viernes, 1 de marzo de 2019

NO SOY FAMOSO PERO TENGO COSAS QUE DECIR (5)


Contaré mi vida antes que la parca se anticipe.

MI MADRE Y SUS HERMANAS (continuación).  
MI TÍA LA MENOR   no se distinguía tanto por su  físico (era ancha de caderas), sino por la belleza de su rostro, donde relumbraban sus tremendos  ojos violetas. Tenía un cierto parecido a la actriz inglesa  Elizabeth Taylor  (n. 1932), aunque  nada que ver con  la  niña prodigio de Hollywood que vivió coleccionando maridos.
Esta TÍA  era muy pegada a Mi Madre. Vivió  un  tiempo en Concordia ayudándola  en mi crianza. Según Mi Tía,  yo  era tremendamente caprichoso a la hora de comer.
ROSITA, aburrida de mis berrinches  diseñó una estrategia: ella había notado que yo  le ponía toda mi atención a una  canción que se oía  todos los mediodías  a través de una emisora uruguaya. Era una especie de separador previo al informativo de las doce.  La música en cuestión  era DIOS BENDIGA AMÉRICA, del  compositor ruso de origen hebreo Irving Berlin (Israel Baline n. 1888): “Dios bendiga a América, la tierra que  amo,/ Estar al lado de ella y su guía/ A través de la noche con una luz desde arriba .
BERLIN también compuso una de las canciones emblemáticas de los cristianos:   La Navidad Blanca.     
MI TÍA simulaba que  le hablaba al  receptor. Pedía por mi  canción favorita y yo   consentía  de comer sin chistar.
MI TÍA  estuvo  deambulando un tiempo entre nuestra casa y la de su hermana mayor. Después se alquiló un departamento en el barrio de  Congreso, compartiendo el piso con la actriz LAURA HIDALGO (Pesea Fieman, n. 1927 en la ciudad moldava de Besarabia).  Finalmente pescó  marido en un encuentro de solos y solas que  organizaba  el club Hebraica.
El ESPOSO DE MI TÍA ROSITA,    había nacido en  la ciudad entrerriana  Basavilbaso (en homenaje a un ex gobernador entrerriano Clemente B., n .1841).  Había enviudado cinco años después de casarse. Tenía  una niña de tres años. Daba  toda la apariencia de ser un porteño de ley.   Iba siempre  trajeado.
Él   tenía un hermano que se había recibido de Odontólogo en Córdoba.  Y   dos  hermanas, a mi gusto, feúchas quienes lograrían casarse  después de una intensa búsqueda.
Yo estaba en la casa de MI TÍA LA MAYOR,  cuando su hermana le    presentó  a su futuro esposo. 
La novia,  que era una loca de la limpieza, le sacó brillo  al viejo caserón como para que se viera medianamente presentable a los ojos del novio.
MI PRIMA  y yo apenas si alcanzamos a saludar a nuestro futuro tío.   Enseguida nos mandaron a jugar al patio.  No era cuestión que dijéramos algo impropio y quemáramos el asado.  Nos podían llegar a matar.
EL FUTURO TÍO  era  un tipo fornido, bigotudo, una abundante cabellera que mantenía ordenada a fuerza de gomina.   Usaba lentes de manera  permanente porque  era chicato.  Trabajaba en una empresa  textil. Era el  encargado de las
ventas al por mayor.  A veces viajaba por la Provincia de Buenos Aires  para visitar a los clientes que merecían ser distinguidos por el volumen de sus compras. 
El dinero que   ganaba no daba como  para tirar manteca al techo, pero   lo 
suficiente como  para mantener a cinco mujeres: esposa, tres hijas  y a la suegra materna  que se había ido a vivir con ellos.
 Se casaron el viernes 5 de enero de 1951.  Esta   fecha fue  elegida    para que el 
hermano del novio, MATIAS,  el odontólogo, pudiera asistir a  la boda ya que dos semanas después hacía aliá (emigraba) a Israel: estaría entre los fundadores del    KIBUTZ  MEFALSIM, y el primer odontólogo del Neguev.
La noche  del casorio el cielo estaba totalmente estrellado. Fue una reunión íntima en el patio del caserón. Yo estuve en representación de mi familia de Concordia. 
Me senté  en una mesa aparte con mi prima FLORINDA y VIRGINIA, la hija del flamante tío.
 Como la heladera de MI TÍA   era un pequeño cajón que apenas si  enfriaba, las bebidas fueron colocadas en la bañera, recubriéndolas con barras de hielo.
En marzo de ese mismo año Mi PADRE revolucionó nuestra casa cuando compró una heladera eléctrica Westinghouse.   Nuestro repartidor de hielo de tantos   años,  perdía  un cliente.
Sin embargo, MI PADRE nunca se pudo  desprender  de su vieja vasija de arcilla. Decía que la frescura  y el sabor del agua que se almacenaba en ella, eran   irremplazables.
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HELADERA. “En 1912 mientras trabajaba como labrador, Clarence Birdseye, fue el primero en usar el frío para conservar los alimentos rociándolos con un líquido que circulaba a unos 40 grados bajo cero.” Yo  acompañé  a MI TIO  a despedir a su hermano la noche que éste  viajó a Israel.
 La Dársena de Puerto Nuevo   reventaba de amigos y familiares de los distintos grupos que hacían emigraban.
El trasatlántico  Conde Biancamano, construido  en 1925,  más que un buque de ultramar  se parecía a  un crucero  turístico, de esos que se veían en las películas: estaba totalmente adornado con luces y cintas  multicolores.  
Cinco años después, este mismo barco de bandera italiana transportaría   el cadáver de EVA PERÓN a Italia. Un secuestro ordenado por el  Gobierno militar que había derrocado a su esposo
A Evita hasta muerta le temían. 
El abrazo entre  Mis Tíos  fue realmente  conmovedor, tanto así que yo lloré a la par de ellos.  Como ambos  tenían  ojos saltones, más que lágrimas me pareció hallarme en medio de una lluvia tropical.
Ellos presentían que jamás   se volverían a ver. Y así fue: al Odontólogo  murió en 1963 como  consecuencia  de una distrofia muscular. Ocurrió  un año después que yo lo fuera a visitar y  dos antes que  Marcos hiciera aliá.   
En  el mes de setiembre de 1962 vine por un día para estar  con  el  Odontólogo  en su kibutz.
A pesar de  su enfermedad hizo un enorme esfuerzo como para   demostrarme que aún era una persona útil. Me llevó a su consultorio  para tratarme  una muela cariada.
Cuando me puso el torno, más allá de mi natural pavura, sentí  un mazazo en la boca: el mandril  se le había escapado, raspándome la lengua. Me las aguanté  con tal de no herir  su orgullo.   Y él se mostró muy feliz cuando dio por terminado el  tratamiento.
MATIAS,   se había   casado con una chaqueña. Tenían  una nena y un varón de cortas edades.
Su esposa  me ignoró totalmente. Pienso  que  la futura viuda no tenía ganas de conocer  a alguien que no vivía en el país y que nunca más lo volvería a ver.
Cuando murió su esposo ella  guardó luto durante dos años y después se volvió a casar. La soledad en el kibutz pesaba mucho más que en la ciudad.
MIS TÍOS, recién casados,  fijaron su residencia en una casa alquilada de cuatro ambientes, (tenía  un pequeño en el  altillo), que estaba  en la calle Concordia (vaya  casualidad), a metros de la avenida  Mosconi, en pleno barrio de Devoto.
MI TÍA era muy hábil en el manejo de la casa.  Ella cocinaba, lavaba,  planchaba y cosía.  Su marido  se cambiaba todos los días  la  camisa, la ropa interior y las medias. 
Ella nunca necesitó  de  la ayuda de nadie.  Aunque contaba con la colaboración de la Bobe que se había ido a vivir con ella.
MI TÍO, el entrerriano,    se levantaba a las cinco y media de la mañana para cumplir con su ritual diario: ducharse,  afeitarse   y ojear el diario  La Nación (fundado en 1870), que lo  recibía en su casa.  Mientras tanto su mujer  le servía el desayuno,  Luego   se cepillaba los dientes sin mezquinarle a la pasta dentífrica. No podía permitirse tener mal aliento. Después de mirarse por última vez en el espejo, se iba a tomar  el bondi. Tenía un largo trecho hasta el laburo.
 GILLETTE.  En 1903 apareció la primera hojita. King Camp Gillette, creó una máquina de afeitar cuya cuchilla no necesitó ser afilaba, porque era descartable
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A mí me  gustaba ver  cuando Mi Tío y Mi Padre se afeitaban. Cuando a mí me tocó  rasurarme lo mío fue un calvario:   el acné había convertido a mi rostro en un campo de batalla lleno de víctimas.  Debía tener siempre  a mano un lápiz coagulante para detener los sangrados.
En 1967 un médico marplatense la embocó: de mis propias supuraciones me preparó unas  autovacunas.  En un mes estuve totalmente curado.  Del doloroso pasado me  quedaron  algunos unos baches que no se pudieron   tapar.
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Cada vez que íbamos a visitarlos (un año viví con ellos),  y    Mi Tío  se iba al laburo,  yo bajaba del altillo donde  me destinaban una cama, y me apropiaba de La Nación  al que  literalmente lo  desguazaba. Solamente no leía sus clasificados. 
MI TÍO volvía del laburo  después de la siete de la tarde con el vespertino,   La Razón sexta (fundado en 1905), bajo  el brazo. Lo hojeaba durante el viaje y con él se quedaba dormido.
MI TÍA se  quejaba, sin éxito,  del poco diálogo que tenía con su esposo. Sexualmente se mostrse mostró como  una mujer insatisfecha. Un karma que aquejó a las tres hermanas.
Cuando MARCOS  empezaba a roncar  yo   entraba al dormitorio y me llevaba el diario. Y lo largaba   cuando  MI TÍA  terminaba de limpiar la cocina: era su turno e inamovible.
MI TÍO, el entrerriano,  era un niño grande: se alimentaba de revistas,  de  libros de aventuras y   de suspenso.  Él fue quien me  prestó EL SABUESO DE LOS BASKERVILLE  la tercera novela del escritor escocés Arthur Conan Doyle   (n. 1859). A pesar de no ser un aficionado a este tipo de lectura,  su historia me atrapó y lo leí hasta el final.   
MARCOS  nunca llegaba  a su casa no sin antes pasar por la rosticería. Para mí era un festín, teniendo en cuenta que Mi Madre me tenía cortito con las comidas: yo recibía una estricta dieta ovo lacto vegetariana. Ella estaba  convencida que así  podía disminuir mis ataques de   asma.
MI TÍO podía ser cualquier cosa menos tacaño.  Se brindaba por entero por sus sobrinos.  Él y su esposa,  coincidían en que Mis Hermanos y yo,
vestíamos   como verdaderos pordioseros. Siempre nos compraban alguna prenda. Mis Padres no se daban por aludidos.
MI TÍO me  llevaba a  la peluquería para que me hicieran un corte moderno, que saliera de esa costumbre que tenía Mi Madre de pelarme a cero. 
Para mí fue  toda una novedad el día que llamó a un  lustrabotas para que le diera
brillo   a mis estropeados tamangos.
MI TÍO fue quien me regaló mi primer vaquero, antes de que yo viajara a Israel en el año  1962. Se había dado cuenta que mi valija estaba muy liviana para un viaje de  un año.
MIS TÍOS esperaban  mucho de mí, me creían un chico capaz de hacerse una carrera universitaria. Con el tiempo  los desilusioné.
En 1959  yo estaba viviendo   en Mendoza porque el asma me había destrozado los pulmones. Yo le  habìa escrito a  VIRGINIA   contándole que había robado unas hojas de carpeta de una librería, para no ir al colegio sin haber hecho  los deberes.  También le conté de mi arrepentimiento.
MARCOS,  enterado de mi precaria situación económica,  me envió un paquete con prendas tejidas para que tratara de venderlas al por mayor.  El  yeite era bueno. El problema era yo: nunca tuve pasta de vendedor.  Se lo devolví  sin siquiera abrirlo. Nunca pude superar mi  miedo al “No.”  
El matrimonio de MIS TÍOS  tuvo un triste final.  Él   demostró ser un verdadero huevón.  Viviendo en Israel su mujer había sido internada para extraerle  un pequeño tumor cerebral. Su marido no se apartaba de su lado. Un día MI HERMANO, el mediano, también radicado en Israel,  fue a visitar a la enferma al hospital. En un momento de aburrimiento  el Tío se puso a alardear frente a su sobrino de sus   aventuras extramatrimoniales,   pensando que su mujer estaba sedada.  Sin embargo, MI TÍA, dentro de su estado comatoso, lo oyó todo.
Ella  mantuvo los ojos y el pico cerrados por varios meses.  Los médicos   estaban  confundidos porque las señales cerebrales mostraban una total recuperación. 
 El milagro se produjo cuando su esposo falleció. MI TÍA se recuperó de inmediato. Todos coincidieron que ella se había vengado del  bocón.
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MI ABUELA MATERNA.  Era una persona de una fortaleza anímica increíble.  Los dolores físicos  no la doblegaban.  En Europa había llevado una vida muy dura y perdió toda esperanza de ser  feliz cuando llegó a la Argentina, porque no tuvo  la
vida soñada.  Esto no era Estados Unidos de Norteamérica. Su único consuelo fue el haber podido escapar antes que los nazis comenzaran con la limpieza étnica. 
La  bobe LEA,     era de mediana estatura,  delgada,  nariz aguileña y pequeños  ojos grises. Tenía una  cabellera que le llegaba hasta la cintura. Su pelo entrecano  se lo cepillaba  meticulosamente todas las mañanas.  Después, con un  hábil movimiento de manos lo transformaba en un rodete.   Caminaba  encorvada mirando el piso, como si tratara de ocultar su rostro a la vista de los demás.
Una noche del mes de   marzo de 1964 la Bobe  iba  a la terraza llevando una palangana con ropa sucia que pensaba lavar a mano. Trastabilló a mitad de  la  escalera rodando hasta el descanso. Del porrazo que se dio se lastimó un  codo. Ocultó lo ocurrido hasta que  el dolor la superó: se le había infectado la  herida.    Cuando MIS TÍOS  decidieron radicarse en Israel le dijeron a Mi Madre que cuidara de la Abuela. Consideraban que  no estaba física ni sicológicamente en condiciones de hacer un viaje tan largo. Lea, que no tenía un pelo de zonza, se dio cuenta que su Rosita  no quería cargar con ella. Se le frustraba un  sueño tan largamente acariciado: reencontrarse con sus   familiares que habían escapado antes y durante la SGM.  Y de un momento a otro plantó bandera: se instaló en el pasado  e ignoro totalmente  el presente.
Mi Padre me contó que su suegra antes de morir le dijo que  él  había sido  el mejor de todos sus yernos. Dudo que haya sido así: ella sabía  muy bien que su hija no había tenido un matrimonio feliz.
Mis Padres nacieron en Europa,   se casaron    en la Argentina, aquí tuvieron   sus hijos   y,   se separaron a  la vejez. 



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