BIENVENIDO
ASMA.
Mi
enfermedad se transformó en el
karma de Mis Padres. Para mí fue
la niñez despilfarrada y la adolescencia
malgastada.
Cuando
yo cumplí los trece años Mis Padres,
con todo el dolor del alma,
decidieron que me fuera de casa para
que mi organismo no se
deteriorara mucho más.
No teníamos una obra social que cubriera los cuantiosos gastos que demandaba mi enfermedad. Todo se
pagaba en efectivo. La farmacia era en
uno de mis paseos habituales. El
farmacéutico me recibía con una amplia sonrisa porque sabía que conmigo facturaba.
A pesar de mis continuos ataques nunca me
hospitalizaron.
“CUANDO SE SUGIEREN MUCHOS REMEDIOS PARA EL MISMO MAL, QUIERE DECIR QUE ES INCURABLE. “Antón Chejov.
Una vez utilicé el asma como arma extorsiva
para detener una pelea entre Mis Padres. Simulé que estaba delirando. Se
pegaron un susto de órdago.
Yo
dependía de los inhaladores manuales. No podía salir sin ellos. Si me
los olvidaba, me atacaba, aún cuando había estado todo el día sin fatiga.
Mi bastón era el ASMOPUL (una pipeta de vidrio que en su
extremo inferior tenía un pequeño balón de goma con el que se insuflaba para que las gotas de adrenalina me llegaran
a los pulmones.)
El material era tan finito que al más mínimo
golpe se rompía.
Yo almacenaba
pipetas al por mayor. Mi cama
no tenía sábanas sino unos lienzos
porque la adrenalina dejaba unas manchas difíciles de quitar. No había
noche que el líquido no se me derramara: dormitaba con el
Asmopul en la mano. Todo se
solucionó cuando apareció el
Ventolín (el medicamento venía en un recipiente de metal herméticamente
cerrado). Comencé a utilizarlo en Israel
a partir de 1974.
Dos años después comencé a utilizar el
INTAL (cromoglicato de sodio) unas
cápsulas que se colocaban en un dispositivo que liberaba un polvo que
iba directamente a los bronquios. Mis ataques se redujeron a la mínima
expresión. La mala noticia fue que se
dejó de producir quizá porque a los
médicos se quedaban sin clientes.
A partir de los sesenta y cinco años de edad
sobrellevé el clima adverso de Mar del Plata
con nebulizaciones y corticoides.
EL
DÍA QUE EL ASMA DEJE DE SER UN
NEGOCIO TENDRÁ SU CURA.
Sobre
mi esquelética humanidad se
estacionaban las ventosas, los cataplasmas de lino, los ungüentos con grasa de gallina, los
supositorios de diversos calibres, y
las inyecciones intramusculares e intravenosas.
Mi boca era un tragamonedas que no daba
premios y solamente esquilmaba a Mis Padres.
No había día que no tuviera que deglutir
pastillas y grageas de distintos tamaños; jarabes y
jaleas de diferentes colores.
Durante el invierno Mi Madre me colgaba del cuello una bolsita con pastillas de alcanfor. Estaba
convencida que así me aislaba de las enfermedades estacionales.
En vez de nebulizaciones me hacía vahos de eucaliptos. Ella colocaba
las hojas en una olla con agua que hervía sobre un PRIMUS. Me tapaba la cabeza con una toalla para que no se perdiera el vapor. Yo sufría
de lo lindo porque transpiraba más que
un atleta durante una maratón. Un momento de sufrimiento extremo fue cuando a Mi Madre se le ocurrió, en pleno
invierno, bajarme la fiebre envolviéndome
con sábanas sumergidas en agua
fría. Pensé que me iba a pescar una
neumonía. Nada de eso pasó. La fiebre desapareció pero yo me negué a que mi
Madre me volviera a congelar.
Mis
Padres para aliviar mi tormento buscaban
soluciones prácticas y mágicas. Se ilusionaban primero y se deprimían ante los
reiterados fracasos.
Fumé cigarrillos del Dr.
ANDRÉU (una mezcla de yuyos). Hubo a
quienes les hacía bien; a mí me producía
un terrible dolor de cabeza.
En una ocasión me llevaron en un bote hasta la mitad del río. El
botero, un hombre ducho, no tardó en
pescar una boga. Yo debía expectorar en la boca del pez y después
devolverlo a su hábitat natural. Yo no me curé; puede que haya contagiado al
pez.
Un día Mi PADRE llegó con la novedad que se podían hacer
cigarrillos de floripondio, una planta a la que se le reconocen propiedades alucinógenas. A mí no me sirvió ni siquiera
para imaginarme un mundo mejor.
Una madrugada de invierno Mi PADRE me llevó
en el coche hasta la Estación de Trenes. Según una conocida suya, yo tenía que aspirar el humo que despedían las locomotoras. Al cabo de un tiempo se dio
por vencido. Los trenes pasaban pero mi
asma se negaba a partir.
Tuve un tratamiento que produjo en mí una
notable mejoría, pero no lo pude continuar porque era en la Capital
Federal y en el Colegio me habían
autorizado a faltar durante dos semanas.
Mi MADRE me llevaba diariamente al
hospital José María Ramos Mejía (en
homenaje a un médico psiquiatra n. 1850).
Me introducían en un pulmotor, menos
sofisticado que la cámara hiperbárica, con la forma de una estrecha
cabina de un avión monoplaza.
Después
de media hora, me acostaban en
una camilla, y durante otros treinta minutos me exponían a los
rayos ultravioletas.
En esta misma época me aplicaron
la MANTOUX, una vacuna para
prevenir la tuberculosis una enfermedad que afectaba a vastos
sectores de la sociedad, sin discriminar entre pobres y ricos.
Algunos veranos Mi MADRE me
llevaba a las Sierras de Córdoba. Si bien no me sentía
totalmente liberado de las fatigas, eran
lugares lo suficientemente benignos como para darle una cierta tregua a mi organismo tras un largo
padecimientos de invierno.
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VENTOSAS. “Se utiliza en la medicina
tradicional china. El efecto del calor
se conjuga con el de
succión, abriendo los poros, incrementando la
circulación, sacando productos de desecho o retenidos.”
EUCALIPTO. Sarmiento
importó las semillas de los EE.UU. (1858.)
HORNILLO
PRIMUS. Fue el primer quemador para cocinar de
queroseno. Fue desarrollado en 1892 por Frans
Wilhelm Lindqvist, un mecánico sueco.
CHARLES MANTOUX. Médico francés (n. 1877), descubridor de la reacción
cutánea el diagnóstico de la
tuberculosis.
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OTROS EXPERIMENTOS DE MI MADRE. Ella
era una fiel lectora de SELECCIONES.
Se iluminó cuando leyó un
artículo del fisicoculturista italiano CHARLES
ATLAS (Ángelo Siciliano n. 1893),
quien había sido asmático;
y mediante una serie de ejercicios físicos había logrado librarse
de la enfermedad.
Mi MADRE asimiló sus consejos y todas las mañanas me
arrancaba de la cama, me llevaba al patio y me hacía repetir una serie de
movimientos que me iban a permitir respirar con mayor naturalidad.
La relación con mi personal trainer no
tardó en resquebrajarse. Mi indolencia
me superaba, todo lo hacía a desgano y
no me amedrentaban sus
coscorrones.
Una mañana
Mi MADRE no me despertó. En el
desayuno me dijo que renunciaba, no quería
seguir lidiando conmigo. Y me anticipó que en el futuro esto lo iba a
pagar. Y así fue: mi caja torácica no se
desarrolló y después de cada ataque mi
recuperación se hacía más lenta.
Si algo me faltaba para llenar el cuadro del
niño enfermo era hacerme pis en la cama.
Fueron dos años de mucha vergüenza y de una
enorme angustia porque no había forma de salir de esta situación. Mi Madre
intentó toda clase de tratamientos. El último
fue hacerme mear
sobre un ladrillo caliente cuyos
vapores debían corregir mi incontinencia
urinaria.
El día que amanecí sequito fue una fiesta colectiva: toda Mi Familia estaba
harta de tener la casa oliendo a orina.
ALIMÉNTATE CON MESURA Y DESAFÍA AL MÉDICO. JOHN HEYWOOD.
Mi MADRE no solamente se cansó de los
médicos, sino también de los
enfermeros: ella aprendió a pincharme el culo.
Se compró una jeringa de vidrio, (entonces no eran descartables), agujas
de varias medidas y un recipiente de
acero inoxidable, para esterilizar el
material.
Su buena mano le sirvió para ganarse mi confianza
y hasta la de Mi Padre.
Mi MADRE se quejaba permanentemente de mi postura durante las comidas. Que no me
sentaba correctamente, que no masticaba
lo suficiente que no lo hacía con la boca cerrada, que no tomaba
los cubiertos urbanamente y que mi plato era un chiquero. En definitiva:
me tenía catalogado de ser un pésimo comensal.
Cuando MI MADRE más me presionaba más
nervioso me ponía y peor hacía las cosas. Y Mis Hermanos me gozaban: “El
hermanito mayor no sabe comer.”
El asma se reciclaba con mayor virulencia. Mi Madre estaba desorientada. Volvió a
consultar la revista que se había
convertido en su numen de cabecera: Viva Cien Años.
MI MADRE se dejó influenciar por una nota que
daba a entender que la clave de todos
mis males estaba en la comida.
Mi MADRE tomó la cosa con tanta seriedad, no
permitiendo ningún tipo de protesta.
Estaba totalmente prohibido el consumo de carne. Solamente me daba la sangre de un
churrasco de pulpa por su beneficio
nutricional. Lo exprimía de tal manera que
lo dejaba hecho una suela. Luego iba a parar al plato de nuestra gata
blanca, a quien también había que alimentar.
Yo al
felino lo miraba de lejos porque decían que
sus pelos afectaban a los
asmáticos.
Otros de los refuerzos nutricionales que yo
recibía eran: el aceite hígado de bacalao, que venía en una
botella de litro, y la cerveza malta.
Una vez
MI MADRE quiso lucirse fabricando
una cerveza casera de acuerdo a
una fórmula polaca. Llenó de agua una botella de litro y medio, le
agregó migas de pan, cebada y
lúpulo. Dejó macerar el preparado
durante dos meses. Fracasó porque el
tapón no soportó tanta presión. Nunca más repitió la
experiencia.
Las verduras cocidas, la leche, la cuajada,
el queso de ricota, los jugos de fruta, las nueces, las sopas de avena y
sémola, constituían los platos fundamentales del menú
que yo consumía tanto en invierno como en verano.
Mi Madre quiso incluir a Mi Padre en su
régimen de comidas. Aarón se rebeló.
Almorzaba en el restaurante Bazarelli y cenaba en casa. De
noche se preparaba un filete de lomo
reseco, una ensalada mixta y una manzana asada.
MIS HERMANOS como no tenían escapatoria por más que pusieran
cara fea, debían
comer lo mismo que yo. Todo intento de rebelión era aplastado sin
ningún tipo de contemplación.
Yo envidiaba
a MIS PRIMOS, los
colorados. Para ellos no había
restricciones: se comían la vida. La cocina de Mi Tía nunca descansaba. Sobraban
los aromas, aquellos que despiertan el apetito.
MI
REBELDIA SOLITARIA. En las pocas cosas
que Mis Padres coincidían
era sobre el valor nutritivo de
la nata de la leche. Ellos a las tostadas
las untaban con ese suero espeso.
Yo sentía unas ganas vomitar apenas
asomaba a la superficie de la leche.
Mi
MADRE se había empecinado en que yo
comiera la nata de la leche como si fuera algo que me iba a cambiar la
vida.
Durante un
desayuno decidí cortar por lo sano: junté
el cogollo, me la puse en un bolsillo del mameluco y lo fui a tirar
en el inodoro.
Mi MADRE
se dio cuenta de la maniobra.
Esperó que yo volviera del baño, y cuando me tuvo a su alcance me
cacheteó. Fue su manera de anunciarme que abandonaba la lucha.
Desde ese día
Mis Hermanos y yo colábamos la leche antes de tomarla. Ellos nunca me
agradecieron el haber conseguido que Nuestra Madre dejara de atormentarnos con
la nata de la leche.
Lo extraño que a mí la crema de leche procesada me fascina.
Yo era capaz de tomarme los cinco litros que traía del tambo de
unos amigos de Mi Padre.
A mí me encantaba inundar de crema tanto
a la sopa de remolacha (borsch)
como a las frutillas.
Hoy la crema es un objeto suntuario y de dudosa pureza.
Yo tenía prohibido beber durante las
comidas. Mi Madre decía que afectaba la buena digestión. En casa no entraba una gaseosa ni por
equivocación. El tiempo le dio la razón: las bebidas colas producen problemas musculares, desarrollan
la diabetes e incluso las crisis
cardíacas.
Mi PADRE, después de pasarse un año comiendo
en el restaurante, regresó a la mesa
familiar con la cola entre las patas.
Le habían diagnosticado una úlcera
digestiva. Como no quería morirse desangrado ni someterse a ninguna
operación, se transformó en un paciente respetuoso de las indicaciones médicas. No
podía pasarse mucho tiempo sin comer. Nunca se iba a
trabajar sin llevarse un frasco de avena cocida
mezclada con aceite de oliva; y unas tostadas untadas con dulce de membrillo.
Mi MADRE
saboreó su triunfo, en silencio, como siempre. Mis Hermanos se fueron al
mazo: a cualquier chico le asusta un padre enfermo.
Totalmente controlado el frente interno Mi
MADRE siguió haciendo de la suya. Dio de baja a varios medicamentos
alopáticos reemplazándolos por
homeopáticos. Sobre una mesita amontonó
botellitas llenas de pastillitas blancas, difícil de distinguir unas de
otras, solo identificables por sus rótulos.
Lamentablemente todo el tratamiento implementado por Mi Madre no
mejoró mi estado de salud.
Cuando Mi MADRE pensaba que solamente tenía que
atender a dos pacientes se le sumó un
tercero: Mi HERMANO, el mediano, Le
descubrieron parásitos, de los
bravos. Pasó por distintos tratamientos
caseros hasta que las amebas pudieron ser desalojadas.
Mi HERMANO, aparte de su locura habitual, se pescó una
migraña perniciosa. Cuando se sentaba a la mesa se sostenía
la cabeza por temor a que se le cayera. Este hábito le quedó de por vida.
Nunca supe lo que era una gastroenteritis. Cuando Mi MADRE suponía que estaba
empachado me limpiaba la
cañería con aceite de castor
(ricino). El alma se me iba por el
inodoro.
Yo comencé
a padecer de MIGRAÑA a los cincuenta años de edad. Pensé que
sería de la vista. El oculista me indicó un medicamento que, además de
reventarme el estómago, no me producía
ninguna mejoría.
Mi MUJER
encontró la solución en un
libro de medicina alternativa: en medio litro de agua hervida y luego
enfriada se diluyen dos tarritos
azafrán en polvo.
Diariamente me tomaba un cuarto de vaso de
esa preparación. Después de un mes se me fueron las jaquecas.
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Yo conseguía salirme de la dieta cuando iba
al colegio. En el quiosco vendían unos sándwiches que a mí me aflojaban
la ptialina. Cuando a Mi MADRE la
agarraba la buena me daba unas monedas
para que me comprara un bocadillo de dulce de membrillo. Yo me
lo pedía
de mortadela (embutido, originaria de Boloña, hecho en base de carnes de cerdo y vaca
molidas.)
Después venía la ardua tarea de quitarme el
olor y de no eructar en presencia de Mi
MADRE
Siempre llevaba conmigo un vasito de plástico que era plegable que cerrado parecía un yoyo.
Me pasaba por la lengua bastante dentífrico y después me hacía unos buenos buches.
En casa los únicos sándwiches que tenían libre circulación eran
aquellos que se hacían con
el pan negro GOLDSTEIN
(pan ruso) que traía Mi PADRE de sus viajes a la Capital Federal. Podían ser de
pastrón, de Leberwurst o de jamón
crudo que, según MI MADRE, era más sano
que el cocido.
El pan Goldstein era un producto tan genuino
que alcanzaba con cubrirlos con paños húmedos para que se mantuvieran frescos
durante mucho tiempo.
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Volví a saborear un pan similar al Goldstein
cuando estuve en Praga en el año 2001.
Mi MUJER comenzó a
amasar en casa, cansada de la mala calidad de los productos
panificados y sus precios abusivos.
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Mi MADRE se desengañó de las dietas cuando
vio que mi salud iba de mal en peor. Volvió a encender las cuatro hornallas de la cocina ISTILART que funcionaba a carbón y a leña.
Las ollas comenzaron a humear. Las carnes rojas, el pescado y el pollo tuvieron
su espacio en nuestros platos. De todos modos estaban prohibidos las frituras,
los pucheros, los estofados y todo tipo de charcutería. Mi MADRE compraba
los pollos vivos y ella misma los
carneaba degollándolos con una hojita de
afeitar. No en vano había sido hija de
un matarife--- shojat.
Una sola vez
fue humillada por una de sus víctimas.
Cuando le hizo el primer tajo, el
pobre bicho se contorsionó de tal manera
que se le escurrió de entre
las manos y echó a correr
refugiándose en el garaje. Después de
dar unas cuantas volteretas se desplomó
desangrado.
La
gente del campo era de matar vacas preñadas. Yo no comprendía el daño que se le hacía a la
hacienda. Mi PADRE, de vez en cuando,
compraba un tapichí (nonato.)
Llevado al horno y bien condimentado era un manjar difícil de igualar.
A dos
cuadras de casa funcionaba un matadero en condiciones poco higiénicas. La faena
se hacía a la vista de todos. Se encerraba a la bestia en una especie de
corral, y se lo mataba de un mazazo en la cabeza. Después se lo colgaba de las
patas traseras y se lo desollaba. Una sola vez soporté ver tan triste espectáculo.
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CERVEZA. Históricamente fue desarrollada por
los antiguos pueblos elamitas, egipcios y sumerios. “Las evidencias más
antiguas de su producción aparecen en
el antiguo Elam (actual Irán), y datan
del año 3500 adC.”
GATO. “Fue adorado varios siglos antes de
Cristo: hay escritos sanscritos que dan cuenta de la importancia que tenía entre los hindúes. En el año 500 adC, en China un gato era la
mascota preferida de Confucio. Un siglo después, el profeta Mahoma rezaba con un gato entre los brazos.”
HOMEOPATÍA.
Se basa en el desarrollo de la
teoría del médico alemán Samuel
Friedrich Christian Hahnemann, (n. 1755 ): “lo similar se cura con lo
similar.”
SÁNDWICH. John Montague llamado el Cuarto
Conde de Sándwich (n. 1718), era un
empedernido jugador que pasaba las horas jugando a los naipes y apuestas. “Al
no tener tiempo para comer, el conde ordenaba a los cocineros del club que
cocinaran el filete con sal y lo metieran entre dos piezas de pan tostado para
poder comerlo mientras apostaba.”
PRAGA. El primer asentamiento estable
fue de una tribu celta, en el siglo VI adC.
MATADEROS.. En Chile en el año 1563. En la
Argentina fue a partir de 1810. Los primeros mataderos frigoríficos
se construyeron a ambas orillas del Rio
de la Plata, en 1884.
(Todos los capítulos
en: elhombredelamemoriacorta.blogspot.com)
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