¡CÓMO ME GUSTA LA HISTORIA Y LA BIOGRAFÍA!
Nunca se sabrá
con certeza por qué RICHARD se aventuró
entre las brumas del espionaje, con sus peajes sexuales hacia el enemigo y su
cuota de deporte de alto riesgo. En la literatura memorialística circularon dos
versiones sobre la razón que llevó a la viuda francesa a cruzar a España en
1916 para convertirse en la sombra (y la cama) del agregado naval alemán, Hans
von Krohn.
En su
autobiografía, Mi destino de mujer,
traducida al español por Grijalbo en 1975, ella se equipara a la bíblica Judit,
que seduce y decapita a Holofornes para vengar la muerte de su marido: “¿Y si
después de haber perdido un marido que me colmaba de dicha, resultara que me
convertí en espía, odiada por unos, condecorada de la Legión de Honor por
otros, porque no habiendo ya nada que me ligara a la vida, he querido dar, más
allá de la muerte del ser que amaba, la prueba de mi fidelidad y de mi amor, a
través de la venganza?”. Fue, desde luego, su última palabra, ya que en 1982
falleció en París.
Su antiguo
jefe, el capitán GEORGES LADOUX, hizo
circular una segunda versión, mundana y nada evangélica, sobre la razón que
empujó a Marthe en brazos del aparato del espionaje francés: “Ya no tengo ni
avión, ni coche, ni marido, ni amante. Me aburro”.
Y así fue
como, según Ladoux, la viuda se convirtió en junio de 1916 en ALOUETTE, la agente
que volaría a España, país agujereado por espías de ambos bandos, para conocer
lo más cerca posible los planes del enemigo. En realidad Ladoux sacó más
partido a Marthe como icono que como espía.
En 1932
escribió un libro sobre ella y, poco después, el guion para la película Marthe Richard au service de la France,
dirigida por Raymond Bernard en 1937. En ambos la encumbraba. “Su papel fue
potenciado para dar la contrapartida a Mata-Hari, pero muchas cosas que se
relatan son exageradas o inventadas”, advierte Eduardo González Calleja,
profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Carlos III y coautor junto
a Paul Aubert del libro NIDOS DE ESPÍAS
sobre la relación entre Francia y España durante la
Primera Guerra Mundial.
MARTHE
BETENFELD había nacido el 15 de abril
de 1889 en la región de Lorena, en una familia pobre de la que huiría con
apenas 15 años.
En el libro Nidos
de espías, González Calleja afirma que existe “constancia
documental de que ejerció la prostitución en Nancy en 1905, donde contrajo la
sífilis”.
En su
autobiografía, por el contrario, no hay referencias a esta etapa. Richard
relata su ruptura con la familia, su paso por un centro religioso para menores
conflictivas y su fuga a París, donde conoce al industrial Henry Richer, que se
convertirá en su amante. Más que su amante. Richer fue una suerte de pigmalión
y un enamorado incondicional que intentó casarse sin que Marthe accediese hasta
que el estallido de la Primera Guerra Mundial le ayudó a cambiar de idea.
Antes de que
el mundo se quebrase en mil pedazos, la pareja practicó un hedonismo ejemplar,
con su conveniente dosis de emociones fuertes. Ambos se aficionaron a la
aviación y se sacaron el título de pilotos. Henry le regaló a Martha un
aeroplano con el que participó en exhibiciones aéreas, a las que no renunció ni
después de accidentarse en una de ellas.
Tras la movilización
del marido en 1914, intentó participar en acciones militares —fundó la Union
Patriotique des Aviatrices de Guerre— pero el Gobierno francés no quería
mujeres en combate. Cuando el industrial Richer murió en el frente en mayo de
1916, Marthe se alistó al espionaje. Quién sabe si por venganza, por
aburrimiento o por un poco de todo.
El año de la
llegada de Richard, España era un avispero de espías dada su no beligerancia y
su estratégica ubicación.
La VIUDA
FRANCESA se convierte en amante de, entre otros, Hans Von Krohn, agregado
naval alemán, que la ficha como la espía S-32 y le financia un salón de belleza
en Madrid —una tapadera de reclutamiento de los alemanes— llamado Au
miroir des Alouettes. Como agente doble, Richard canaliza
informaciones que le transmitía el capitán Ladoux, descubre un paso secreto por
los Pirineos, participa en sabotajes del submarinoU-109 en
Málaga y en la contaminación de partidas de ganado y cereal argentinos, además
de atribuirse inmerecidamente la caída en desgracia de Von Krohn, sancionado a
su regreso a Alemania “por imprudencias graves en su servicio”.
Nada que
cambiase el curso de la Historia aunque, a decir de los especialistas, tuvo más
empaque que MATA-HARI, una espía
mediocre de quien su propia entrenadora alemana, Elisabeth Schragmüller, no
esperaba nada: “No me planteo proporcionarle contactos entre agentes. A mi
juicio, hay que dejarla operar sola, y si los acontecimientos se tuercen,
librarse de ella lo mejor posible antes de que haya gangrenado nuestra red de
espías”, relatan en su libro Eduardo González Calleja y Paul Aubert. La
bailarina de danzas javanesas acabó fusilada el 15 de octubre de 1917 en París.
“No sabemos si
Marthe Richard y Mata-Hari se conocieron, aunque Von Krohn fue un nexo común”,
indica González Calleja. “Eran mujeres modernas, que sabían conducir —y pilotar
en el caso de Marthe—, de las que se espera que ejerzan la actividad más vieja
del mundo para arrebatar secretos. Siento que suene así de machista, pero
aquella era una sociedad muy machista. Estoy seguro de que a Von Krohn le
gustaba exhibirlas como trofeos”, añade.
Aunque sus
finales se sitúan en las antípodas —una traicionada por los suyos y otra
mitificada hasta el falseamiento—, ambas compartieron cierta manera de ir por
la vida.
Cuando Marthe
Richard miró atrás, disfrutó con el paisaje autobiográfico: “De nada estoy
arrepentida. Di comienzo a esta aventurada historia de mi vida sin saber dónde
iba. Ahora, a los 84 años, cuando conozco el camino, volvería a empezarlo si
tuviera una segunda vida. ¡Sin duda ha muerto gente a causa de la misión que yo
había aceptado! Son como los que han caído en el combate, muertos por el
enemigo (...) Yo era un soldado a quien sus funciones no permitían llevar un
uniforme. Nada más, ni nada menos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario