Una historia que merece ser contada, de dos jóvenes
ejemplares
De madrugada, con las gotas de rocío anunciando el
despuntar de la primavera alemana, un siniestro convoy salió de la prisión
muniquesa de Stadelheim en dirección a Straubing, el 6 de abril de 1945.
Estaba a
punto de terminar la Segunda Guerra Mundial, los soldados aliados
avanzaban en territorio alemán y el caos se había apoderado de buena parte de
la administración estatal, pero la maquinaria de las ejecuciones seguía
funcionando.
A causa de sus enormes dimensiones, la Guillotina de Stadelheim había
sido desmontada en varias piezas antes de ser cargada en un camión al que
seguía otro vehículo en el que viajaban 47 condenados a muerte.
Uno de ellos, el comunista HEINRICH HAMM, lograría fugarse para
contar, después de la guerra, que las autoridades de Straubing se habían negado
a dejar instalada la guillotina en su institución y la habían arrojado al Danubio,
tratando de deshacerse de la prueba material de crímenes que los vencedores
castigarían sin lugar a dudas.
Durante décadas se la dio por perdida y, aunque los
funcionarios del Museo Nacional de
Historia de Múnich sospechaban hace tiempo que estaba en sus
sótanos, hasta ahora no ha salido a la luz.
El archivero ya jubilado de Stadelheim, Rudolf Drasch, siempre dudó de la
versión de Hamm. Para empezar, las aguas del Danubio fueron batidas
posteriormente en busca de la guillotina y nunca fue encontrada. Su teoría era
que, ante la disputa entre las dos prisiones, fue trasladada a la instancia
superior dentro del organigrama del sistema de Justicia nazi, la dirección de prisiones JVA de Regensburg.
La aparición de un documento prueba ahora que así fue.
A pesar de que
se suele asociar la guillotina al horror de otra época y otro lugar, la
Francia de la Revolución Francesa, como instrumento de muerte, fue también
profusamente utilizado por la Alemania nazi y se calcula que con ella
fueron ejecutadas unas 16.000 personas a manos del Tercer Reich.
Esta guillotina, en concreto, “es un hallazgo de
especial significado para la historia alemana”, según el portavoz del Museo
Sybe Wartena. «No podemos decirlo al 100%, pero estamos casi seguros de
que se trata de la guillotina con la que fueron ultimados HANS Y SOPHIE SCHOLL», dos jóvenes
hermanos estudiantes de la Universidad de Múnich, condenados por repartir
octavillas contra Hitler.
En ese documento de 1974 consta que el Ministerio
de Justicia regional entregó al Museo Nacional de Historia de Múnich partes de
cinco guillotinas diferentes, pero varios indicios ayudan a identificarla entre
el resto.
El verdugo Johan Reichhart, que en 1924 sucedió a su tío en el puesto, tenía
tanto trabajo en la dictadura nazi que realizó una modificación en la guillotina para cumplir con su tarea de
forma más eficiente: retiró el tablero basculante sobre el que los condenados
eran ajustados a la estructura, sujetos por correas, y en adelante, serían
sujetados por los brazos, ganando tiempo en cada ejecución. Esta modificación
está en la guillotina de Múnich, que es además la más desgastada por el uso.
Labradas sobre la madera de su base aparecen las
identificaciones «M», que podría corresponder a Múnich, y «Nº. 1 A», que podría
señalarla como la guillotina principal, precisamente la instalada en Stadelheim
y a la que se le han documentado 1.035 ejecuciones, entre ellas las de los
hermanos Scholl.
Sólo el verdugo se anotó más de 3.000 ejecuciones, cifras que hablan de la
intensidad con la que la industria asesina de Hitler se sirvió del terror que
infunde a las masas el uso ejemplarizante de este instrumento.
LOS DECAPITADOS
HERMANOS SCHOLL
Los hermanos HANS Y SOPHIE SCHOLL, de 24 y 21 años, eran miembros de las
Juventudes Católicas alemanas y militaban en el grupo estudiantil de resistencia
no violenta al nazismo «Rosa Blanca». Ella estudiaba Filosofía y él, Medicina.
Sorprendidos repartiendo octavillas contra Hitler en la Universidad de Múnich
el 18 de febrero de 1943, fueron sentenciados a muerte el 22 de febrero y
guillotinados ese mismo día al igual que su compañero Christoph Probst.
El Bayerisches
Nationalmuseum se encuentra a corta distancia de la tradicional
Universidad Ludwig Maximiliam de la capital bávara en la que los estudiantes
repartían panfletos para llamar a la resistencia no violenta contra el régimen
de Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.
Ulrich Chaussy, un experto en la historia del grupo
de resistencia "Weisse
Rose" (Rosa Blanca) al que pertenecían los hermanos Scholl y
autor de un libro sobre el tema, no podía dar crédito a la noticia.
"Estuve investigando pero nunca pude enterarme de adónde había ido a parar
la guillotina", dijo a la agencia DPA. "No encontré ni un
rastro".
También la fundación "Weisse Rose", que se encarga de mantener viva la
memoria del grupo, desconocía la existencia de la guillotina, según dijo una
portavoz.
Lo que se sabe de seguro es que el Ministerio de
Justicia entregó en 1974 al museo la guillotina y otros elementos. Al parecer,
el aparato tiene una modificación como la que presentaba la guillotina que se
utilizó en el penal de Stadelheim para dar muerte a los hermanos Scholl.
"El Ministerio de Justicia, como sucesor
legal, probablemente se avergonzaba de tener en su poder estos instrumentos de
terror", razonó el escritor e historiador Chaussy. "Ponerlo en algún
depósito de un museo era parte de una política que rehuía enfrentarse al
pasado".
Las autoridades del museo se han propuesto
exhibirla, pero el ministro Spaenle no aprueba la idea. "Esta guillotina
es un hallazgo de singular importancia para la historia de Alemania. No es un
objeto que pueda ser exhibido en cualquier muestra".
La Rosa
Blanca fue un grupo de resistencia que se conformó en la Alemania
nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Los jóvenes universitarios, a los que se sumaron
algunos profesores, bregaban por la resistencia pacífica al régimen a través de
panfletos y pintadas en las calles de Múnich.
Recomendación…El
filme SOPHIE
SCHOLL - LOS ÚLTIMOS DÍAS,
Memoria
por la Verdad y la Justicia, un gran chamuyo.
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