Una historia de tiempos malditos.
Por MIRIAM LEWIN y HORACIO LUTZKY
"(...)Yosi
fue el encargado de recopilar toda la información necesaria, hasta el más
mínimo detalle, de los objetivos que fueron atacados por los terroristas
después. Y lo hizo por orden de sus jefes de Inteligencia de la Policía
Federal, que consideraban a los judíos una amenaza. Les suministró todo: las
características de la edificación, la distribución interna, las formas de
acceso, los horarios, los sistemas de seguridad. Los nombres, los hábitos, los
puntos débiles, las formas de entrar y salir sin ser advertido. (...)".
(...) Entonces
empecé mi ingreso a un mundo invisible, reservado, oculto. Directo a la Escuela
de Inteligencia, que está frente al Hospital Ramos Mejía, en la calle Urquiza,
arriba de la comisaría. El curso completo duraba cinco años.
La Inteligencia de la
Federal había tenido su primer jefe en la época de Perón, el coronel Jorge
Manuel Osinde, que se hizo famoso después de la MATANZA DE EZEIZA. Ahí, la derecha peronista y
tipos de los servicios balearon, torturaron y mataron a gente que había ido a
recibir a su líder. La división se armó siguiendo el modelo del servicio de
Inteligencia de la Alemania nazi.
OSINDE era afecto a la cetrería,
tenía un halcón en el escritorio y cuando recibía a los suyos les decía:
-Ustedes van a ser mis halcones, van a salir a cazar por mí.
Dicen que torturaba a
los detenidos, y que esa fue una de las excusas que usó la Revolución
Libertadora para derrocar a Perón en 1955.
EN LA ÉPOCA DEL PROCESO, el área de Inteligencia
cobró fuerza en relación muy firme con los militares. Tenía el poder de decidir
sobre la vida y la muerte de la gente que detenía. Cuando volvió la democracia,
comenzó a haber peleas internas fuertes con las otras áreas. De ahí proviene la
costumbre de llamarnos “plumas”, despectivamente,
como revancha, en lugar de “halcones”.
Los de inteligencia te generaban desde
el principio un sentido de pertenencia muy fuerte, con reglas rígidas. Los que entrábamos no podíamos revelar
nuestra identidad, teníamos que usar un nombre falso. El mío, dentro de la
fuerza, siempre fue Jorge
Polak. Nos aconsejaban aislarnos de nuestros amigos. No tenía
que contarle nada de lo que haría a mi familia. Debía reducir mis relaciones a
un grupo lo más limitado posible. Había que ser casi un ermitaño. Esas eran las
órdenes, y estaban para cumplirlas. Provenía de un decreto de tiempos de Juan
Carlos Onganía, de 1967, el N°2263.
LOS PROFESORES TAMBIÉN TENÍAN NOMBRES
FALSO. Había uno al que todos le
teníamos miedo, que se hacía llamar Barzola.
Era gordito, de ojos claros. Lo creíamos capaz de cualquier cosa porque era un
pesado de la época de los militares, había pasado por varios destinos. Se
zarpaba en los interrogatorios. También lo llamaban Barreiro,
y cuando se fue de la policía trabajó en Techint, en seguridad,
según me contaron.
Solamente uno de los docentes
era crítico: nos decía que el día de mañana nosotros con nuestros informes
íbamos a ser los que determinaríamos qué procedimientos se harían, y nos daba a
entender que en otra época eran esos informes los que definían quién vivía y
quién no. Nos hizo ver una película, "BRAZIL", de Terry Gilliam, donde
una mosca en una máquina de escribir cambiaba una letra y eso determinaba el
destino de una persona.
Otros nos contaron anécdotas
sobre esos errores. Confusiones de nombres, de direcciones, aberraciones… A tal
punto que en una oportunidad, por equivocarse de vereda, llegaron a la casa de
un militar. Como el tipo vio el despliegue de gente civil armada, se imaginó
que era guerrilleros y empezó a disparar. Le dejaron la casa hecha un colador,
mientras el objetivo real se les escapaba por otro lado. Como esa, pasaron
seguramente mil cosas, tipos que se llevaron por un malentendido… Pero nadie se
manifestaba arrepentido. ¿A quién le importaba?
EN LA ESCUELA ESTUDIÁBAMOS
DERECHO CIVIL Y PENAL, Historia de
los partidos políticos, Historia de los grupos terroristas, Psicología. Era una contradicción que aprendiéramos leyes porque, por otro lado,
nos instruían para cometer delitos como, por ejemplo, la irrupción subrepticia
en un domicilio; es decir, entrar en un lugar, sacar lo que necesitábamos y
dejar las cosas igual, de manera que nadie se diera cuenta de que habíamos
estado ahí. Y, a la vez, nos enseñaban cuál era la pena si alguien era
encontrado dentro de una propiedad privada. Aprendías la norma y también cómo
violarla.
Los manuales eran los
mismos que se venían usando desde la ÉPOCA DE LA
DICTADURA. No nos permitían sacarlos
de la Escuela, quedaban ahí adentro. Todo era oculto, oscuro.
Uno de los profesores
había dicho que si uno tenía una habilidad, un conocimiento, debía potenciarlo
porque podía ser útil. Por ejemplo, si alguien jugaba bien al tenis, podía
viajar por el mundo en ese rol, bajo esa cobertura, de torneo en torneo, y ser
en realidad un espía, un agente de Inteligencia. Podía traficar información sin
sospechas.
YO CONOCÍA TODAS LAS COLONIAS JUDÍAS
DE ENTRE RÍOS porque mi familia
venía de esa provincia. Basavillaso, Villa Clara, Domínguez, Sajaroff. Estaba empapado de la llegada de la inmigración, sabía de las
distintas oleadas, me recitaba de memoria todos a los apellidos…. Sabía, por
ejemplo, que los de Colonia Avigados, fundada en 1936, eran judíos alemanes,
salvados de la guerra, y que había surgido en el contexto europeo la necesidad
de la creación del Estado de Israel. No recuerdo si era para Actividades
Antidemocráticas o para alguna otra materia.
Profundicé muchísimo y eso
motivó a dos de mis compañeros, que eran hijos de militares, quienes empezaran
a cargarme insinuando que yo sabía demasiado. Que a lo mejor era judío, un
doble agente. Era ridículo, porque se suponía que antes de aceptarme habían
investigado hasta a mis abuelos. La verdad era, creo, que ellos esperaban armar
para mi exposición una historia más afín a los mitos que hay detrás de la
colectividad judía, el supuesto afán de dominar el mundo, la acumulación de
poder, de influencias. Ese halo de misterio, la trama secreta que después,
cuando me tocó convivir diariamente con la comunidad, comprobé que no existía,
que era un fraude.
Cuando recibí la calificación,
que fue muy buena, me preguntaron:
-¿Vos sos del Mossad o del Shin Bet?
-Y… no sé, dígame usted –contesté. No me imagino qué fantasías
se habían hecho sobre mí.
Sí, puede ser que haya
sido para Actividades Antidemocráticas,
porque ellos pensaban que el sionismo era peligroso, una verdadera amenaza para
el país. Y eso tiene mucho que ver con lo que voy a contar.
ENTRENAMIENTO ESPECIAL
Uno no elige su
destino. No hablo ahora del destino en general, no escribo esto para hacer
filosofía, me refiero al lugar donde te desempeñás dentro de la fuerza. Supongo
que queda claro. Cuando leas lo que sigue, me vas a entender mejor.
Para ir a hacer lo que yo hice,
infiltrarme, te seleccionaban de acuerdo a tus condiciones. Te marcaban, te
veían actuar. Y también tenían en cuenta sus necesidades de acuerdo con tu
historia. En la
Escuela te abordaba un oficial con mucha experiencia en esa actividad porque,
por lo general, era alguien que venía trabajando en el tema desde la época de
la dictadura, “la otra época”. Casi todos
tenían ese pasado.
CUANDO
TE SELECCIONABAN, para el resto de
la promoción, la tanda, uno había pedido la baja, se iba de la institución. La
excusa podía ser cualquiera. Que la persona se había enamorado de una chica y
se iba a vivir afuera, que tenía problemas familiares, que estaba enfermo, por
ejemplo. Así era como uno empezaba a mentir, como iba a tener que mentir toda
su vida. El primer paso para engañar
a tus propios compañeros. Te esfumabas, no podías aparecer más. Empezabas a
vivir en total secreto. Tu verdadero legajo se retiraba y se guardaba en un
lugar quizá, una caja fuerte, para que nadie tuviera acceso a él.
El próximo paso era un
entrenamiento duro, súper especial. Un entrenamiento de élite. La antesala era
el CAPE, el CENTRO DE ADIESTRAMIENTO POLICIAL
ESPECIAL. Allí había dos instructores, uno de ellos, un referente de apellido Dib,
totalmente antisemita. Antijudío de pura cepa. Durante la dictadura, el CAPE se
había llamado Centro de Adiestramiento Antiterrorista, pero cuando cambió la
época y vino la democracia también le cambiaron el nombre, para disimular. Sin
embargo, el espíritu seguía siendo el mismo porque mantuvieron los cuadros; la
línea de pensamiento era idéntica. Ahora se llama Grupo
Especial de Operaciones Federales, GEOF, pero el cambio de
denominación no es garantía de los de que los instructores se hayan renovado.
Se camuflan, se disfrazan, pero siguen pensando lo mismo.
En Puente de la Noria
había dos edificios, allí nos capacitaba. Ahí teníamos dormitorios, un microcine.
El grupo era cerrado, éramos más o menos diez o quince. No había
mujeres, no porque no hubiera chicas en Inteligencia, sino porque a partir de
cierta instancia se las entrenaba en otro lugar. Ese curso duraba 20 días y era
eliminatorio. Tenías que aprobarlo sí o sí.
En el CAPE recibíamos
instrucción sobe actividades clandestinas: seguimiento, anti seguimiento,
sabotaje, infiltración, atentados. Te enseñaban a ser disciplinado, metódico y
paciente. Te quitaban el reloj y te sacaban a cualquier hora a hacer
entrenamiento físico. Nos habían pedido que lleváramos ropa de fajina, pero
como yo no tenía, llevé el overol azul del colegio industrial.
Para que experimentáramos con
explosivos nos llevaban a Campo de Mayo. Aprendíamos a usar
detonadores, cordones, armábamos bombas. Si ahora quisiera explicarte algo, no
podría armar un artefacto eficaz, impecable.
También hacíamos
seguimiento y si alguien nos descubría en una actitud medio rara y nos detenía,
teníamos que dejarnos llevar a la comisaría y desde allí pedir que se
comunicaran con nuestros jefes. Imagínate que no llevábamos nuestros
documentos, alguien de un área diferente de la fuerza o un objetivo verdadero,
es decir un activista, un estudiante, un sindicalista. También hacíamos
simulación de interrogatorios a supuestos terroristas utilizando técnicas
proporcionadas por los norteamericanos. Una tarde nos hicieron ver un video
sobre eso. Todavía estaban las chicas, eso fue antes de dividirnos. Las mujeres
y algunos pibes no se lo bancaron, se levantaron y se fueron. No soportaron ver
lo que mostraban. Eran torturas, las conocidas y las que la mente humana te
permitía imaginar. Levantarte e irte era renunciar, abandonar, admitir que no
servías para eso, que eras un blando.
EL EJERCICIO INICIAL ERA LLEVARON
AL MICROCINE. Allí había un escenario y
butacas. Atrás, un espejo desde donde nos observaban los instructores, como si
fuera una cámara Gesell. Nos sentaron y trajeron un tipo, encapuchado y
esposado, y un maletín. Nos dijeron que se trataba de un terrorista y que
supuestamente, en la valija había datos sobre la realización de un atentado. Nosotros
teníamos que obtener la información del detenido. Había que abrir el maletín y
después interrogarlo. En el maletín había una trampa cazabobos y al abrirlo se
producía una pequeña explosión. Revisamos los papeles, que se habían chamuscado
un poco, y comprobamos que se iba cometer un atentado. Teníamos solamente media
hora para impedirlo. El atentado iba a ser en un jardín de infantes, nada
menos.
Nos estaban evaluando y
veníamos agotados por el entrenamiento, con una carga psicológica, con una
presión tremenda… No por casualidad los que estábamos ahí éramos todos papás y
teníamos hijos chicos, algunos incluso bebés. Había un reloj de pared enorme.
Nadie decía nada, pero uno sabía… Podíamos consultarnos entre nosotros. Nos
evaluaban en conjunto.
Cuando quedaban 15 minutos y el tipo
no hablaba, empezamos a recordar las técnicas que nos habían mostrado en el
video. Sobre una mesa nos habían dejado algunos elementos, por ejemplo, un
martillo. No quiero decir más… No sabíamos si el tipo era un actor o qué. No
creo que lo fuera. Si le rompíamos una falange, la rodilla o si le cortábamos
un dedo de la mano, nadie nos iba a reclamar nada.
YO TENÍA 25 AÑOS, y los demás eran menores, excepto uno, Luis Falco, del que
mucho después se supo que fue el apropiador de JUAN CABANDIÉ y por eso terminó preso. Él era mayor, de una promoción anterior. Los
instructores venían, como te dije, “de la otra época”, incluso
el capellán policial que te convencía de que ibas a luchar contra el diablo,
contra el mal. Los instructores evaluaban quién tomaba la iniciativa en esa
situación.
EPÍLOGO La historia de Yosi, el espía infiltrado en la comunidad judía argentina
en plena democracia, deja inquietantes preguntas.
Algunas se relacionan
con lo obvio.
¿Cuánto sabían las autoridades
políticas nacionales de los sucesivos gobiernos democráticos acerca de las
actividades de espionaje realizadas a partir de 1986 y hasta después de los
atentados sobre los judíos argentinos, violatorias de principios
constitucionales elementales? ¿Controlaban lo que hacían sus servicios de
Inteligencia, o eran estos, al contrario, los que controlaban a los poderes
políticos?
¿ERA YOSI EL ÚNICO INFILTRADO? Cuando fue
desafectado, ¿otro u otra agente lo reemplazó? Las inteligencias de las otras
fuerzas de seguridad o armadas, o la SIDE, ¿tienen o han tenido también sus
espías en organizaciones sociales, políticas o religiosas?
¿Tienen los efectivos policiales prejuicios
hacia los 'diferentes'? Ya
en la Semana Trágica de enero de 1919, el periodista de medios judíos PINIE
WALD fue detenido en la comisaría 7 (la misma que décadas después no cuidó la
AMIA) y luego salvajemente castigado en el Departamento Central de Policía,
acusado de presidir una conjura “maximalista” rusa para instalar un “sóviet” en la Argentina.
Más cerca en el tiempo,
el periodista JACOBO
TIMERMAN fue torturado durante su cautiverio en la última dictadura militar por
el jefe de la policía de la provincia de Buenos Aires, Ramón
Camps. El represor quería que “confesara “su responsabilidad en el “PLAN ANDINIA”, el supuesto complot judío
para apoderarse de la Patagonia y crear la República Andina, una segunda
Israel. Esa superchería había sido creada por el ideólogo filonazi de la
dictadura, Walter
Berveraggi Allende. Ya en la democracia, Yosi es plantado en la
comunidad judía para investigar esos mismos disparates. ¿Cambió realmente la
formación intelectual y profesional de las fuerzas policiales?
OTRAS PREGUNTAS. Dos
atentados –con indicios de participación policial en la perpetración y en el
encubrimiento- se llevaron la vida de más de un centenar de personas en pleno
Buenos Aires. Sin embargo, la aparición de un testigo, protagonistas esencial de
los momentos previos y posteriores a tales tragedias no generó el interés real
de las instituciones afectadas, ni tampoco de quienes debían impulsa la
búsqueda de la verdad desde el sector público.
Yosi fue el encargado de recopilar toda
la información necesaria, hasta el más mínimo detalle, de los objetivos que
fueron atacados por los terroristas después. Y lo hizo por orden de sus jefes
de Inteligencia de la Policía Federal, que consideraban a los judíos una
amenaza. Les suministró todo: las características de la edificación, la
distribución interna, las formas de acceso, los horarios, los sistemas de
seguridad. Los nombres, los hábitos, los puntos débiles, las formas de
entrar y salir sin ser advertido.
En los momentos
anteriores a los dos atentados, todos los policías federales que podían haber
sido víctimas desaparecieron de los lugares donde tendrían que haber estado,
porque les avisaron que se fueran.
No fue casualidad: no
fueron uno ni dos, sino una decena entre los dos atentados. Y después, cuando
las matanzas habían sido concretadas, fueron policías –entre otros- los que se
dedicaros a destruir las evidencias. Mientras tanto, seguían espiando a la
comunidad, no para custodiarla desde dentro sino para averiguar cuáles era sus
hipótesis sobre los autores. A Iosi le encomendaron esa tarea.
PERO LOS DIRIGENTES DE LA COMUNIDAD
JUDÍA MIRARON PARA OTRO LADO. Rubén Beraja,
el presidente de la DAIA, su sucesor José Hercman y los que los siguieron,
además del embajador de Israel, Yitzhak Avian, defendieron la historia oficial
de los atentados, condecoraron a los jefes de la Policía Federal y se
alinearon con el gobierno de Carlos Menem.
Sabemos hoy, por
los CABLES DE WIKILEAKS,
que la Embajada de Estados Unidos presionó al fiscal Alberto Nisman para que no
revisara nada de lo que tuviera que ver con el encubrimiento y el armado de
pesquisa falsa.
¿Por qué todos estos
factores de poder argentinos y del exterior coincidieron en el silenciamiento
de lo ocurrido?
La DAIA y la AMIA, como
querellantes en el juicio y del exterior, ¿coincidieron en el silenciamiento de
lo ocurrido?
La DAIA y la AMIA, como
querellantes en el juicio por el atentado contra su sede, a diferencia de los
familiares de las víctimas, defendieron hasta el final la escandalosa actuación
en la causa del destituido juez Juan José Galeano, y convalidaron sus numerosas
irregularidades, que alejaron toda chance de verdad y justicia. Junto con la
Secretaría de Inteligencia del Estado, estos representantes del establishment comunitario
se opusieron celosamente a la divulgación de la actividad secreta y
frecuentemente delictiva de los espías que intervinieron en la pretendida
investigación. ¿Por qué militan a favor del ocultamiento?
Contra toda lógica, a los
pocos días de ocurrido el atentado a la AMIA se abortó la línea de
investigación local que más evidencias y puntos de sospecha acumulaba, que
involucraba al ciudadano argentino de origen sirio ALBERTO
J. KANOOORE EDUL, con vínculos que llevaban no solo a Carlos Telledín sino
a otro sospechoso central tanto entonces como ahora: el agregado cultural de la
Embajada de Irán, MOSHEN
RABBANI, que figuraba en su agenda
personal.
El 1º de agosto de 1994 las órdenes bajaron de la Casa Rosada
y de inmediato se desincriminó a Kanoor Edul (cuya familia era muy cercana a los
Menem), pero también a otro personaje central en la trama: el minero libanés Nassib Haddad un tenedor de explosivos y dueño del
volquete dejado en la puerta de la AMIA minutos antes de las detonaciones,
después de pasar por un baldío que usaba Edul. Los dos se fueron a su casa el
mismo día, luego de quedar sólo unas horas detenidos. Mientras tanto, se
clausuraba esa investigación y se disponía la sistemática destrucción de
pruebas (casetes, desgrabaciones y elementos secuestrados) de esta vertiente,
llamada “pista siria”, que en modo alguno desplazaba a la
“pista iraní”, pero comprometía más directamente a Carlos
Menem.
¿Cuánto influyeron los negocios
personales de dirigentes y funcionarios a la hora de aceptar la impunidad de
nichos de corrupción en la fuerzas de seguridad e Inteligencia, y en el desvío
de las investigaciones? ¿O cabe pensar en compromisos de mayor alcance a nivel
internacional?
En ese sentido, el
gigantesco contrabando de armas y explosivos desde la ARGENTINA
A CROACIA Y BOSNIA, en el que participó el
gobierno de Menem con intermediarios sirios e iraníes, podría ser la causa de
las sucesivas cortinas de humo. Es que ese operativo no fue una simple
ocurrencia de Menem: era avalado secretamente por los Estados Unidos, a pesar
de la prohibición de la ONU de vender armamento a la zona, que regía desde
septiembre de 1991.
PARA LOS SERBIOS,
que tenían todo el arsenal de la Yugoslavia de Tito, el embargo no era tan
grave, pero el resto de lobados, sí. Israel, por su parte, desde la década de
1970 registra antecedentes de participación junto a militares argentinos y
agentes norteamericanos en el suministro de armas a compradores iraníes, muy
activos en la Argentina de los años '90
El escenario de la maniobra
era el puerto de Buenos Aires. Ahí se acumulaban por toneladas en depósitos los
cargamentos que eran inspeccionados por los intermediarios y compradores,
básicamente croatas, musulmanes bosnios e iraníes, y tenían como destino
los Balcanes. Todo ese material estuvo a quince minutos de la sede la AMIA. A
pasos, además, del depósito de NASSIB HADDAD, de donde partió el volquete depositado de la puerta.
EN EL NEGOCIO INTERVENÍAN
FUNCIONARIOS MENEMISTAS, MILITARES CARAPINTADAS Y REPRESORES, AGENTES DE LA
SIDE, DIRECTIVOS DE FABRICACIONES MILITARES Y REPRESENTANTES DE LA INDUSTRIA
BÉLICA DE VARIOS PAÍSES. PARA ESCONDERLO, ESTÁ PROBADO EN LA JUSTICIA QUE
LLEGARON HASTA PROVOCAR LA EXPLOSIÓN DE RÍO TERCERO.
El operativo de
contrabando era secreto, y debía continuar oculto, sin interferencias, pese a
los atentados. Y sin indagaciones que podrían haber expuesto relaciones 'Non sanctas'. Motivos más que suficientes para frenar
cualquiera averiguación.
¿Por qué la SIDE seguía a Rabbani y
miembros de células iraníes antes del atentado a la AMIA? ¿Por qué no lo
evitaron, si era los iraníes los responsables, tal como supone ahora la
hipótesis predominante? ¿Qué misión cumplió el helicóptero que iluminó los
techos y los fondos de la AMIA la madrugada anterior al atentado? ¿Por qué fueron
ignoradas las advertencias previas e invalidados algunos testimonios? ¿Para qué
se usó la precisa y abundante información recopilada por el espía?
Hasta ahora, estos
interrogantes no tienen repuesta. Los agentes de la oscuridad vienen ganado la
partida. Pero Iosi es la prueba viviente de que hay otra historia que intenta
ver la luz. La verdad historia.
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