miércoles, 4 de abril de 2012

Argentina crisol de razas.


El antisemitismo es una reacción natural de tipos jodidos quienes desde la cuna mamaron el odio hacia el prójimo porque no se bancaron nunca sus propias miserias.

Si miramos lo que fue la Guerra de Malvinas y la participación que tuvo Israel enviando pertrechos para la Argentina, vía Perú, hubo la misma gratificación que recibió el país incaico cuando la Argentina le vendió armas a Ecuador en momentos que estos países estaban en conflicto.

El hombre que discrimina está al margen de toda lógica y por eso su animadversión es patológica por lo que no admite ningún otro tipo de consideraciòn.

A treinta años de haber finalizado la Guerra de Malvinas, me desayuné sobre la existencia de antisemitismo en el Ejército argentino leyendo párrafos del libro publicado por el periodista Hernán Dobry Los rabinos de Malvinas.

“La gran mayoría de los soldados judíos sufrieron el maltrato físico y verbal de parte de los sub-oficiales y oficiales”, explica a INFOnews el autor durante una entrevista conjunta con el veterano Silvio Katz, en la que hablan del maltrato.

“Silvio Katz llegó a las Malvinas junto con sus compañeros del Regimiento de Infantería Mecanizada 3 (RIMec 3), de La Tablada. El subteniente Eduardo Flores Ardoino “Me castigó todos los días de mi vida de soldado por ser judío.

Me congelaba las manos en el agua, me tiraba la comida adentro de la mierda y la tenía que buscar con la boca. Me trataba de puto, que todos los judíos éramos cagones y miles de bajezas más. El tipo se regodeaba con lo que me hacía, era feliz viéndome sufrir. Les decía a los demás que les hubiera pasado lo mismo si hubieran sido judíos como yo.”

Si bien es imposible saber la cantidad real de conscriptos israelitas que estuvieron combatiendo en las islas, ya que ni las Fuerzas Armadas ni las instituciones de la colectividad llevaron un registro, Hernán Dobry logró encontrar a veinticinco de ellos, de los cuales diez se prestaron a participar de su libro.

Un suboficial se sorprendió de que Pablo Macharowski, del Grupo de Artillería Aerotransportado 4, luchara hasta caer herido pese a su condición de judío. “‘Qué raro que vos que sos judío estés combatiendo acá’, me dijo. Soy argentino, no tiene nada que ver que sea judío o no. Al tipo le maravillaba, como si fuese algo ajeno”, resalta.

Claudio Szpin, del RIMec 3, vivió una situación similar mientras montaba guardia cerca de su pozo de zorro, junto a su amigo Sergio Vainroj. “Había una cosa de si

uno era argentino o no. Era como que por el hecho de ser judío no se terminaba de ser del todo argentino”, recuerda hoy.

Marcelo Eddi, del Regimiento de Infantería 1 Patricios (RI 1), estaba en Comodoro Rivadavia cuando su superior le ordenó que, junto a sus compañeros, formara frente al galpón sin paredes donde dormían. Allí les anunciaron que la sección Morteros, de la que formaba parte, saldría rumbo a las islas ese mismo día.

Eddi hizo todo lo posible para viajar y le cambió el lugar a un soldado que temblaba de miedo.

“El teniente primero que nos acompañaba era hijo de Adolfo Hitler, porque era nazi, se vestía igual y se peinaba con gomina para atrás -relata-. A mí me sacaron a un costado. Entonces, se paró al lado mío y me dijo: ‘Voy a llevar todos soldados criollos, no un judío’. Le respondí: No hay problema. Lo que pasa es que acá son todos valientes, como usted”. ‘A mí no me conteste, soldado’. ¿Qué va hacer? ¿Me va a pegar, a meter preso? Quédese tranquilo que cuando le tenga que dar la espalda, veremos, le dije y me gritó: ‘Judío de mierda.’”

Una situación parecida tuvo que vivir Sigrid Kogan, también del RI 1., unas semanas antes, tras la recuperación de las islas cuando su unidad aún estaba formada en Palermo y los oficiales pasaban con la lista

seleccionando quiénes irían a Malvinas. Una vez más, el ser judío fue la razón para que sus superiores se ensañaran con él. “Hicieron pasar a todos los soldados en el playón, empezaron a armar una lista y preguntaron: ‘¿Los judíos no van a ir? ¿Quiénes son los judíos? Ertel, Kogan, un paso para acá’ -rememora. Me dijeron: ‘Cuando nombre a Fernández, diga presente’. Entonces, yo judío, tuve que dar el apellido de un soldado que no había venido. No estaba en la lista original y terminé yendo a Malvinas por ser judío, sino, no me tocaba.”

La discriminación contra los judíos no fue una rareza que sólo padecieron las clases 62 y 63, sino que se trataba de un comportamiento habitual en muchos miembros de las Fuerzas Armadas en las décadas anteriores a la derogación del Servicio Militar Obligatorio, en 1995.

Ahora viene la otra parte dura de la vida de estos colimbas hebreos: la actitud de las entidades centrales de la comunidad judía consecuentes con la actitud que tuvo la población argentina frente a los veteranos de guerra, ya que no se preocuparon por el estado de los conscriptos israelitas, ni cuando regresaron al continente, ni en los meses siguientes, a pesar de que unas semanas antes habían estado gestionando el envío de los rabinos para prestarles asistencia espiritual.

Ante esta situación, Hernán Dobry le planteó al presidente de la DAIA, Aldo Donzis, en dos oportunidades las necesidades que tenían los veteranos de Malvinas judíos, para que realizara un acto en el que les reconocieran lo hecho durante el conflicto e, incluso, le entregó el listado con todos los datos de cada uno de ellos. Nunca obtuvo respuesta.

No creo que Donzis esté preocupado por los ex colimbas, ahora tiene que solucionar la situación planteada por una joven de la colectividad que lo denunció de haberla forzado sexualmente, cuando era una adolescente de diecisiete años.

La mujer hoy treintañera después de recorrer distintos estamentos de la colectividad sin el menor éxito, decidió dar a conocer su situación a través del sitio plazademayo.com que dirige el periodista Gabriel Levinas.

La vida es una fotocopia.

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