El genocidio armenio.
Yo era un adolescente cuando leí LOS 40 DÍAS
DE MUSA DAGH, de Franz Werfel, sobre EL GENOCIDIO ARMENIO, calculado aproximadamente entre un millón y
medio y dos millones de personas por el gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio otomano, desde 1915 hasta 1923.
En
mi casa se vivía un luto permanente por la pérdida de seres queridos en el Holocausto nazi. Y la historia armenia, me
llevó a querer y identificar a ese pueblo que mucho tuvo que ver con el génesis
del pueblo hebreo cuando salió de Ur hacia la Tierra Prometida.
Hoy
los turcos siguen negando su brutal
crimen. Como lo
siguen haciendo aquellos que difaman la
memoria de seis millones de hebreos carbonizados
en los campos de concentración.
LA
BESTIALIDAD TURCA se caracterizó por su brutalidad en las masacres y la
utilización de marchas forzadas con las deportaciones en condiciones extremas,
que generalmente llevaba a la muerte a muchos de los deportados. Otros grupos
étnicos también fueron masacrados por el Imperio
otomano durante este período,
entre ellos los asirios, los griegos pónticos y los serbios. Algunos autores consideran que estos
actos eran parte de una política de
exterminio.
La
fecha del comienzo del genocidio se conmemora el 24 de abril de 1915,
el día en que las autoridades otomanas detuvieron a 235 miembros de la
comunidad de armenios en Estambul;
en los días siguientes, la cifra de detenidos ascendió a 600. Posteriormente,
una orden del gobierno central estipuló la deportación de toda la población
armenia, sin posibilidad de cargar los medios para la subsistencia, y su marcha
forzada por cientos de kilómetros, atravesando zonas desérticas, en las que la
mayor parte de los deportados pereció víctima del hambre, la sed y las
privaciones, a la vez que los sobrevivientes eran robados y violados por los
gendarmes que debían protegerlos, a menudo en combinación con bandas de
asesinos y bandoleros.
LA
MISMA HERENCIA, LAS MISMAS RAÍCES…
Mientras
los CRISTIANOS ORTODOXOS ORIENTALES celebraban recientemente su Semana Santa,
una histórica iglesia de Estambul –la antaño esplendorosa ciudad cristiana de
Constantinopla– fue testigo y objeto de un nuevo abuso por parte de las
autoridades.
“HAGIA
SOPHÍA, la histórica catedral –y museo– de Estambul, ha albergado bajo su techo
el primer recitado del Corán en 85 años”, informó la agencia oficial Anatolian News. “El
Directorio de Asuntos Religiosos auspició la exposición Amor de Profeta como parte de los actos conmemorativos
del nacimiento del profeta islámico Mahoma”.
Aunque
hoy en día los cristianos son una pequeña minoría en Turquía, el
cristianismo tiene una larga historia en Asia Menor, cuna de
numerosos santos y apóstoles cristianos, como Pablo de Tarso, Timoteo, Nicolás
de Myra o Policarpo de Esmirna.
LOS
SIETE PRIMEROS CONCILIOS ECUMÉNICOS se celebraron en la actual Turquía. Y en
Turquía se hallan dos de los cinco centros (patriarcados) de la antigua
Pentarquía: Constantinopla (Estambul) y Antioquía (Antakya). Antioquía fue el
lugar en el que los seguidores de Jesús fueron llamados “cristianos” por
primera vez.
TURQUÍA
es asimismo sede de las SIETE IGLESIAS DE ASIA, de las revelaciones de Juan. En
los siglos siguientes se establecieron innumerables iglesias por toda la
región. Una de ellas, Hagia Sophia, llegó a ser la
mayor catedral del mundo cristiano; hasta la caída de
Constantinopla ante los otomanos, el 29 de mayo de 1453, que estuvo seguida de
tres días de saqueo desenfrenado.
Hagia
Sophia no se libró. Los saqueadores se abrieron camino hasta ella y derribaron
sus puertas. Atrapados en el templo, fieles y refugiados se convirtieron en
botín a repartir entre los invasores otomanos.
El
historiador Steven Runciman escribe en La caída de Constantinopla, 1453:
“Mataban a todos los que se encontraban por las
calles, hombres, mujeres y niños sin distinción alguna. La sangre corría como
ríos por las empinadas calles desde los altos de Petra hasta el Cuerno de Oro.
Pero la sed de sangre pronto se vio mitigada. Los soldados se percataron de que
los prisioneros y los objetos valiosos les proporcionarían mayores beneficios.
Después
de la caída de la ciudad, Hagia Sophia se convirtió en
una mezquita.”
Que
una mezquita tenga el nombre de Hagia Sophia (en
griego “Santa Sabiduría”) es posible si el templo
está bajo el control de una teocracia islámica. Es como si hubiera una mezquita
denominada Mezquita Armenia de la Santa Cruz.
En los años 30, el Gobierno turco la convirtió
en museo. Convertir una iglesia en un museo no es
propio de un Estado verdaderamente democrático. Una de las características
comunes del Imperio Otomano y la Turquía moderna es su intolerancia a las iglesias.
En
2013 el viceprimer ministro turco, Bulent Arinc, manifestó su esperanza de que el Museo Hagia
Sophia se usara como mezquita, incluso que se le denominase Mezquita Hagia
Sophia.
“Turquía
no convierte iglesias en mezquitas porque haya necesidad de más mezquitas, y
tampoco tiene los medios para construirlas”, sostiene Constantine
Tzanos. “El mensaje que tratan de transmitir aquellos que han transformado las
iglesias en mezquitas y quieren hacer lo mismo con Hagia Sophia es que Turquía
es un Estado islámico y no se tolera otra religión”.
En
noviembre de 2014 el PAPA FRANCISCO realizó la cuarta visita de un papa a
Turquía. El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores turco, Tanju Bilgic, comentó a los periodistas en aquel entonces
que en la agenda figurarían “la alianza de civilizaciones, el diálogo entre
culturas, la xenofobia, la lucha contra el racismo y el desarrollo político de
la región”.
La
agenda del papa Francisco debería haber incluido las iglesias
turcas destruidas, dañadas o convertidas en cualquier otra cosa,
por ejemplo establos, como ha sido el caso de la histórica iglesia gregoriana
armenia de Izmir (Esmirna).
“Algunos
ciudadanos metieron sus vacas y caballos dentro de la iglesia, mientras que los
vecinos se quejaban de que el lugar se había llenado de drogadictos y
alcohólicos”, informó Milliyet.
Otra
víctima de la intolerancia de Turquía a las iglesias, el templo bizantino AGIOS
THEODOROS de Estambul, fue convertida en mezquita durante el mandato del sultán
otomano Mehmed II y renominada Molah Gurani, en honor al cuarto Sheikh-ul-Islam (la autoridad encargada de los asuntos
religiosos de los musulmanes en el Imperio Otomano).
En
marzo de 2014 se informó de
que la zona de entrada de la antigua iglesia-mezquita se había convertido en
una “casa”, y la primera planta en un “apartamento”. En el jardín se ha
construido una cabaña. La habitación del sacerdote es ahora un baño.
SIGLOS
DESPUÉS, LAS COSTUMBRES DE LOS TURCOS
OTOMANOS PARECEN NO HABER CAMBIADO.
Hoy
en día Turquía tiene MENOS CRISTIANOS en términos porcentuales que cualquiera
de sus vecinos; menos que Siria, Irak e Irán. La causa principal fueron los genocidios
y matanzas perpetrados contra asirios, armenios y griegos entre 1915 y 1923. Al menos 2,5
millones de cristianos autóctonos de Asia Menor perdieron la vida en matanzas o
víctimas de las deportaciones, los trabajos forzados o las marchas de la
muerte. Muchos de ellos murieron en campos de concentración por enfermedades o
de hambre.
Buena
parte de los griegos que sobrevivieron fueron expulsados de sus hogares en Asia
Menor en 1923, en el marco de un intercambio forzoso de
población entre Turquía y Grecia.
A la destrucción física le siguió la cultural. A lo largo de la historia de la
República turca se han destruido innumerables iglesias y colegios cristianos, o
han sido convertidos en mezquitas, almacenes, establos…
El
columnista Raffi Bedrosyan ha escrito en el Armenian Weekly:
“ Sólo quedan 34 iglesias y 18 colegios en Turquía,
la mayoría en Estambul; en esos colegios hay menos de 3.000 estudiantes.”
(…)
Un estudio reciente cifra en unas 2.300 el número
de iglesias armenias en Turquía antes de 1915. El de colegios era de alrededor
de 700, con 82.000 estudiantes. Estos números sólo hacen referencia a las
iglesias y colegios bajo la jurisdicción del Patriarcado Armenio de Estambul y
la Iglesia Apostólica, por tanto no incluye el gran número de iglesias y
colegios pertenecientes a congregaciones protestantes y armenias católicas.
Walter
Flick, investigador de la Sociedad Internacional por los Derechos Humanos, con
sede en Alemania, afirma que la
minoría cristiana en Turquía no disfruta de los mismos derechos que la mayoría musulmana:
Turquía tiene casi 80 millones de habitantes. Hay
solamente unos 120.000 cristianos, lo que supone menos del 1 por ciento de la
población.
LOS CRISTIANOS SON CONSIDERADOS CIUDADANOS DE
SEGUNDA CLASE. El ciudadano común es musulmán, y a los que no lo son se les
considera sospechosos.
Según
una encuesta de 2014, el 89% de la población turca considera que lo que define
a una nación es la pertenencia a determinado credo. Entre los 38 países que
participaron en una consulta sobre si pertenecer a una religión concreta [el
islam] es importante a la hora de definir el concepto de nación, Turquía, con
el 89% de la población a favor, fue el que más se decantó por el sí.
“En
cierto modo, las políticas de Ankara contra los ciudadanos cristianos han dado
un aire moderno y una crueldad sofisticada a las normas y prácticas otomanas”, mantienen la politóloga
Elizabeth H. Prodromou y el historiador Alexandros K. Kyrou. “Según un jerarca
de una iglesia turca que temía por la vida de sus feligreses, los
cristianos en Turquía son una especie en peligro de extinción”.
Formar
parte de la Unión Europea y de la OTAN se exige el respeto a los valores
judíos, cristianos, helénicos y humanistas laicos que han caracterizado a la
civilización occidental y contribuido a los derechos civiles, la democracia, la
filosofía y la ciencia, de los que todo el mundo puede beneficiarse.
Desafortunadamente,
Turquía, miembro de la OTAN desde 1952 y supuesto candidato a formar parte de
la Unión Europea, ha tenido amplio éxito en la destrucción
del patrimonio cultural cristiano de Asia Menor.
Todo
esto recuerda a lo que el Estado islámico y otros ejércitos yihadista están
haciendo en Oriente Medio. En Turquía, el remanente de población cristiana, los
nietos de los supervivientes del genocidio, todavía están expuestos a la
discriminación. Los viejos hábitos de los turcos otomanos no
parece que vayan a desaparecer.
LA
VIDA ES UNA FOTOCOPIA..
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