martes, 26 de junio de 2012

Viajar en tren es una invitación al suicido.


Decidí recordar mi infancia cuando el tren era el único medio de transporte que yo conocía.

Hace dos años decidí volver a viajar en tren. Pagué mi pasaje en primera clase.
Tomé el nocturno que une   Mar del Plata  con la Capital Federal. Esa noche diluviaba de lo lindo.

Cuando me senté creí que me iba a caer del vagón. A mi asiento le faltaban más tornillos que a un demente.

Me alegré cuando el tren arrancó a horario. Había escuchado que más de una vez se ha  quedado varado por   distintos desperfectos, que aparecían a último momento.  

Al poco de andar mi vagón se había inundando. Mi asiento estaba a punto de flotar. Mis pies perdieron sensibilidad: se me habían congelados. 

Llamé al Guarda. “Llueve más  adentro que afuera”, le dije. Sin alterarse me respondió: “Se nota que Ud., hace mucho que no viaja en tren.”
Por lo visto: viajar en tren es una cuestión de resignación.

Me amargué. Me di cuenta que en este país el hombre es una fotocopia que se repite de generación en generación, con las mismas actitudes, los mismos vicios, con su misma manera indignante  de ver las cosas.

Desde 1990 se han hecho añicos todos los ramales que alguna vez unieron la Argentina tanto a lo largo como a lo ancho. 
Que en una actitud desaprensiva y miserable se han dejado a miles de pueblos totalmente incomunicados y muchos de ellos borrados del mapa.

 

“El gobierno populista de Cristina Fernández de Kirchner, subsidia a empresarios que explotan los ferrocarriles argentinos y que como demostración de la incapacidad y corrupción con lo que gestionan solo en la línea Sarmiento desde 1995 a la fecha han dejado dos mil  muertos; dos veces y media la cantidad de soldados muertos en la guerra de Malvinas.
Estos subsidios cuyo control no se ejerce supuestamente van a parar básicamente a mantener una tarifa reducida con lo cual los usuarios creen que el Gobierno los beneficia; cuando en realidad con ello busca votos en las clases trabajadoras de más escasos recursos; mientras que los pasajeros viajan hacinados y con la mínima condición de seguridad para sus propias vidas.  
De igual forma subsidia, único caso en el mundo, la transmisión gratuita de encuentros de fútbol por TV; para lo cual destina el equivalente al cuarenta por ciento de los recursos, como mínimo, que emplea para todas las líneas de trenes suburbanos.” (Jorge Héctor Santos—Urgente24)

 

Los políticos argentinos tan acostumbrados a viajar al exterior no les cae la cara de vergüenza viendo el deterioro de  los ferrocarriles argentinos, verdaderas piezas de museos.

 

El que ha viajado en los trenes de los EE.UU., de  Alemania, de  España, de Francia o de  Inglaterra, se da cuenta que en la Argentina que el pasajero es una   basura, a quien  se le considera un ser descartable a quien se lo ultraja robándole la dignidad de usuario.

 

El comportamiento   inhumano de los empresarios  argentinos da que pensar.    Acostumbrados a   coimear, quizá   han   embaucado a   Dios para zafar del Infierno;  o  tal vez  el Señor les aseguró que él no castiga a  los malandras.

El hombre es una bestia vestida que no tiene cura.

 saulrabin@gmail.com

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