lunes, 14 de agosto de 2017

LA COCINA DE MI CASA, EL CORAZÓN DE MI ADOLESCENCIA.



En el viejo caserón donde viví hasta los trece años, la COCINA era el encuentro familiar, aunque no siempre MI PADRE, llegaba a tiempo para los almuerzos o cenas,  pretextando mucho trabajo. Habitualmente comía solo.
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Un largo corredor unía las habitaciones con la COCINA, donde una larga mesa reunía a cuatro comensales; y era la MADRE, la que imponía el plan alimentario, no gozando siempre la simpatía de los comensales.
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En invierno el enorme ISTILART, devoraba carbón y madera, para calentar el ambiente y darles cocción a las comidas.
Yo de esta COCINA guardo un triste recuerdo: una chispa se aposentó en mi cuello, cuando yo tenía tres años, dejándome una marca que no era, precisamente, la del Zorro.
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También la COCINA era mi refugio para escuchar los partidos de fútbol. MI VIEJO consideraba que era para tapes. No me importaba. Me escabullía a lo de algún vecino, para evitar la censura paterna.
BOCA, era parte de mi locura futbolera.
En 1954 seguí el Mundial de Fútbol, con autorización oficial.  Uruguay era mi favorito. Alemania, fue campeón, con su habitual estilo patotero:  pegándole patadas al por mayor, en el partido final, a las libélulas húngaras, la escuadra favorita,
Y en noviembre, del mismo año, me emocionó la consagración de nuestro primer campeón mundial de boxeo: PASCUAL PÉREZ.
---- LO CONOCÍ PERSONALMENTE, cuando ya estaba rodando por la vida.

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El ambiente, es decir la COCINA, se recreaba con un aparador donde se guardaban platos y cubiertos; una CARUCITA, la alternativa, cuando se tenía que hervir agua o leche, especialmente; una alacena empotrada en una de sus paredes, donde se guardaban los elementos de primera necesidad, no refrigerados.
En una ocasión, MI MADRE, quiso repetir una vieja fórmula para fabricar cerveza. La cuestión que el tapón de la botella, no soportó tanta presión lo que invalidó la experiencia.
Si MI MADRE, hubiese vivido durante la Ley Seca, realmente no tendría destino.
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El resto de los aposentos no tenía calefacción. Se utilizaba una estufa a querosén, que se llevaba de un lugar a otro, para suplir una adecuada distribución del calor.
En el verano había que bancarse, transpirar. Nunca se compró un ventilador.
El baño, era Siberia. Un calefón entibiaba el agua, pero no el lugar. Quizá por eso salí tan remolón para ducharme.
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En esta COCINA, había aparato de radio, de vieja trayectoria, pero aún útil.
La familia en pleno se reunió para escuchar la transmisión donde se definía LA CREACIÓN DEL ESTADO DE ISRAEL.
La ejecución del matrimonio ROSENBERG, acusado de espiar en favor de la Unión Soviética. Nunca comprobado.
 Y la CAÍDA DE PERÓN. La censura era habitual en su gobierno, mucho más en setiembre de 1955.
Las únicas fuentes de información, más o menos creíbles, eran las provenientes de radios uruguayas.
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EN LA COCINA HACÍA LOS DEBERES ESCOLARES, mientras la radio me imponía de Las aventuras de Tarzán, Poncho Negro, Sandokán, Los Tigres de la Malasia etc;  me encantaban los radioteatros románticos, o aquel que contaba   grandes historias y que transmitía una emisora montevideana con el auspicio de Azúcar Rausa (en terrones.); infaltable los domingos, Gran Pensión el Campeonato; en la semana:  Los Pérez García, Los Cinco Grandes del Buen Humor, etc.etc.

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En el caserón de la calle Brown, de Concordia, reside en mi memoria. Y la COCINA, es un parte de un inventario que se irá conmigo

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