La piedra angular del
antisemitismo
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LA POBREZA, EL
DESPRENDIMIENTO DE TODO LO QUE NOS ATA Y NOS ALEJA DE DIOS, SEA O NO MATERIAL,
NOS DEJA VACÍOS, PARA QUE DIOS PUEDE ENTRAR PLENAMENTE EN NUESTRO CORAZÓN.
TERESA DE CALCUTA.
---- La carga de la mano
de obra esclava, y la simple explotación surgen de estos sectores.
El Papa Pío
IX para FRENAR EL LAICISMO firmó concordatos con diversos estados católicos por
los que éstos reconocían el derecho exclusivo de la Iglesia a dirigir las
escuelas seglares y parroquiales: los más importantes fueron los concluidos con
España en 1851 y con Austria en 1855.
El mismo pontífice promulgó en 1864 la polémica
SYLLABUS, documento por el cual
condenaba el liberalismo y racionalismo y proclamaba la infalibilidad
papal.
ESTO SUPONÍA LA AUTORIDAD COERCITIVA MORAL DEL
VATICANO y en muchos países se extendió la resolución de los estados de
refrenar la autoridad de la Iglesia.
La reacción fue lenta, pero continuada y así
FRANCIA, en 1882, universaliza la educación primaria convirtiéndola en
obligatoria para niñas y niños; poco después, en 1886 lleva a cabo la
sustitución de los maestros religiosos por laicos, hasta que en 1904 se prohíbe
por ley a todas las congregaciones la dirección de las escuelas.
El miedo a la coeducación será en definitiva el
miedo a la EMANCIPACIÓN DE LAS MUJERES, tal y como afirmaría el mismo Papa Pío
XI en la encíclica Casti Connubi.
La emancipación de la mujer “es corrupción del carácter propio de la mujer y de
su dignidad de madre; es trastorno de toda la sociedad familiar, con lo cual al
marido se le priva de la esposa, a los hijos de la madre y a todo el hogar
doméstico del custodio que lo vigila siempre».
La lógica
católica discurría a través de supuestos puramente misóginos: si «la mujer» es
una criatura impulsiva y poco racional eduquemos sus sentimientos, su corazón,
para que llegue con un conocimiento suficiente a su fin natural, que es el
matrimonio, y para alejarla de vindicaciones igualitarias pues éstas cuartean
la estabilidad y honor de la institución familiar al orientar a las mujeres a
un quehacer extradoméstico. El objetivo será construir una feminidad que se
acerque a Dios por necesidad de su conciencia y que no use a Dios como pretexto
para conseguir posiciones más o menos bastardas o cuando menos terrenales.
Ya lo dijo el pensador chino CONFUCIO: “DONDE HAY
JUSTICIA NO HAY POBREZA.”
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HOY LA IGLESIA apenas ha cambiado la concepción
diferenciada que tiene de los varones y las mujeres. Ha moderado su lenguaje,
pero no la esencia del discurso. Cuando se promovió la IV Conferencia Mundial
sobre la Mujer en Pekín, la Iglesia estaba muy interesada en «clarificar la
plena verdad sobre la mujer». El Papa Juan Pablo II dirigió una CARTA A LAS
MUJERES en la que «aclaraba» la identidad y posición social de las mujeres.
Juan Pablo II considera que la mujer y el «hombre» no reflejan una igualdad
estática y uniforme, sino de complementariedad entendida como «unidualidad»
relacional. Para explicar en qué consiste la compleja expresión «”unidualidad”
relacional» nos remite Juan Pablo II al versículo del Génesis «No es bueno que
el hombre esté solo.
Voy a
hacerle una ayuda adecuada» (Gn 2,18). De esta manera la identidad de la mujer
queda confirmada por el proceso mismo de su creación: «En la creación de la
mujer está inscrito, pues, desde el inicio el principio de la ayuda». Así pues,
la mujer está llamada a ofrecer ayuda al «hombre».
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