Es bueno saber….
*Israel en el Islam esta tomado del libro "Tierras por
Paz, Tierras por Guerra"
(Ensayos del Sud: 2002) de Julian Schvindlerman
No es que Israel
sea provocativo; el que Israel sea es
provocativo.
—George Will, columnista del Washington
Post.
A
esta altura uno puede con certeza afirmar que el conflicto árabe-israelí es
indudablemente una verificación empírica del postulado teórico del Dr. Samuel
Huntington, quien en 1993 (irónicamente poco tiempo antes de la firma de la
DOP) elevó la hipótesis de que la nueva modalidad de disputa
de fines del siglo
XX estaría regida por un “choque decivilizaciones”.44 En su ensayo,
publicado en Foreign Affairs, este profesor de la
Universidad de Harvard argumentó que la fuente primaria de conflictos en el
nuevo mundo no sería ideológica o económica, sino cultural. En sus palabras:
“el choque de las civilizaciones dominará la política global”. Huntington
indicó que la evolución de los conflictos en Occidente estaba llegando a su
fase final. Inicialmente signados por luchas entre monarquías y principados
(procurando expandir sus burocracias, ganar fuerza económica y capturar territorios),
dieron lugar a la creación de naciones-estados y, a partir de la Revolución
Francesa, el nuevo orden conflictivo pasó a estar regido por la lucha entre
naciones en lugar de entre príncipes. Posteriormente, como resultado de la
Revolución Rusa y la consecuente reacción occidental, los conflictos pasaron a
estar caracterizados por ideologías opuestas, tales como el comunismo, el
nazismo y la democracia liberal. Durante la Guerra Fría la rivalidad entre las
superpotencias epitomizaba una confrontación no entre estados en el sentido
europeo y clásico del término, sino entre dos ideologías diametralmente
antagónicas. Con el fin de la Guerra Fría, explicó Huntington, la política
internacional presenció la introducción del componente oriental como un actor político
e ingresó en una fase representada por la interacción entre civilizaciones
occidentales y no occidentales. Huntington detectó ocho civilizaciones
principales: occidental, confusional, japonesa, islámica, hindú, eslávica-ortodoxa,
latinoamericana y africana. Las mismas se diferencian en función de la
historia, la cultura, el lenguaje, la tradición “y lo más importante, la
religión”. Estas civilizaciones poseen diversas percepciones respecto a Dios y
el hombre, el individuo y el grupo, el estado y el ciudadano, la familia y toda
una larga gama de valores relativos a la libertad, la autoridad, la igualdad,
la jerarquía, etc. Hasta donde estas diferencias son insalvables fue así
descrito por Huntington:
“Estas
diferencias son el resultado de siglos. No desaparecerán pronto. Son mucho más
fundamentales que diferencias entre ideologías políticas o regímenes políticos.
Las diferencias no necesariamente implican conflicto y los conflictos no
necesariamente implican violencia. Durante siglos, sin embargo, las diferencias
entre civilizaciones han generado los conflictos más prolongados y más
violentos (…)[C]características y diferencias culturales son menos mutables y
por ende menos fáciles de ceder y pasibles de resolución que las [diferencias]
políticas o económicas (…) En conflictos de clase e ideológicos, la pregunta
crucial era ‘¿De qué lado está uno?´ y la gente podía y de hecho eligió de que
lado estar. En conflictos entre civilizaciones, la pregunta es ´¿Qué es uno?´
Eso está dado y no puede modificarse. Y como sabemos, desde Bosnia hasta el
Cáucasohasta Sudán, la respuesta errada a esa pregunta puede dar lugar a un
tiro en la cabeza. Incluso más que lo étnico, la religión discrimina filosa y exclusivamente
entre la gente. Una persona puede ser medio francés y medio árabe y
simultáneamente [ser] incluso ciudadano de dos países. Es más difícil ser medio
católico y medio musulmán.”
De entre los varios
ejemplos que el profesor presentó en su ensayo, el Islam era predominante. En
efecto, los musulmanes han estado o están enfrentados con serbios ortodoxos en
los Balcanes, con rusos en Chechenia, con chinos en Asia Central, con hindúes
en India, con judíos en Israel, con budistas en Burma y Afganistán, y con
cristianos en las Filipinas, Egipto, Indonesia, Timor Oriental, Sudán y
Mauritania. Además uno podría agregar las luchas intestinas en países
musulmanes tales como Pakistán, Afganistán y Argelia; la intolerancia musulmana
en el Medio Oriente y Malasia; él descontento entre las comunidades islámicas
en países occidentales; el caso de regímenes musulmanes procurando re-islamizar
sus sociedades, tales como Irán, Afganistán (bajo los talibanes) y Sudán; la
oposición doméstica fundamentalista al poder secular en Egipto, Jordania,
Argelia y otros; y finalmente pero no menos importante, las no pocas
agrupaciones musulmanas terroristas activas a lo largo y ancho del Medio
Oriente y Asia. Es más, en la lista de veintinueve “organizaciones terroristas
foráneas” del Departamento de Estado norteamericano, once son islámicas, en
tanto que catorce de las veintiún agrupaciones declaradas ilegales por el
Ministerio de Interior británico, por sus vínculos con actividades terroristas,
también son islámicas.45 Esta
realidad llevó a Huntington a aseverar que el “Islam posee fronteras
sangrientas”. Unos años más tarde, este académico expandió su tesis en un libro
titulado El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial,
en el que afianzaba este punto presentando evidencia compilada por otros
estudiosos del tema. Así, Ted Robert Gurr concluyó que, de cincuenta conflictos
etnopolíticos de 1993-1994, los musulmanes participaron en veintiséis de ellos.
Veinte de dichos conflictos acontecieron entre grupos de diferentes
civilizaciones, de los cuales quince fueron entre musulmanes y no musulmanes.
En otras palabras, hubo el triple de conflictos internacionales con
participación musulmana que conflictos entre civilizaciones no islámicas. Asimismo,
dentro del Islam, el número de conflictos fue más alto que en cualquier otra
civilización, incluidos los conflictos tribales en África. Occidente, por su
parte, presenció solo dos conflictos dentro de su civilización y dos con otras
civilizaciones. Ruth Leger Sivard catalogó veinte guerras en curso en 1992,
donde nueve de los doce conflictos entre civilizaciones eran entre musulmanes y
no musulmanes, “y una vez más los musulmanes estaban librando más guerras que
la gente de cualquier otra civilización”. Por su parte, The
New York Times identificó
cincuenta y nueve conflictos étnicos en cuarenta y ocho lugares distintos en
1993. En la mitad de tales lugares, los musulmanes estaban enfrentados a
musulmanes y a no musulmanes. De los conflictos entre civilizaciones (treinta y
uno), dos tercios comprendían a musulmanes.46 James Payne comprobó
que las sociedades islámicas evidencian altos grados de militarización. En los
años ochenta, los países musulmanes poseían tasas de personal militar por cada
mil habitantes e índices de fuerza militar en relación a la riqueza del país
significativamente más elevados que el de los demás países, lo que llevó al
analista a concluir que “resulta absolutamente claro que existe una relación
entre Islam y militarismo”.47 A
su vez, la propensión a la violencia como medio para la resolución de disputas internacionales
ha sido usual en el mundo musulmán, han recurrido a ella en setenta y seis
oportunidades sobre un total de ciento cuarenta y dos crisis en que estuvieron
implicados entre 1928 y 1979. Asimismo, la violencia empleada fue de alta
intensidad, “recurriendo a una guerra en gran escala en el 41% de los casos en
que se usó la violencia y provocando enfrentamientos importantes en otro 38% de
los casos”. A modo de comparación, mientras que los musulmanes recurrieron a la
violencia en el 53.5% de sus crisis, los británicos lo han hecho en un 11.5%,
los norteamericanos en un 17.9%, la Unión Soviética en un28.5% y China en un
76.9%, convirtiéndose en la única nación que superó el uso de la violencia por
parte del mundo islámico. “La belicosidad y la violencia musulmana”, escribió
Huntingon, “son hechos de fines del siglo XX que ni musulmanes ni no musulmanes
pueden negar”.48 Charles
Krauthammer expresó el punto de forma retórica:“¿Quién más entrena hordas de
suicidas fanáticos quienes van a sus muertes a gusto?” En síntesis: “Dondequiera que miremos
a lo largo del perímetro del Islam, los musulmanes tienen problemas para vivir pacíficamente
con sus vecinos (…) los musulmanes constituyen aproximadamente un quinto de la población
mundial, pero en los años noventa han estado más implicados que la gente de
ninguna otra civilización en la violencia grupal. Las pruebas sonaplastantes”.50
A pesar de estar
geográficamente ubicado en el Medio Oriente, Israel pertenece ideológica y
culturalmente a Occidente. Como tal, abraza las ideas occidentales de
individualismo, feminismo, liberalismo, constitucionalismo, libertades civiles,
derecho humanos, democracia, libre-mercado y libertad de expresión, entre
otras. Estas ideas ni remotamente son aceptadas -menos aún ejercitadas- en el
mundo musulmán. Como portador de estos valores, Israel además se constituye en
una amenaza cercana a los diversos regímenes autárquicos de la región los que,
para perpetuar su apego al poder, deben precisamente alejar lo más posible de
sus fronteras aquellos valores e ideas tan normales y esparcidos en Occidente.
En este sentido, el odio islámico contra Israel puede ser considerado en el
marco del más generalizado y abarcativo desprecio por la “amenazante” cultura
occidental. Obviamente hay varios matices, diversas actitudes y diferentes
reacciones dentro del Islam respecto a Occidente. Podemos sin embargo decir
que, genéricamente desde la perspectiva musulmana predominante en la
actualidad, la confrontación con Occidente es vista como un choque cósmico
entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal, entre la luz y la oscuridad,
entre la verdad y la falsedad. Y“[s]i los luchadores en la guerra por el Islam,
la guerra santa ´en el camino de Dios´, están luchando por Dios”, escribió
Bernard Lewis, “se deduce de esto que sus oponentes están luchando contra
Dios”.51 Los
enemigos del Islam son nada menos que el diablo encarnado, de ahílas
expresiones derogatorias, tan en
boga en el mundo árabe-musulmán, que denominan a Estados Unidos el “Gran Satán”
y a Israel el “Pequeño Satán”. Tal como correctamente señaló Lewis, el desprecio
anti-occidental es tan visceral en el Dar al-Islam que sus líderes se han aliado el siglo
pasado con los dos más grandes enemigos de Occidente: el comunismo y el
nazismo.* Niel
ateísmo soviético (con la indiscutible negación de Dios, en sí misma un insulto
al monoteísmo musulmán) ni el racismo venerado por el nazismo (con el evidente
rechazo a todo lo no-ario, que incluye a la nación musulmana),impidieron que
naciones árabes y musulmanas se aliaran -sino en todos los casos política al
menos intelectual y emocionalmente- con la URSS y la Alemania Nazi.*
Pero la
escalofriante magnitud del odio musulmán contra Occidente quedó epitomizada
mediante la indescriptible atrocidad del 11de septiembre de 2001, cuando
diecinueve terroristas musulmanes secuestraron cuatro aviones de cabotaje
norteamericanos y los estrellaron contra el Pentágono en Washington y las
Torres Gemelas del World Trade Center en pleno Manhattan, lo que provocó el
derrumbe de ambas y la muerte de alrededor de 3.000 civiles. Este espeluznante
atentado despertó la aletargada conciencia occidental hacia el tamaño de la amenaza que enfrenta el
mundo libre. Norteamérica, como líder de la civilización occidental, había sido
brutalmente atacada.
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