Los judíos secretos de Polonia
FUI CRIADA EN VARSOVIA
COMO UNA POLACA CATÓLICA. HOY HE ABRAZADO MI IDENTIDAD JUDÍA.
TUSIA DABROWSKA creció en
Varsovia sin saber que era judía, un hecho que ella sospechó y luego confirmó
en su adolescencia. Durante los últimos 15 años ella divide su tiempo entre
Varsovia y Brooklyn.
Mi abuela, una mujer ágil de sesenta y cinco años en ese
entonces, se inclinó sobre una pálida bañera con azulejos color rosa y metió
su mano detrás de la lavadora que estaba a su lado. Estábamos en el sótano de
su casa. Ella era demasiado pequeña y tenía que subirse al borde de la
bañera. Agachándose, finalmente alcanzó una bolsa plástica. Era un seco y
cálido verano polaco en 1995. Mi abuela se enderezó, sosteniendo con actitud
protectora el paquete envuelto firmemente, una colección de fotografías de su
familia. La lavadora había dejado de funcionar hace mucho tiempo; era una
especie de cofre del tesoro, ocultando recuerdos familiares innombrables. Mi
abuela siempre creyó que era mejor que nuestra historia familiar muriera con
ella.
Había algo indefinido, sin embargo vergonzoso acerca de
nosotros. Los niños decían que mi familia era fea, adultos educados decían
que yo tenía rasgos españoles, adultos menos educados decían muchas otras
cosas.
YO CRECÍ EN VARSOVIA, lejos del pequeño pueblo del que mi
madre escapó tan pronto como pudo, y de la calle en donde mi abuela vivió
toda su vida, incluyendo los años que ella se escondió en otro sótano. Esa
era la calle a la cual mi abuela —al igual que su madre— pertenecía. Ella
perteneció a esa calle cuando era el corazón del barrio judío. Ella había
pertenecido a esa calle los 50 años en que fuimos los últimos judíos allí.
Incluso antes de que acabara la guerra, mientras seguía escondida, mi abuela
fue bautizada. Por el resto de su vida, ella luchó por encontrar su hogar,
por pertenecer, por ser aceptada.
Esta obsesiva necesidad de pertenecer moldeó las
decisiones de mi abuela, y resonó en la vida de mi madre. Yo crecí sabiendo
que el aspecto más difícil de pertenecer era la amenaza de que en cualquier
momento podíamos ser descubiertos.
LA ELIMINACIÓN DE LA VIDA JUDÍA en nuestra parte del
mundo fue, dicho suavemente, una experiencia desconcertante para aquellos que
sobrevivieron. Pero en Polonia, estuvo compuesta por la casi completa
demolición de virtualmente todas las estructuras sociales. Más aún, el
comunismo no tenía ningún interés en reconstruir vínculos sociales basados en
prácticas democráticas. Esto significaba que incluso 40 años después de la
guerra, yo aún era vulnerable a las opiniones sobre quién era yo ofrecidas
por taxistas, borrachos solitarios, ancianas que necesitaban una razón para ponerse
antes que yo en la fila de la tienda, y un vecino que pensaba que yo tocaba
música demasiado fuerte. Yo no solamente era susceptible a la opinión de
ellos; no tenía otro punto de referencia.
MI ABUELA ERA UNA CATÓLICA que se teñía su pelo color rojo
henna y que destruyó sus fotografías familiares. Las mismas fotografías que
había compartido conmigo solamente una vez en el sótano de su casa. En su
lecho de muerte en el año 2006, por primera vez desde la Guerra, ella le dijo
a mi madre, en confidencialidad absoluta, que éramos judías. Mi madre se
enteró que éramos judías unos 35 años antes cuando un compañero de clase le
dijo que él no podía salir con ella. Pero incluso si él no le hubiera dicho
eso, había otras señales claras. Como el hecho de que mi abuela guardaba
fotografías en la lavadora. Y que el pan JALÁ era más delicioso los viernes.
O que Paul Newman era el único actor de pelo claro que mi abuela consideraba
guapo.
A pesar de sus temores más profundos, mi abuela nos
transmitió a nosotras una riqueza de cultura, una amalgama de tradiciones
polacas y judías. Eso fue lo que guió a mi madre a Varsovia. Ella se mudó ahí
a finales de los años 70, aproximadamente una década después de la última
ronda de expulsiones de judíos de Polonia. Pero a diferencia de lo que mi
madre había vivido anteriormente, la capital rebosaba con vida judía.
LA ASOCIACIÓN SOCIOCULTURAL DE JUDÍOS EN POLONIA, de
manera formal e informal, buscaba recolectar los restos de vida judía. Cuando
yo era pequeña, casi todos los amigos de mi madre eran judíos. Era una red
anónima de personas que guardaban sus historias de vida para conversaciones
susurradas tarde por la noche. Eran pocos en número y tenían una conexión
positiva muy reducida con su identidad étnica, cultural o religiosa. Pero
además de un lazo tácito, ellos también se apoyaban los unos a los otros,
incluyendo mujeres como mi madre, una madre soltera de Polonia rural con una
niña enfermiza, una hija nacida prematura con problemas de riñón.
ESTE SENTIDO DE
PÉRDIDA ES UN SENTIMIENTO COMÚN ENTRE LOS JÓVENES DE POLONIA, TANTO JUDÍO
COMO NO JUDÍO.
He llegado a entender que la parte más difícil de superar
la enfermedad que marcó nuestra identidad no es atesorar las tradiciones que
me transmitieron, sino llegar al punto en donde puedo comenzar a delinear lo
que me quitaron. Este sentido de pérdida es un sentimiento común entre los
jóvenes de Polonia, tanto judíos como no judíos. Sin embargo, para mí, las
fiestas judías en el shtetl (en el pueblo) son tan lejanas para mí como los CENTROS
DE JABAD que aparecen constantemente en Polonia. En un momento en que la
mayoría de los jóvenes, para bien o para mal, escogen y eligen sus
identidades para luego llevarlas más allá de los límites aceptados, ser judío
en Polonia es como estar eternamente en el escenario del VIOLINISTA EN EL TEJADO.
COMO MUCHOS OTROS JUDÍOS DE VARSOVIA, ME SENTÍA
INSATISFECHA. Cuando ostensiblemente me preparaba para escribir una novela,
pasé un año investigando las prácticas diarias de las mujeres judías en
Varsovia antes de la Segunda Guerra Mundial. En los archivos fotográficos de
YIVO(instituto de investigación judía), busqué
fotografías de I.L. PERETZ (escritor nacido en
Varsovia), para ver el departamento en que su esposa y compañera en
activismo social vivía. En los archivos fotográficos en línea del Museo del
Holocausto en Estados Unidos, estudié la moda de las mujeres.
Mientras leía una variedad de blogs dedicados a la vieja
Varsovia perseguí trivialidades. Aprendí sobre mercados de ideas en donde
activistas políticos judíos animaban a otros judíos a unirse a sus partidos.
Leí sobre Adria, el restaurante y club nocturno de mala
fama, manejado por el compositor HENRYK GOLD y considerado uno de los centros
de vida cultural judía y polaca. Descubrí activistas judías feministas,
radicales bilingües y escritores trilingües, soñadoras que poblaban las
calles de mi ciudad natal 50 años antes de que yo naciera. Encontré mi hogar.
DESPUÉS DE LA GUERRA, Varsovia fue, al menos
arquitectónicamente, reconstruida. El pasado, diverso y lleno de tensiones
étnicas y culturales, sin embargo rico y co-habitable, había desaparecido.
Los pocos restos del pasado que sobrevivieron cambiaron su función como si
quisieran ocultar su propósito. De la Varsovia que sobrevivió, la mayoría, como
por ejemplo una sinagoga de madera cerca del departamento de mi madre, fue
demolida a principios de los años 70. Se asumía que la arquitectura judía no
tenía propósito o uso en el país.
PERMITIR QUE LAS
VOCES DE HISTORIAS BORRADAS HAGAN ECO A TRAVÉS DE MÍ, ME AYUDA A REVELAR MI
ALEGRÍA DE SER JUDÍA.
Y puesto que el comunismo cubrió el país primero con
majestuosos edificios de caliza y luego con económico concreto, pareciera
como que la una vez vibrante vida judía se convirtió simplemente en un dato
geológico. Mi propio departamento en Varsovia, diseñado justo después de la
guerra, fue construido a partir de escombros reutilizados. Fantasmas de esa
otra Varsovia viven en las paredes de mi casa, y ellos me dan la fuerza y el
orgullo de ser judía en Polonia ahora.
PARA UN JUDÍO POLACO, el presente debe estar arraigado en
el pasado, más allá del dolor y el miedo. Permitir que las voces de historias
borradas hagan eco en mí, y a través de mí, me ayuda a revelar mi alegría de
ser judía, sin sentir culpa o incomodidad. Mi experiencia de descubrir la
historia de mi familia, redefinir mi pertenencia y el rol en mi comunidad es
un proceso que refleja el cambio de Polonia hacia un país libre. Quizás este
es el reto de ser un judío en Polonia hoy en día, nunca sentirte bien anclado
en tu lugar en la historia.
No hay palabras para
describir su coraje, solamente plegarias.
MADRES JUDÍAS EN EL HOLOCAUSTO
Fue un tiempo inimaginable. Impensable. Un tiempo
incomprensible para cualquier madre – y para cualquier ser humano.
Sentada aquí, 70 años después, todavía escucho los ecos de
aquellas madres. Veo las sombras y siento el horror de la locura que se había
desencadenado. Pero también siento un amor desenfrenado y una admiración por
esas mujeres quienes, hombro a hombro, enfrentaron a aquella monstruosa
bestia con coraje, convicción y fe incomparable.
EL MÁXIMO SACRIFICIO. Cuando se
trataba de proteger a sus hijos, no pueden existir héroes más grandes que
estas madres judías. Y no hay mejores palabras para describirlas que las
palabras de ellas mismas.
Cuando los Nazis congregaron a los JUDÍOS DE PIOTREKOW
para deportarlos, el pequeño Israel, de 4 años, iba supuestamente a acompañar
a su madre, Jaia, a Ravensbruck. Este era el famoso campo de “mujeres” de
Himmler, donde la muerte por hambruna, golpes, tortura, ahorcamiento,
disparos y experimentos médicos era parte de lo grotesco de la vida diaria.
Jaia apartó a Israel de su lado, permitiendo así que su
hermano, que estaba siendo enviado a Buchenwald, un campo más “seguro”,
pudiese esconderlo en una bolsa de lona, donde ella creía que tendría una
mayor posibilidad de sobrevivir.
Ella no sobrevivió. Pero su hijo creció para continuar
una cadena de 38 generaciones de rabinos en su familia, convirtiéndose en el
Rabino Jefe de Israel y en uno de los judíos más venerados del mundo: ISRAEL MEIR
LAU.
En el libro "RESPUESTAS JUDÍAS A LA PERSECUCIÓN
NAZI", escrito por Isaiah Trunk, vemos el siguiente testimonio de una
madre judía a punto de ser llevada a un campo de concentración, fechado el 23
de septiembre de 1943:
Bronia... te ruego: hazte
cargo de mi hijo. Sé una madre para él. Tengo miedo que se enferme: está tan
débil y enfermizo. Él es muy inteligente y tiene un muy buen corazón. Estoy
segura que te querrá. Bronia, esta carta es un llanto del corazón. Mijael
debe comer, fortalecerse y ser capaz de soportar los sufrimientos. Por favor,
es necesario vestirlo con ropas abrigadas, que use calcetines. No puedo
seguir escribiendo. Incluso mis lágrimas se han secado. Que Dios los proteja
a los dos. Genya.
Eventualmente él fue capturado. Tanto la madre como el
hijo murieron en los campos.
OTRA CARTA del mismo libro describe eventos en 1932. Golde Graucher irrumpió en nuestro hogar llorando. Ella había
conseguido un pase para ir a la tierra de Israel, pero de qué le servía si
dos de sus hijos habían sido atrapados. Yo podía escuchar a mi madre llorando
mientras hablaban: “Nuestros días están contados. ¡Pero al menos salva a mi
hijo menor!, regístralo como el hijo que te arrancaron”.
Ellas se abrazaron,
sollozando. Era terrible ser el único que se iba, pero mi madre me hizo creer
que ella me seguiría.
EL TREN COMENZÓ A MOVERSE. Yo
tenía que forzarme a mí mismo a llamar a Frau Graucher,
“Mami”. Contuve mis lágrimas, porque ante mis ojos yo veía a mi querida
madre. Quién sabía si la volvería a ver".
Durante agosto y septiembre de 1942, los judíos de Kowel,
Polonia, fueron aprisionados en la sinagoga; luego, 18.000 de ellos fueron
ejecutados. Conociendo su destino, muchos escribieron en las paredes en
hebreo, idish y polaco utilizando cualquier cosa, incluso sus uñas.
AQUÍ HAY DOS ESCRITOS:
Rubén Atlas, que sepas que tu
esposa Gina y tu hijo Imush murieron aquí. Nuestro hijo lloró amargamente. Él
no quería morir. Anda a la guerra y venga la sangre de tu esposa y de tu
único hijo. Estamos muriendo, a pesar de que no hicimos ningún mal.
¡Perdóname! Madre, quiero que
sepas que me atraparon cuando salí a buscar agua. Si vienes para acá,
recuerda a tu hija Yente Sofer, quien fue asesinada en 14.9.1942
Escrito por Vladimir Shteinberg, el 14 de noviembre de
1944:
Querida hermana, hoy es el
aniversario de la muerte de nuestra querida madre. Ella fue asesinada por los
criminales Nazis el 14 de noviembre de 1941. En ese día, a las 5 de la
mañana, ellos empezaron a masacrar a los judíos de nuestro pueblo. Cuando
cayó la noche, habían matado a 9.000 judíos – hombres, mujeres y niños. La
imagen de mi querida madre está gravada en mi mente. Ella pensó en sus hijos
hasta el amargo final. Un amigo de la familia, quien también fue llevado al
pozo con ella, más tarde escapó y nos contó que ella había hablado de
nosotros todo el tiempo. Sus últimas palabras fueron, "Gracias a Dios
mis hijos están vivos. Ellos no están acá".
PROTECCIÓN MATERNAL. Rudolf
Hess, el brutal comandante de Auschwitz, escribió en su autobiografía que
"una y otra vez" él "fue testigo de madres entrando a las
cámaras de gas con niños que reían o lloraban en sus brazos". El
recuerda a una mujer joven quien, mientras estaba en la cámara de gas, dijo:
"Deliberadamente evité ser elegida para trabajos forzados porque quería
cuidar a mis hijos y atravesar esto con plena conciencia de lo que está
pasando. Espero que no tome demasiado tiempo".
En el libro LOS ROLLOS DE AUSCHWITZ, es
descrita una escena trágica. En 1943, unos niños se estaban desvistiendo en
la antesala de una cámara de gas. Cuando los guardias trataron de apurarlos,
una niña de 8 años se resistió, llorando: "¡Sal de aquí, asesino de
judíos! No pongas tu mano cubierta de sangre judía sobre mi dulce hermano. Yo
soy su madre ahora y él va morir en mis brazos".
En cada DÍA DE LA MADRE, mientras celebramos con flores,
desayunos, tarjetas y palabras de amor – encendamos una vela por estas
mujeres; no hay palabras para describir su valor, sólo plegarias.
Esta plegaria está basada en las palabras de Alexander
Kimel, un sobreviviente del holocausto:
DIOS TODOPODEROSO, LLENO DE
AMOR. RECUERDA A TODAS ESTAS MADRES, QUE CARGARON A SUS BEBÉS HACIA SU
EJECUCIÓN, QUE DEJARON A SUS HIJOS EN LAS CÁMARAS DE GAS O QUE PRESENCIARON
SU MUERTE. DIOS TODOPODEROSO, HAZ QUE SU ANGUSTIA, DOLOR Y TORTURA NUNCA SEAN
OLVIDADOS. EN NUESTRA MEMORIA VIVIRÁN POR SIEMPRE JAMÁS.
·
Es bueno saber
LA EXTRAORDINARIA HISTORIA DE LA COMUNIDAD JUDÍA DE
ZACINTO.
A FINALES DE LA PRIMAVERA DE 1944, LOS BARCOS NAZIS DE LA
MUERTE ESTABAN RECORRIENDO LAS ISLAS JÓNICAS. Ya habían reunido a 2.000
judíos de Corfú y 400 de Cefalonia, y ahora se dirigían rumbo a ZACINTO. La
misión de las brigadas de la SS era reunir a toda la comunidad judía de la
región y enviarla hacia el puerto de Patras, desde donde serían transferidos
en tren hasta Auschwitz.
Un par de días antes de que arribaran a Zacinto, el
comandante llamó a la oficina del Arzobispo Metropolitano, Chrysostomos, y al
Oficial Lucas Carrer, y les dijo que tenían 24 horas para presentar una lista
con los nombres de todos los judíos que vivían en la isla junto con los
detalles de sus propiedades.
Y ellos efectivamente hicieron entrega de un sobre antes
de que expirara la fecha. El comandante abrió el sobre y se encontró con un
papel que sólo contenía dos nombres: el del arzobispo y el del oficial.
“SI QUIEREN LASTIMAR A ESTA GENTE”, DIJO CHRYSOSTOMOS
REFIRIÉNDOSE A LOS RESIDENTES JUDÍOS DE LA ISLA, “IRÉ CON ELLOS Y COMPARTIRÉ
SU DESTINO”.
El comandante nazi quedó atónito. Envió un mensaje
urgente a Berlín pidiendo nuevas órdenes. Mientras tanto, el arzobispo y el
oficial le habían informado a Moisés Ganis, el líder de la comunidad judía,
sobre los planes alemanes, solicitando una operación masiva para ocultar a
los judíos de la isla en las aldeas, granjas y los hogares de los cristianos.
Durante los meses que siguieron y hasta la partida de las
tropas alemanas, nadie los traicionó, nadie confesó saber dónde se estaban
escondiendo y, consecuentemente, ninguno de los 275 judíos de la isla fue
deportado a los campos de concentración.
JAIM CONSTANTINIDIS tenía 11 años en ese entonces. Vivía
en la capital de la isla con sus padres y cuatro hermanos. Su padre era un
comerciante textil y sus hermanos mayores eran trabajadores metalúrgicos.
Él es uno de los pocos miembros de la comunidad judía de
la isla que recuerda aquella época y está listo para ver la historia cobrar
vida en la pantalla grande en dos producciones norteamericanas: la primera es
el documental NINGÚN HOMBRE ES UNA ISLA, dirigido
por Yannis Sakaridis, y la segunda es un largometraje de Theo Papadoulakis,
el cual continúa en etapa de producción. Dos norteamericanos griegos están
detrás de los proyectos: los productores Gregory Pappas y Steven Priovolos,
quienes convocaron a prominentes miembros de la diáspora en Estados Unidos y
obviamente a Hollywood para que se hicieran parte del proyecto. Uno de los
productores ejecutivos es Sid Ganis, un expresidente de la organización Academy of Motion Picture Arts and Sciences y cuya familia judía proviene
de Ioánina, en el noroeste de Grecia.
Constantinidis,
de 81 años ha vivido en Israel durante las últimas
décadas,
¿SABÍAN QUE LOS
BARCOS NAZIS SE DIRIGÍAN A ATRAPARLOS?
Sí, pero no queríamos creerlo. No podíamos creer que unas
personas pudieran infligir tanto sufrimiento en otras. Nunca habíamos dañado
a nadie. ¿Por qué nos lastimarían? Cuando se llevaron a los últimos judíos de
Corfú nos dimos cuenta que se aproximaba nuestra hora. Pero incluso en ese
momento éramos tan cercanos y unidos a los cristianos que estábamos esperando
que ellos nos dijeran qué hacer, que nos protegieran.
¿QUIÉN ALERTÓ A TU
FAMILIA?
Ganis vino a nuestro hogar tarde en una noche. “Agarren
un bolso cada uno y salgan”, dijo. Y corrimos tan rápido como pudimos.
¿ADÓNDE FUERON?
Él había organizado para nosotros un refugio con una
familia llamada Sakis, si bien recuerdo, en la zona de Halikero, ubicada en
la periferia de la ciudad. Nos dieron un cuarto. Nosotros éramos siete, y
además estaban un primo de mi padre con su esposa e hijo. Los diez pasamos
siete meses confinados allí. Por las rejas de la casa veíamos pasar a los
alemanes. Nunca olvidaré a esas personas que arriesgaron la vida para
salvarnos.
¿LOS HAS VISTO
DESDE ENTONCES?
En 1971. Fui a visitar sin previo aviso. Golpeé a la
puerta. Abrió Sofía Saki; su marido había fallecido. Cuando me reconoció
comenzó a llorar. No podía dejar de abrazarme.
VOLVAMOS AL FINAL
DE LA GUERRA. CUANDO LOS NAZIS SE FUERON, ¿VOLVISTE A TU CASA?
Sí, y estaba tal cual la habíamos dejado. Pero no nos
quedamos mucho tiempo más en la isla.
¿POR QUÉ SE FUERON?
En 1946, cuando estaba siendo establecido el Estado de
Israel, vino gente de allí para hacer propaganda. “Ahora que vieron lo que
ocurre, ¿se quedarán?”. “¿Cómo saben que no volverá a ocurrir? Puede que la
próxima vez no sean tan afortunados”. Dijeron cosas como esas y mi padre las
creyó.
Nos reunimos en familia y hablamos por horas. Decidimos
que mis hermanos y yo iríamos. Mis padres no se sumarían en ese momento
porque mi mamá estaba en una etapa avanzada de su embarazo. En la mañana en
que dejamos Zacinto nació mi hermano menor.
¿CÓMO ERA TU NUEVA
VIDA?
Difícil desde el comienzo, incluso antes de llegar a
Israel. 400 personas de toda Grecia arribaron a Sunión, cerca de Atenas, para
encontrarse con un barquito oxidado que nos estaba esperando. “¿Saldremos en
eso?”, preguntamos. “Por supuesto que no. Su barco, uno grande, los está
esperando aguas abiertas”, dijeron. Era una mentira. El viaje, que duró entre
dos y tres semanas, continuó en ese cachivache. Podíamos agacharnos y tocar
el agua, no tienes idea por lo que pasamos.
¿FUE FÁCIL ACOSTUMBRARSE
A VIVIR EN ISRAEL?
Para mí, sí. Me llevaron a un kibutz. Trabajaba todo el
día. No recibía nada de dinero, sólo un plato de comida y una cama en la que
dormir. No me importaba, pero otras personas sufrían mucho. Rovertos, un
amigo, se suicidó. Así de arrepentido estaba de haber dejado Grecia. Unos
años después se nos unieron mis padres en Tel Aviv y, a partir de la reunión
de la familia, las cosas mejoraron.
¿DÓNDE CONOCISTE A
TU ESPOSA?
En el ejército. Miriam trabajaba en la librería porque
tenía educación y yo era un chofer. Me costó mucho conquistar su corazón.
¿SE HIZO LA
DIFÍCIL?
¡Era difícil conquistarla! Pero yo la cortejaba con
canciones griegas, le cantaba baladas de Zacinto.
¿QUÉ CLASE DE TRABAJO HACÍAS?
Durante años hice camas de hierro. Luego trabajé como
chofer. Me iba a trabajar antes del amanecer y volvía a casa después del
anochecer sólo para pagar las cuentas. En Zacinto no éramos ricos, pero
teníamos todo lo que necesitábamos.
¿QUÉ LES CONTABAS A
TUS HIJAS CUANDO ERAN PEQUEÑAS SOBRE LA ISLA?
Que es el lugar más bonito del mundo.
¿QUÉ OPINA DE
GRECIA LA GENTE DE ISRAEL?
Lo mejor. Les encanta. Puedes escuchar canciones griegas
en hogares y bares, es la música perfecta para el entretenimiento. ¿Sabes
cómo le llaman a Zacinto? LA ISLA DE LOS RECTOS.
EN LAS CLASES DE HISTORIA DE ESCUELA PRIMARIA SE LES
ENSEÑA A LOS CHICOS QUE LOS CRISTIANOS SALVARON A 275 ALMAS JUDÍAS.
¿CUÁLES SON TUS
RECUERDOS MÁS VÍVIDOS DE TU VIDA EN ZACINTO?
Recuerdo la risa de una niña cristiana que vivía en nuestro
barrio y fue mi primer amor. Creo que su nombre era María. Ya soy un hombre
mayor y no creo que mi esposa se ponga celosa al oírlo. Aún recuerdo el sabor
del aderezo de ajo que hacía mi mamá y el olor del césped alto en el baldío
adyacente a nuestra casa. En primavera el césped crecía tan alto que podía
esconderme en él. Quería mirar al cielo sin ser visto.
¿TE ALEGRA SABER
QUE EL MUNDO ESCUCHARÁ TU HISTORIA?
Mucho. Necesitamos decirles lo que ocurrió a los niños de
la actualidad, contarles sobre los nazis y el Holocausto, para que los
horrores no vuelvan a ocurrir jamás.
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miércoles, 27 de enero de 2016
EL HOLOCAUSTO EVIDENCIA QUE LA PERVERSIDAD NOS GOBIERNA.
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