lunes, 29 de octubre de 2012

AUTOAYUDA EN LAS TINIEBLAS.



Si los libros de autoayuda hubiesen servido para algo, no habría tantos seres infelices en este mundo.
Los ricos serían  menos egoístas; las religiones menos mentirosas; y las editoriales no lucrarían con el pesar ajeno.

Solamente acceden a estos mamotretos impresos aquellos que tienen la panza llena y andan por el mundo  como bolas sin manija; los que necesitan alguien que les quiera y creen que hay una   fórmula mágica para conseguir el príncipe o la princesa de los sueños; o aquellos que amenazan en suicidarse para llamar la atención.

Yo busqué alguna justificación para leer alguno de los   libros de autoayuda que inundan las librerías.  Miré  sus precios de tapas y calculé  lo que  cobro a fin de mes,  me di cuenta que la verdadera autoayuda era no comprar estos textos milagrosos. 

La vida es una mentira dolorosa: donde hay quienes consiguen resucitar a   los muertos; hacen llorar a  las esfinges; curan con agua bendita;  recuperan las almas de sus seres queridos;      mientras tanto    millones de seres humanos  no saben qué hacer de su puta vida.

Yo pienso en el hindú Ravi  Shankar que   vino a la Argentina a enseñar a respirar a unos cien mil porteños, a cambio de miles de dólares. Yo haría lo mismo y gratis.

Yo pensaba: porque Shankar no se va a su país   para instruir a  millones de personas  que se ahogan hacinados en ciudades miserables.
Claro en la india no tiene  la posibilidad de currar como lo hace en el mundo occidental y cristiano.

Yo pienso en ese consejero espiritual llamado Claudio María
Domínguez, un chirolita de la radio y la televisión, que ni su propia esposa  se bancó sus truchadas y  lo cambió por el llamado Maestro Amor (Javier Ocampo), otra buena banana, que entre sus últimos logros espirituales  tiene  que ver con la Justicia: está acusado de corrupción de menores.

Yo pienso en la psicóloga chilena Pilar Sordo, una mujer que  para charlar sobre la condición humana, cobra una entrada más  cara  que una obra de Broadway.
Ella nació el mismo día que yo, lamentablemente para mí, si bien tengo tanta parla como ella,  no haría un  mango con la desesperación ajena. 
Hay que ser sordo, para inventar semejante cantidad de boludeces tarifadas.

Si el hombre no sigue las enseñanzas de los filósofos, ni los consejos de los hombres de ciencia, todo lo demás es pura cháchara.
Cuando  me entere que los políticos sean dignos del pueblo después de leer un libro de autoayuda; cuando sepa que  los empresarios cambien su postura y  no le metan la mano en el bolsillo del trabajador, después de leer un libro de autoayuda; cuando los laboratorios no lucren con el sufrimiento de la gente, después de leer un libro de autoayuda; cuando el empleado público tenga un trato deferente, después de leer un libro de autoayuda,  entonces se habrá terminado  con  la hipocresía de aquellos que se sienten los dioses de la autoayuda.
La Vida es una Fotocopia.  

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