Todos los días aparecen en las primeras
planas de los diarios del mundo entero, noticias de adolescentes que se suicidan
o intentan quitarse la vida, porque no soportan el acoso del que son objetos por parte de otros jóvenes, especialmente dentro del marco
educativo.
En la Argentina, esta forma de violencia escolar ha ido
cambiando de traje y los pocos que estudian el tema reparan en lo mismo: antes
las chicas separaban; ahora son cada vez más las que hostigan a otras, incluso
a los golpes.
Tampoco no para de crecer el ciberbullying: acosan con
mails anónimos o usurpando la identidad de otros o suben fotos comprometedoras
a Facebook para humillar a uno frente a una red de supuestos amigos.
Quizá la gran difusión que tiene el bullyng
en esta época, oculta cosas que ya existieron en el pasado.
Yo en la Escuela Primaria fui objeto del
bullyng, algo que en la década del cincuenta del siglo pasado no
se lo conocía como tal.
Mi sufrimiento comenzó durante el primer gobierno de Perón cuando,
devolviendo gentilezas, le otorgó a la Iglesia Católica,
horas cátedras, para que enseñara
Religión en las escuelas.
(El cardenal Santiago Luis Copello había apoyado
abiertamente la candidatura de Perón a
la Presidencia de la Nación.)
Yo me
retiraba de las clases de Religión, y durante dos horas yiraba por el patio del
colegio hasta que los clérigos se
retiraban.
Esto sucedía dos veces por semana.
El acoso se producía cuando yo regresaba al
aula. Los curas ya se habían encargado
de darles a mis compañeros su perorata tendiente a acrecentar el odio hacia los
hebreos.
No había clase en que los curas no
reforzaran las mentes de los
alumnos, para que vieran en mí el
causante de todos los males del mundo. Yo había sido quien había matado al Hijo de
Dios. Justo yo que era incapaz de matar una mosca.
Por supuesto que los sacerdotes no
tenían nada que decir sobre la participación de la Iglesia,
durante las Cruzadas; en
tiempos de la Inquisición; ni sobre las
masacres de los pueblos originarios de América; entre otras bondades producidas
por la fe cristiana.
Yo me ganaba toda clase de improperios y descalificaciones, hasta que un grupo
menos beligerante introducía un poco de paz entre el asesino de Cristo y los
defensores de la fe.
Hasta que no me iba del Colegio, yo
estaba aislado del grupo.
Cuando
no se dictaban las clases de
Religión, todos éramos amigos, todos nos abrazábamos, todos compartíamos idénticos proyectos infantiles.
Afortunadamente para mí, unos años
después, poco antes que yo terminara la Primaria, un gato negro
se cruzó entre Perón y la Iglesia, y se terminaron mis padecimientos. Los curas
no volvieron a la Escuela Normal de Concordia.
Se
reabrieron los prostíbulos que habían sido clausurados, reavivándose la
zona roja, ahora convertida en un
lugar muy concurrido, por solteros y maridos aburridos.
La vida es una fotocopia. Sólo es cuestión de recordar.
----------------------
Si algo siempre tuve en claro en
toda mi vida, que nunca quise ser famoso
ni hacerme de riquezas. Mis únicas fortunas son mis ideas, que no cambiarán el
mundo pero servirán de reflexión, para aquel que tenga deseos de pensar.
Mis textos se encuentran en: MIS
TORRES DE BABEL. BLOGSPOT.COM
----------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario