¡Me
gustan la Historia y la Biografías!
A
esos que Perón los echó de la plaza.
GUY
KONOPNICKI- es un exmilitante del Partido Comunista francés que
se sumó en los años 1977 y 1978 a la campaña de los exiliados argentinos para
denunciar las violaciones a los derechos humanos que estaban teniendo lugar en la
Argentina. Eso le permitió ser testigo de una siniestra paradoja:
los principales respaldos a la dictadura “anticomunista” argentina vinieron
precisamente de los regímenes totalitarios marxistas: la UNIÓN SOVIÉTICA Y SUS SATÉLITES, CUBA en primer
término.
El
artículo publicado KONOPNICKI tiene el mérito de recordar lo que muchos
protagonistas de aquellos tiempos deliberadamente omiten en su relato.
Los Partidos Comunistas del mundo
entero –el de
Argentina incluido- conformaron una verdadera RED
INTERNACIONAL DE PROTECCIÓN para la Junta Militar que presidía Jorge Rafael Videla a fin
de evitar que su régimen fuese denunciado y condenado por la represión ilegal.
Primero lo hicieron con el argumento de que el general en cuestión era en
realidad una “paloma” y que, si caía, vendrían los “halcones”; por lo tanto,
había que sostenerlo. Más tarde vino la necesidad de preservar
el floreciente comercio de grano argentino hacia la Unión Soviética,
que le permitió al Proceso sortear el embargo dictado por los Estados Unidos…
por la violación a los derechos humanos.
Para
que se entienda bien: MOSCÚ Y
LA HABANA fueron
los principales socios comerciales y políticos de la dictadura argentina de
1976-1983. Un hecho que
no les impide a los miembros de ONG de derechos humanos, a madres y otros
familiares de desaparecidos y, más en general, a muchos políticos argentinos peregrinar hacia Cuba para
fotografiarse con Fidel Castro.
En
los años 77 y 78, los comunistas del mundo se empeñaron
en NEGAR LA
REPRESIÓN en Argentina. Lo que estaba pasando no era
comparable a lo de Chile, decían. Cuando finalmente la realidad de la violación
sistemática de los derechos humanos en la Argentina fue imposible de negar,
gracias al trabajo y la solidaridad de otros, la tarea de encubrimiento se trasladó
a la ONU donde
año a año, gracias al VOTO DE
LA HABANA y de otros GOBIERNOS
TÍTERES DE MOSCÚ, el régimen militar argentino evitaba la condena internacional en la Comisión de Derechos Humanos.
Asqueado, Konopnicki
dejó el Partido Comunista pero,
a diferencia del progresismo local, no olvida.
Estos
hechos no son ignorados por quienes hoy, a sabiendas, piden
cuentas donde no deben hacerlo. Si no alcanza con ir a los
archivos de la ONU -donde consta el voto cubano a favor de la dictadura
argentina… y viceversa-, están las denuncias tempranamente formuladas por el
escritor y periodista RODOLFO
WALSH, cuya memoria
estos sectores supuestamente veneran pero en realidad traicionan.
“El
PC –escribía Walsh entre fines de 1976 y comienzos de 1977- no participa en los
conflictos, mientras negocia con el gobierno a través del Partido Intransigente
y le paga viajes a los socialista
SIMÓN LÁZARA y VÍCTOR GARCÍA COSTA para que
viajen al Congreso de la Internacional Socialista a defender a Videla (…). (La
dictadura) mantiene excelente relación con el bloque soviético que con su importancia los salva en el
sector externo.
La
exposición soviética en Buenos Aires muestra que no se trata de coletazos de la
relación con Gelbard sino de una política que se mantiene con el actual
gobierno”.
También
cuesta entender los reclamos de desprotección a las víctimas de la dictadura
por parte de integrantes de las mismas organizaciones cuyos jefes
desampararon a los militantes cuando
no los enviaron deliberadamente a la muerte.
El
relato montado en los últimos años oculta además que hubo un
DURO DEBATE EN EL SENO DEL PERONISMO –y más
allá- entre quienes adherían a la lucha armada y quienes no; entre quienes pensaban que “cuanto
peor mejor” (léase:
que vengan los militares, así se agudizan las contradicciones y el pueblo
tendrá claro quién es el enemigo; tal fue la lógica de Montoneros, ERP y otras
organizaciones) y quienes pregonaban la defensa del gobierno democrático, con
todos sus fallos, hasta el último momento, porque eso sería menos cruento.
Que
hoy algunos de los cuadros guerrilleros se camuflen como blancas palomas no
debiera hacer olvidar su responsabilidad en la espiralización de la violencia
en el país.
Por
eso sorprende la virulencia de reclamos
hacia terceros, fundados esencialmente en la supuesta omisión
en que habrían incurrido, en contraste con la defensa cerrada que hicieron, por
ejemplo, de los jefes montoneros cuando un juez quiso indagarlos por su necesaria participación en el secuestro y muerte de
varios militantes de aquella organización en 1980, en la tristemente célebre
CONTRAOFENSIVA cuyo
principal resultado fueron unos 80
DESAPARECIDOS más. Una operación demencial, muy bien relatada en el libro
FUIMOS
SOLDADOS de Marcelo Larraquy, en base a los testimonios de los pocos
sobrevivientes, y por la cual nadie rinde cuentas.
Nunca hubo tan mala memoria como en estos tiempos en que la palabra está en boca de todos.
Nunca hubo tan mala memoria como en estos tiempos en que la palabra está en boca de todos.
“El
padre JORGE
MARIO BERGOGLIO no era en aquel entonces jefe de la Iglesia Argentina,
señala Konopnicki, lo fue en 1998, veinte años después
del Mundial de Fútbol”. Y entonces pregunta: “¿Y si la elección del papa
Francisco fuese, por el contrario, la revancha de las religiosas martirizadas y de
los militantes cristianos secuestrados por los escuadrones de la muerte?”.
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