¡Cómo me gustan la Historia y la Biografía!
En
el año 1797 una población de RECLUSAS INGLESAS viajaba a una colonia
penitenciaria de Australia, pero recaló en el Río de la Plata tras un motín a
bordo del barco que las conducía. La mayoría de las mujeres se quedó en BUENOS
AIRES para ejercer la prostitución, sometiéndose a rufianes extranjeros que ya
se habían instalado en Buenos Aires.
Aún
no había nacido la Nación: la trata de
blancas mediante la explotación de la prostitución ajena precedió al nacimiento
de la Patria. La prostitución comenzó a ser legalizada en Argentina en 1875. La
designación “TRATA DE BLANCAS”, es anterior a la actual “trata de personas” y
se vincula, por oposición, a la “trata de negros”, el comercio de esclavos
traídos por la fuerza del continente africano.
En
1875 se REGLAMENTÓ LA ACTIVIDAD DE LOS PROSTÍBULOS en Buenos Aires. La ley
local prohibía la actividad a las mujeres menores de 18 años, pero con una
excepción sorprendente y escalofriante. La hipocresía de la sociedad de
entonces autorizaba legalmente el ejercicio de la prostitución a niñas menores
de edad si habían sido iniciadas tempranamente. Paradójicamente no era
autorizada a casarse una joven hasta cumplir los 22 años si no obtenía el
consentimiento del padre. Si éste se hubiera muerto o estaba impedido el juez
autorizaba el matrimonio de la menor, pero frecuentemente la denegaba.
Entre
1875 y mediados del siglo XX, la prostitución era considerada un “MAL
NECESARIO” y la reglamentación estatal era la política dominante: se ejercía
bajo el control de los municipios y de la policía. Se lo trataba de una suerte
de “SERVICIO PÚBLICO” sometido a reglas: “…delimitación de zonas
prostibularias, registro compulsivo de prostitutas y fichas policiales,
controles médicos obligatorios de las mujeres explotadas… El proxenetismo era,
cuando no reconocido, tácitamente aceptado. Esta política oficial, que por
entonces regía tanto en Francia como en Argentina, favorecía la trata de
blancas…”
LA PRIMERA RED de traficantes locales surgió en 1889 y
estaba integrada por delincuentes DE ORIGEN JUDÍO. Las mujeres eran
hebreas “importadas” a fines del siglo
XIX y principios del XX provenían de Europa central y Rusia. A causa de la
pobreza y la persecución religiosa que sufrían, sus padres las vendían a
rufianes que fraguaban un matrimonio religioso entre la mujer explotada y
explotador. Éste la ponía a trabajar en su beneficio o la vendía a otro
proxeneta.
Las mujeres, al casarse con un extranjero, perdían su
ciudadanía de origen y, entonces, ya no podían reclamar a las autoridades
consulares de su país. Las víctimas vivían en condiciones inhumanas: al llegar
eran obligadas a firmar un contrato por el que se comprometían a pagar el
viaje, la ropa, el alimento, la renta de la pocilga donde la alojaban y su
mobiliario. Todo a precio varias veces superior al real, por lo que su deuda se
eternizaba y se convertía en un instrumento más de retención. “Provenientes de
familias campesinas, sometidas al vasallaje y a costumbres sexuales que en
algunos casos incluían las relaciones pre maritales y los embarazos como signo
de fertilidad, es posible que hayan aceptado el comercio sexual como una etapa
más de su ya desdichada etapa anterior.”
(continuará)
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