Cuando los derechos humanos
son inhumanos.
En mi largo oficio de vivir he aprendido que la línea
programática de todos nuestros gobernantes sigue siendo la mentira impiadosa.
Todos los
países mal llevados, están gobernados por
políticos que se dejan tentar cuando de curros se trata, porque el vil metal, es la razón del poder.
Y el pueblo es los de menos.
Son en los países mal llevados donde las decisiones sesudas se
reducen a recortarles el presupuesto a
los JUBILADOS, a la SALUD y a la EDUCACIÓN.
Si nuestros gobernantes minimizan el valor de la Salud
y la Educación, difícilmente la Sociedad sentirá respeto, por estos componentes
esenciales de la vida de un país: que
son los maestros y los médicos.
Por supuestos que muchos de estos profesionales hacen
poco y nada para merecerse un poco de respeto.
Los
médicos argentinos que trabajan en los hospitales públicos reconocen
sentirse cansados y sobreexigidos en una tarea donde no falta el maltrato, la sobrecarga horaria y distintos tipos de presiones.
Es cada
vez mayor el número de estos profesionales que se niegan a seguir lidiando en
las instituciones estatales.
Y ese
vaciamiento humano termina por resentir la atención pública.
Según una encuesta sobre el ejercicio profesional
realizada por El Fondo de Naciones
Unidas para la Infancia (UNICEF
Argentina)
y la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP),
el 52% de los médicos han padecido maltrato psicológico por parte de compañeros o
jefes.
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Hablan de
jefes y colegas que abandonan
sus tareas hospitalarias para ir atender tanto sus consultorios como sus clínicas.
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Un 56% de
los encuestados ha sufrido maltrato de los padres de sus pacientes y el 40%, de
sus pacientes (adultos.)
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Muchísimos
médicos en las Guardias roncan y dejan que los pacientes se sumerjan en largas
esperas.
Y en los
Consultorios Externos, muchos médicos atienden poco y nada, a pesar que el Estado paga para que trabajen tiempo
completo.
Ni que
hablar cuando esos médicos no concurren
a las prácticas y se reprograman los
turnos para el año del jopo.
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Una mujer parió en el baño de un
hospital porque tardaron en atenderla.
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La relación médico-- paciente se ha reducido a diagnósticos mecanizados. Ha muerto el ojo
clínico.
Llega el
niño enfermo con la madre o el padre: “Lleve
a su hijo a hacerse una radiografía, pase por el laboratorio y después espere.”
Ese “después” es otro médico el que se encarga de despachar a los atribulados padres que se preguntan: “¿Para qué vinimos?”
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Para los pediatras
que se dedican de lleno a la profesión tropiezan con poco tiempo para las consultas, les falta el espacio físico para hacerlo, tienen
sobrecarga de derivaciones y carencia de medicación.
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Es verdad:
hay muchos medicamentos que son placebos
o genéricos; y los buenos faltan porque manos
extrañas los hacen desaparecer.
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“Tengo 46
años y hago guardias sola, de 24 horas, en un hospital público, con hasta 80
consultas por día”, contó una pediatra que formó parte de la encuesta, y
continuó: “En época de gripe puedo atender hasta 120. No queda tiempo. Ni
hablar de dormir, bañarme o comer, nada.”
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Es
cierto: es víctima de la desidia de sus compañeros y de las autoridades
hospitalarias, que permiten que
quede en banda, especialmente si es un Residente.
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En los países mal llevados están los que siempre ocupan la vereda del Sol. Los que han perdido el
alma: ya no saben
qué son. Que están más
preocupados de cobrarle al paciente un diferenciado por más que el pobre tipo tenga
obra social.
Y hay que ver la cara pedorra que pone el médico cuando el que viene atenderse es un jubilado.
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Y en la vereda menos soleada están los médicos que entregan el alma a la profesión. Son los boludos
que trabajan. Son los que respetan su
juramento Hipocrático a rajatabla.
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La Salud como un bien
social, es algo que no resulta del agrado
de muchos médicos, clínicas y laboratorios.
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Yo utilizaba para mi asma crónica, un medicamento que durante dos
décadas, me permitió sobrellevar la enfermedad mucho más que bien.
Hace unos años el medicamento ya no figura en el vademécum.
A esos energúmenos que lucran con la Salud no les conviene que una enfermedad tan rentable como el asma, pueda ser curable.
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Un medicamento que cura permitiría menos recetas, no se pagarían coimas, no se enriquecerían los
sindicalistas y los laboratorios tendrían un rostro menos mafioso.
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Lamentablemente, los países
mal llevados seguirán transitando el largo
camino de la inmoralidad y la
ausencia
de solidaridad.
La Vida es una Fotocopia.
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