---- Después
de ver las actitudes intimidatorias de Hebe de Bonafini; de la Presidenta, con
la designación del general Milani; y
otros actos gobierno para nada democráticos…pienso que es justo escuchar otras
campanas.
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A efectos de
comenzar a construir LA MENTIRA OFICIAL y preparar un sainete vengativo con
juicios a los militares que gobernaron el país desde marzo de 1976 hasta
diciembre de 1983, el 15 de diciembre de 1983 -a tan solo horas de asumir- el
exabogado del terrorista Mario Santucho y flamante Presidente de la Nación RAÚL
ALFONSÍN emitió el Decreto 187/83 con el que se creó la CO.NA.DE.P (Comisión
Nacional para la Desaparición de Personas), cuya finalidad sería investigar los
hechos sucedidos durante la guerra civil entre terroristas subversivos y las
Fuerzas Armadas de la Nación.
LA COMISIÓN estaba
integrada por diez personas designadas en el Decreto y otras seis nombradas por
el Congreso Nacional. Por el carácter y función que este organismo debía
desempeñar, era de esperar que la misma fuera integrada por personalidades
notables, neutrales, de espíritu humanista y desprovistas de ideologismos. Sin
embargo, la CO.NA.DE.P fue presidida por el escritor ERNESTO SÁBATO, quien había estado afiliado al
Partido Comunista (partido que en ejercicio del poder asesinó a más de cien
millones de personas en solo siete décadas en todo el mundo). Vale decir: en
una guerra en la que de un lado estaban las FFAA., y del otro el comunismo
armado, el presidente de esta comisión “imparcial” había estado enrolado en las
filas ideológicas del segundo bando.
Si bien es
cierto que Sábato fue un izquierdista de fuste, también sabemos que como
militante nunca ha tenido muchos escrúpulos, pues durante el gobierno cívico-militar,
disfrutó de un distendido almuerzo con el entonces Presidente de la República JORGE
RAFAEL VIDELA, en mayo de 1976.
Al salir del
afable banquete, la prensa le preguntó a Sábato cual era su impresión sobre
Videla y contestó: “El Gral. Videla me
dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e
inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del Presidente.
Hablamos de la cultura en general, de temas espirituales, culturales,
históricos… hubo un altísimo grado de comprensión y respeto mutuo, y en ningún
momento incurrimos en el pecado de caer en banalidades; cada uno de nosotros
vertió sin vacilaciones su concepción personal de los temas abordados.”
Dos años
después, en 1978, Sábato ratificó su opinión procesista declarando a la revista
alemana GEO: “La inmensa mayoría de los argentinos rogaba
casi por favor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros
deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos. Desgraciadamente
ocurrió que el desorden general, el crimen y el desastre eran tan grandes que
los nuevos mandatarios no alcanzaban ya a superarlos con los medios de un
estado de derecho…los extremistas de izquierda habían llevado a cabo los más
infames secuestros y los crímenes monstruosos más repugnantes” y
haciendo un balance de la gestión en curso de Videla, remató: “Sin duda alguna, en los últimos meses,
muchas cosas han mejorado en nuestro país; las bandas terroristas han sido
puestas en gran parte bajo control.
La democracia tiene que aprender su lección de la historia y debe saber
que con los viejos métodos liberales heredados de tiempos menos problemáticos,
no se pueden dominar los delirios del presente”
Todos
sabemos quiénes son los primeros en huir cuando el barco se hunde.
Sábato, tras haber almorzado y elogiado a Videla, respaldado el Mundial ‘78, y
apoyado la guerra de Malvinas en 1982, luego del llamado a elecciones efectuado
por el Presidente Reynaldo Bignone previsto para octubre de 1983, el 27 de mayo
(cinco meses antes de las elecciones) se despegaba del gobierno y con admirable
facilidad para el “zigzag” afirmaba: “Toda
dictadura implica la violación de esos derechos sagrados. Cualquiera sean los
fines invocados, no hay persecuciones benéficas y persecuciones
perversas: todas las persecuciones son innobles. No queda más camino que el de
la democracia.”
En su rol de
Presidente de la CONADEP alfonsinista, Sábato se vio acompañado por personajes
también de nula imparcialidad, como la dirigente GRACIELA FERNÁNDEZ MEIJIDE,
comprometida ideológicamente con la izquierda y familiarmente con la guerrilla,
puesto que tuvo la desgracia de perder un hijo durante la guerra desatada por
su vástago en calidad de montonero.
Cuenta el
guerrillero Miguel Ángel Lico (uno de los pocos que conservan lealtad y
reivindicación a su Jefe Mario Firmenich), que él conoció perfectamente bien a
Pablo Fernández Meijide cuando militaban en la Unión de Estudiantes Secundarios
(UES) y agrega “Fue uno de los mejores
cuadros que Montoneros tuvo en este país. Te hablo de tipos que tenían mi edad
y parecía que tenían 30 años por su formación y capacidad. Pablo era montonero,
aunque la señora Fernández Meijide reniega permanentemente del origen de su
hijo. Lo peor que puede hacer un padre es anular su memoria.”
Otra
integrante de la CONADEP fue la conductora televisiva MAGDALENA RUIZ GUIÑAZÚ (progresista-caviar
proveniente de una familia “paqueta” cuyo padre fue un reconocido Canciller
conservador de la llamada “década infame.”)
En este punto, cabe mencionar la notable
capacidad de adaptación de Magdalena a las diferentes coyunturas, puesto que
trabajó en carácter de periodista en canales estatales durante todo el Proceso
(que hoy tanto abomina), sin cuestionar una sola coma a las presuntas “violaciones a los derechos humanos”
de las que luego presumió preocuparse. Asimismo, cabe destacar que no tuvo en
ese lapso un rol menor, sino que fue nada más y nada menos que Vice Gerente del
Depto. de Noticias de Canal 11.
Fue recién
en julio de 1.980 (más de cuatro años de gestión de Videla) cuando Magdalena
Ruiz Guiñazú, junto a otra exponente de la prensa complaciente de entonces,
Mónica Cahen D’anvers (quien durante los años del “exterminio a los jóvenes idealistas” conducía en canal 13 el
ciclo “Mónica Presenta”, el noticiero de mayor
índice de audiencia del país) se
reunieron con el General Arguindeguy, a la sazón Ministro del Interior, para
hacerle reclamos (no por el supuesto “genocidio”),
sino “por la censura que deben soportar los
programas de radio y televisión.” ¿Y en qué consistía la “censura”?: pues durante el
lapso en el que los “Derechos Humanos”
eran presuntamente conculcados, a Magdalena parecían importarle poco, ya que si
bien trabajó ganando jugosos honorarios durante el gobierno de facto,
la tardía abanderada de los derechos humanos se encargó de dar a conocer su rol
de “víctima del genocidio”
afirmando que durante aquellos años “poco
a poco fueron sacándome las notas importantes o políticas y dejándome solo la
lotería o los accidentes.” En efecto, tal como lo confiesa Magdalena,
parece que su problema con el Proceso obedecía a una mera cuestión vedettística al opacarse su protagonismo y cartel
en la pantalla televisiva.
Como si
estos exponentes no bastasen como para desprestigiar (tanto por
ideologismo como por hipocresía manifiesta) al staff de la CONADEP, se
mencionó también a un extranjero, el rabino MARSHALL MEYER de EE.UU. (quien
asombrosamente fuera condecorado por el gobierno de Alfonsín con la “Orden del
Libertador”) a pesar de que con anterioridad había sido expulsado de su
comunidad religiosa entre otros cargos, por corrupción de menores.
Marshall Meyer fue enjuiciado por el periódico La
Voz Judía –Nº 21,
noviembre de 1.983- siendo “desautorizado
moral y públicamente a ejercer el ministerio rabínico por su conducta amoral”: el
15 de octubre de 1971 en causa Nº 26.176 instruida en el Juzgado en lo
Correccional letra I de la Capital Federal, se dicta Sentencia (posteriormente
confirmada por la Excma. Cámara del mismo Fuero el 11 de agosto de 1.972) donde
en su parte resolutiva el Magistrado expresa: “Aunque cueste creerlo – por su investidura, su cultura públicamente
reconocida, su labor religiosa y educacional- el rabino M. Meyer ha sido eje de
este lamentable proceso. Con su obrar ha mancillado los honores de su cargo
religioso. Llegó a tal punto que hizo conmover la escala de valores de algún
joven [...] Este
proceso se debe a que M. Meyer había promovido la corrupción de menores de
edad, ya sea proponiendo requerimientos sexuales, especialmente durante un
campamento juvenil realizado en enero y febrero de 1969 en Río Ceballos (Córdoba).”
Además de
los sórdidos personajes antedichos, la Comisión fue integrada por: “GREGORIO KLIMOVSKY, un marxista epistemólogo
de profesión (…) HILARIO FERNÁNDEZ LONG, ex rector de la UBA, que tenía un hijo
desaparecido (lo que
también constituía un condicionamiento a su parcialidad); los juristas RICARDO COLOMBRES, propuesto por el presidente de la
Corte Genaro Carrió (tío de Lilita), y ENRIQUE
RABOSSI, miembro del grupo de filósofos que asesoraban a Alfonsín. La componían
también el pastor protestante ENRIQUE GATTINONI, del Movimiento Ecuménico por
los Derechos del Hombre y el Obispo de Neuquén JAIME DE NEVARES (pro marxista),
este último, además, había trabado confidente amistad con el sacerdote capuchino
Antonio Puigjané (tuvo un paso por Iglesia de Pompeya marplatense, que participó en calidad de terrorista del MTP
(Movimiento Todos por la Patria) en el atentado al cuartel de la Tablada en
1989.
Vale aclarar
que no todos los miembros de la CO.NA.DE.P eran personajes desconfiables, pues
también la integró el eximio médico-cirujano Dr. RENÉ FAVALORO, hombre íntegro
y desideologizado, quien a poco de andar no vaciló en renunciar alegando que la
Comisión padecía “falta de ética y de
objetividad”.
El trabajo
de la CO.NA.DE.P, se plasmó con la edición del best
seller (pagado por los
contribuyentes) titulado “NUNCA MÁS”,
con el que se explicó la versión
oficial de los hechos ocurridos durante la guerra civil que iniciaron los
terroristas. Desde entonces, el libro de marras (más nombrado que efectivamente
leído), es abrazado a modo de dogma infalible y el slogan “Nunca Más” es insistentemente
repetido en cuanto acto o arenga televisiva se refiera al tema.
Uno de los
propósitos que se intentaron plasmar en el texto del libro en cuestión, fue
precisamente el de exculpar (además de los crímenes terroristas de Montoneros y
del ERP) a la dirigencia política por los asesinatos de la AAA y por las casi
mil desapariciones acaecidas antes del cambio de mando en 1976. Para tal fin,
el libro incurre en minimizaciones o justificaciones absurdas tales como
afirmar que los episodios anteriores al “golpe” formaron parte “de un ensayo llevado adelante en el
Operativo Independencia en Tucumán”, o que eran “algunos antecedentes previos al golpe de estado del 24 de marzo de
1976” o una mera “Prueba piloto”, tales los insólitos conceptos
afirmados por los asalariados de Alfonsín para proteger a la partidocracia de
sus respectivas responsabilidades. (Nicolás Márquez.)
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