El talento se hace raro y la corrupción avanza. Esa
corrupción es el arma de la mediocridad que abunda, cuya acerada punta sentirán
donde quiera que vayan”, anotó Honoré de Balzac en 1835 en las páginas de PAPÁ
GORIOT.
Esa
célebre frase del autor de La comedia humana fue apenas el recordatorio de un
fenómeno que es tan viejo como el mundo y que sigue minando a las sociedades
con una persistencia que provoca desconcierto.
Como
muestran impactantes casos en Francia, España, China y la Argentina, la
corrupción en la política y en los gobiernos es cada vez más cuestionada por
las sociedades e investigada por la Justicia. Sin embargo, paradójicamente, el
fenómeno no para de crecer en todo el mundo.
En
los últimos diez días, Francia fue sacudida por la detención provisoria e
inculpación del ex presidente conservador NICOLÁS SARKOZY. Los jueces sospechan
que prometió un alto cargo en Mónaco a un magistrado del tribunal de casación,
a cambio de informaciones sobre el estado de varias investigaciones judiciales
que le conciernen.
En
la ARGENTINA, mientras trata de evitar el default tras la decisión de la Justicia
de Estados Unidos de pagarles a los fondos buitre, el Gobierno sufrió otro duro
golpe con el procesamiento de su vicepresidente Amado Boudou, también acusado
de corrupción.
En
CHINA, el general Xu Caihou era, hasta el año pasado, vicepresidente de la
Comisión Militar Central, uno de los órganos más importantes del país, pues
-desde ese puesto-comandaba el Ejército Popular de Liberación. A los 71 años,
Xu acaba de ser relevado de sus funciones y será sometido a una corte marcial.
Según la prensa china, el general es acusado de utilizar su posición para
favorecer la promoción de ciertos miembros de su familia y de aceptar sobornos.
En
ESPAÑA, el flamante nuevo rey, Felipe VI, tiene el desafío de despegar a la
casa real del escándalo de desvío de fondos públicos por el que están
procesados su hermana, la infanta Cristina, y su cuñado Iñaki Urdangarin. Ambos
son sospechosos de lucrar ilegalmente con dinero público a través de la falsa
ONG Nóos.
La
corrupción, sin embargo, no necesariamente se manifiesta en los más altos
niveles.
En
TANZANIA, 13 funcionarios fueron detenidos esta semana por exigir dinero a los
pasajeros que llegaban al país por el aeropuerto de la capital.
En
la INDIA, Ram Singh, un modesto trabajador de 22 años cuyos ingresos mensuales
no superan los 75 dólares, pasó tres años pagando $15 cada mes para obtener la
tarjeta de racionamiento que le corresponde por ley para alimentar a sus hijos.
Según
la ONG Transparencia Internacional, una persona de cada cuatro pagó algún tipo
de soborno el año pasado en el mundo. En su último informe anual, la
organización basada en Berlín estimó que 70% de los países tienen un “problema
serio” de venalidad entre sus funcionarios. Ninguno de los 177 países
estudiados en 2014 obtuvo una nota perfecta.
El
estudio de TRANSPARENCIA INTERNACIONAL permitió además individualizar las cinco
categorías que, a juicio de la gente, están más sujetas a la corrupción: LA
POLICÍA, LA JUSTICIA, LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA, LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y LOS
PROPIOS CIUDADANOS.
El
informe revela que, por falta de confianza en sus gobiernos, 21% de los
ciudadanos no está dispuesto a denunciar un hecho de corrupción. En 16 de los
países estudiados, la mayoría de la gente prefiere mantener silencio por temor
a represalias.
Acostumbramiento
El
grave problema es el fenómeno de acostumbramiento general. Mientras más
frecuentes son las inculpaciones de personalidades políticas o dirigentes de
grandes empresas, menos interés demuestra la gente.
En
ciertos casos, una gestión que favorece el bienestar popular, aun cuando no
tenga la mejor imagen de transparencia, es más fuerte que el idealismo: “Roban,
pero hacen” es la justificación.
LA CORRUPCIÓN Existe en la historia de los
Estados y los pueblos desde el origen de los tiempos, incluso está mencionada
en la Biblia. Se trata de un fenómeno que siempre sirvió para el
enriquecimiento personal y la extensión territorial.
En
Francia, primeros ministros como Rouen, durante el reinado de Luis XII;
Richelieu, con Luis XIII, o Mazarino, durante la regencia de Ana de Austria, se
sirvieron de su posición al frente del Estado para enriquecerse en forma
colosal, confundiendo los dineros del Estado con sus fortunas personales. Esos
“beneficios” siempre fueron utilizados por el poder político para recompensar y
enriquecer a aquellos que los apoyaban. Y si bien en la actualidad la
corrupción adquiere otras formas, los objetivos siguen siendo los mismos.
En
Alcibíades, PLATÓN desarrolla
la idea de que, para gobernar a los demás, un líder debe antes gobernarse a sí
mismo. El origen de la política como vocación reposa sobre ese ideal platónico
capaz de guiar a un dirigente hacia el bien común y alejarlo de la corrupción.
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