alemán, fue el 24 de febrero de 1920, donde el homicida
Adolf Hitler, leyó los veinticinco
puntos programáticos que dieron origen a su
fuerza político-militar.
Volviendo a los Juegos
Israel tenía puesta todas sus fichas en
la velocista Esther Roth Shajamorov (n.
1952), como la que podía obtener la primera medalla olímpica para su país. La atleta se retiró en las semifinales
de los cien metros con valla, cuando se
enteró que entre los muertos estaba su entrenador Amitzur Shapira.
En la desesperación israelí por atrapar al cerebro de la masacre de Múnich, sus servicios de
inteligencias lo confundieron y
quien pagó el pato fue un marroquí que trabajaba como camarero en Lillehammer,
Noruega.
La víctima era hermano de Chico Bouchikhi, fundador del
grupo musical Gipsy Kings.
(es un extracto de mi libro en
preparación: Mi Vida y sus Infiernos.)
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La Historia no oculta nada. Un estudio realizado
para evaluar el comportamiento belga durante la Segunda Guerra Mundial, quedó en evidencia que en varios municipios hubo
complicidad con los nazis para facilitar el envío de los seis
mil seiscientos hebreos ciudadanos belgas, a los campos de exterminio.
Qué puede sorprender de un país donde uno de sus
monarcas, el mal nacido Leopoldo
II, a partir de 1884 exterminó a
diez millones de congoleños, al solo efecto de enriquecerse con la explotación del caucho.
Por este sólo hecho Bélgica
no tendría que ser sede
del Consejo Europeo, del Consejo
de la Unión Europea, del
Parlamento Europeo y de la Organización del Atlántico Norte (OTAN).
Pero la Humanidad no tiene sentimientos sino
conveniencias. Por eso, los muertos son un número en la Historia.
La
vida es una fotocopia y un cúmulo de mentiras de la que se valen los mentirosos
para ocultar la verdad.
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