¡Cómo me gustan la
Historia y la Biografía!
A lo largo de su historia, LOS JUDÍOS han debido afrontar el
atroz dilema de las conversiones forzosas, el exilio o la muerte. De manera
emblemática, durante la Inquisición española, muchos judíos fingieron haberse
convertido al cristianismo para sobrevivir al día mientras que por la noche
tenían una vida judía. En siglos posteriores especialmente, hubo judíos que
eligieron convertirse voluntariamente al cristianismo. Su acto fue un desafío
-de hecho, un cachetazo- al espíritu de Jánuka que hoy conmemoramos; fiesta que
celebra el triunfo de la vitalidad judía por sobre las tentaciones
asimilacionistas del entorno. Tales casos marcaron un posicionamiento
individual. Está claro que la respuesta colectiva del pueblo judío ante las
presiones o tentaciones del entorno gentil ha sido siempre la de reafirmar su
identidad religiosa y perpetuar su singular legado al mundo.
LA EUROPA DEL SIGLO XIX presenció un auge de estas
conversiones. Solo entre 1812 y 1846, alrededor de CUATRO MIL JUDÍOS SE
CONVIRTIERON AL CRISTIANISMO. Al proporcionar la cifra con los 123.000 judíos
que vivían en Prusia solamente por ejemplo, entonces el guarismo empalidece,
pero es, no obstante, indicativo de la presión social del entorno hacia la
asimilación total. Aquél siglo fue testigo del pasaje de varios prominentes
judíos al cristianismo, tales como el poeta Heinrich Heine, el pianista Gustav
Mahler, el músico Giacomo Meyerbeer, el discípulo de Franz Liszt, m Hermann
Cohen, el escritor BENJAMIN DISRAELI (bautizado a la edad de trece años), el
compositor FÉLIX MENDELSOHN (también bautizado de niño) y el filósofo social
Karl Marx (confirmado cristiano a los quince años). Estos judíos y tantos otros
émulos de su tiempo veían el bautismo como “el ticket de entrada a la comunidad
de cultura europea”, en palabras del propio Heine. Con típico humor judío, algo
parecido aseguró el arqueólogo Daniel Chwolson, converso a la ortodoxia rusa.
Cuando le preguntaron si su ingreso a la iglesia había sido motivado por la
convicción o la conveniencia, respondió: “He aceptado el bautismo completamente
por convicción; la convicción de que es mejor ser un profesor en la Academia de
San Petersburgo que un melamed en Eisheshok”.
EL PADRE DE MARX, Heinrich, cuyo nombre original era
HIRSCHEL HA-LEVI, era hijo de un rabino y descendiente de estudiosos
talmúdicos de muchas generaciones. Se casó con Henrietta Pressburg, oriunda de
Hungría y cuyo padre se ordenó rabino en Nijmegen, Holanda. Heinrich recibió
una educación laica, obtuvo una licenciatura en derecho, se separó de su
familia y con el tiempo también de su religión. Su hijo Karl siguió su camino
espiritual y lo exacerbó, llegando a escribir de manera hostil contra los
judíos.
En este mismo linaje de auto-odio se inscribe Friedrich
Stahl. Nacido como JOËL JOLSON, ingresó a la iglesia luterana en 1819, se hizo
profesor de derecho eclesiástico en la Universidad de Berlín y se erigió en
líder del antisemita Partido Conservador Cristiano. El periodista austríaco
judío Arthur Trebitsch sentía profundo desprecio por su condición. Se convirtió
al cristianismo y llegó al extremo de instar a los alemanes a no ceder en su
lucha contra los judíos: “¡Permaneced firmes! ¡No tengáis piedad! ¡Ni siquiera
conmigo!”. Tras su muerte, Hitler recomendó a un conocido: “Lea cada frase que
ha escrito. Ha desenmascarado a los judíos como nadie más lo hizo”. Hijo de un
acaudalado empresario de la seda, estuvo bajo la influencia de su compañero
judío Otto Weininger y del teórico racial británico Houston Stewart
Chamberlain, de quienes tomó una ideología nacionalista y antisemita radical.
Weininger ofrece un caso interesante en la saga de la patología del auto-odio.
Fue un antisemita de tales dimensiones -“el judaísmo es el mal radical”
escribió- que consideró insuficiente la anulación espiritual del judío que en
él vivía por medio de la conversión al protestantismo y optó por exterminarlo
físicamente por medio del suicidio: a los veintitrés años de edad se pegó un
tiro en el pecho, en la misma habitación vienesa en la que había fallecido
Ludwig van Beethoven.
No ha sido inusual que judíos que abandonaron su fe se
transformaran en antisemitas furibundos. Mucho más atrás en el tiempo, los
apóstatas Petrus Alfons, Nicholas Donin, Pablo Christiani, Avner de Burgos,
Guglielmo Moncada y Alessandro Franceschi se erigieron en fieros enemigos de
los judíos. Tras su conversión al catolicismo en la segunda mitad del siglo
XIX, los mellizos Auguste y Iosef Lemann fueron sacerdotes activos en el Primer
Concilio Vaticano, en el cual circularon un Postulatum que exhortaba a los judíos a ver la
luz de Jesús. Excepcionalmente, ha habido espacio para la teshuva: Csanád Szegedi, vicepresidente del nacionalista y
xenófobo partido húngaro Jobbik -diminutivo de Jobbik Magyarországért Mozgalom (Movimiento por una Hungría Mejor)-
descubrió en 2013 que tenía antepasados judíos, abandonó su militancia
antisemita y halló cobijo en Jabad Lubavitch. Si bien nunca se había
convertido, había vivido como un cristiano.
En el contexto traumático de la Shoá, hubo judíos que optaron por trocar la Torá por el
Evangelio y, a diferencia de los judíos judeófobos antes citados, buscaron
reconciliar al judaísmo con el cristianismo. Uno de los casos más
extraordinarios de apostasía voluntaria en la modernidad fue sin duda el del Gran
Rabino de Italia, ISRAEL ZOLLI.
El 13 de febrero de 1945, él y su esposa fueron bautizados
en una pequeña capilla cercana a la Iglesia de Santa María degli Angeli, y su
hija se les sumaría unos meses más tarde. Hasta apenas 24hs antes, había estado
oficiado como rabino. Según voceros vaticanos, la conversión nació en un
espíritu de gratitud al Papa Pío XII, quién había ayudado al rabino y a su
familia a ocultarse de los nazis. Aparentemente, Zolli había jurado que si
sobreviviría al Holocausto, se convertiría. Al finalizar la Segunda Guerra
Mundial lo hizo bajo el nuevo nombre de “Eugenio María”, en honor a Eugenio
Pacelli (Pío XII). Además escribió un libro sobre el antisemitismo que incluye
un capítulo de defensa de las gestiones vaticanas a favor de los judíos de Roma
durante la ocupación nazi de la ciudad, publicado por Anonimas Veritas Editrice, una editorial católica de Roma.
VOCEROS JUDÍOS de la época atribuyeron la conversión a una
disputa feroz entablada entre la comunidad judeo-italiana y Zolli. Cuando los
alemanes invadieron Roma, el rabino y su familia hallaron refugio en las casas
de unas familias católicas, primero, y presuntamente en el propio Vaticano,
después. Al finalizar la guerra, quiso recuperar su trabajo pero los judíos de
Roma consideraban que él había abandonado a su comunidad y se opusieron.
Eventualmente lo obtuvo por decisión del coronel Charles Poletti, el gobernador
militar de Roma designado por los norteamericanos. Confrontaciones entre el
rabino y los judíos romanos se sucedieron hasta que, finalmente, en enero de
1945 Zolli renunció al puesto. Tres semanas después abandonó el judaísmo.
La versión del propio Zolli fue que su motivación había sido
puramente espiritual. En una entrevista concedida en 1950 al periódico israelí Maariv, elaboró
acerca de las razones de su conversión vinculándolas al “conocimiento del
catolicismo y mi amor por Cristo y por los Evangelios”. En un libro
autobiográfico de 1954 titulado Antes del Amanecer,
publicado por una editorial católica de Nueva York, y supuestamente incentivado
a la idea de escribir sobre las circunstancias de su conversión por Giovanni
Cicognani, entonces delegado apostólico en Washington y luego Secretario de
Estado en el Vaticano, el rabino converso afirmó que sus primeras meditaciones
sobre Jesús comenzaron a los doce años en Austria, para concluir en una visión
trascendental que experimentó cuarenta años después en Italia, durante el Iom Kippur de
1944. Zolli había mostrado interés intelectual en ambas religiones
anteriormente. Luego de finalizar sus estudios rabínicos, y mientras oficiaba
como rabino en Trieste, Zolli enseñó sobre la “Teología del Viejo y Nuevo
Testamento” en la Universidad de Padua. En 1935 escribió una tesis titulada “La
Sagrada Alianza entre la literatura del Viejo y Nuevo Testamento”, y en 1938
publicó un libro titulado “El Nazareno” que trataba acerca de la vida de Jesús
como judío. Una vez bautizado, Zolli enseñó literatura hebrea y bíblica en el
Instituto Pontifico Bíblico de Roma. Murió en 1956, el mismo día que Pío XII
cumplía ochenta años.
Otro ejemplo destacado lo personifica EDITH STEIN, también
conocida como Teresa Benedicta de la Cruz, una judía que se hizo monja
carmelita en 1922 y fue canonizada por la Iglesia Católica en 1998. Stein nació
en Breslav en el seno de una familia hebrea ortodoxa el día del Iom Kippur de
1891. Tras estudiar filosofía se apartó del judaísmo e ingresó al catolicismo.
Forzada por los nazis a abandonar la docencia, se incorporó a un convento
carmelita en 1933. Tomó sus votos católicos en expiación por la “no-creencia”
del pueblo judío y continuó dedicada a la reflexión filosófica. Tras la Kristallnacht huyó
a Holanda primero y a Suiza después pero debió retornar a Holanda donde fue
apresada por la Gestapo. Murió en Auschwitz en 1942. Aun tras su conversión,
Stein siguió considerándose judía: “El retorno a Dios me hizo sentir judía de
nuevo” se le atribuye haber dicho. Dijo sobre ella Juan Pablo II durante una
homilía de beatificación en un estadio de fútbol lleno de 75.000 fieles, en
1987:
“En el campo de exterminio ella murió como una hija de
Israel ´por la gloria del más santo nombre´ y, al mismo tiempo, como la Hermana
Teresa Benedicta de la Cruz, literalmente, ´bendecida por la cruz´… Para Edith
Stein, el bautismo como una cristiana bajo ningún punto de vista significó un
quiebre con su herencia judía… esta gran mujer judía y cristiana experimentó el
martirio…”.
Las palabras del difunto Papa resultarán extrañas para un
lector judío. La definió como una “hija de Israel”, si bien Stein dejó el
judaísmo. Dijo que ella murió “por la gloria del más santo nombre”, frase
tomada del hebreo KIDUSH HA-SHEM que en la liturgia judía refiere a los
mártires que a lo largo de la historia dieron sus vidas por mantenerse fieles
al judaísmo, lo opuesto de lo que hizo Stein. La caracterizó como una “gran
mujer judía y cristiana”, una simultaneidad religiosamente imposible desde una
óptica judía, pero no extemporánea para el cristianismo. Así, el cardenal
JEAN-MARIE LUSTIGER, judío converso al catolicismo, aseguró que él se seguía
viendo a sí mismo como un judío luego de ser designado arzobispo de París en
1981. Hijo de inmigrantes polacos, nacido con el nombre de Aarón, pasó los años
de la ocupación nazi de Francia oculto junto a su hermana en el hogar de una
mujer católica. Ambos fueron bautizados por propia voluntad. Aun ostentando el
cargo de arzobispo dijo: “Para mí esta nominación era como si, repentinamente,
el crucifijo comenzó a vestir una estrella amarilla”. En otra entrevista
afirmó: “Yo nací judío, y por ende permanezco como tal, incluso si ello es
inaceptable para muchos”. En su funeral se recitó el Kadish.
También está el caso de OSWALD RUFEISEN, un cura católico
del monasterio carmelita Stella Maris, de Haifa, que demandó legalmente al
Estado de Israel en 1962 para obtener reconocimiento como judío. Más
comúnmente conocido como el Hermano Daniel, nació en Polonia donde activó en
movimientos juveniles sionistas. Sobrevivió a la guerra uniéndose a la policía
(puesto que empleó para salvar judíos) y escondiéndose en un convento católico,
donde decidió ser bautizado y abrazar el sacerdocio. En 1959 emigró a Israel
como un monje carmelita y solicitó la ciudadanía, llevando su caso a la
justicia en 1962. Dijo a un periodista: “Mi religión es católica pero mi origen
étnico es y siempre será judío… No acepté el cristianismo para dejar a mi
pueblo. Él se agregó a mi judaísmo. ME SIENTO JUDÍO”. La Corte Suprema israelí
denegó su pedido, fallando que era imposible ser un cura católico y un judío al
mismo tiempo.[*]
El común denominador a estos conversos fue su creencia en
que la aceptación de Jesús como el Mesías e Hijo de Dios lejos de negar su
judaísmo, lo complementaba. Su renacimiento espiritual representó un retorno a
los tiempos de Saúl de Tarso y los primeros cristianos, que fueron todos ellos
judíos.
Más cerca de nuestros tiempos, ha habido judíos que se han
volcado al cristianismo por razones diferentes de las de sus hermanos apóstatas
del pasado. Con su transformación religiosa no buscaron ser aceptados por la
sociedad gentil, ni interiorizaron el discurso legendario de los antisemitas
para convertirse en uno de ellos, ni respondieron a una coyuntura negra con
agudas crisis de fe, ni pretendieron evangelizar con su ejemplo. Simplemente se
convirtieron y punto.
El cantante y compositor judío Bob Dylan, nacido como ROBERT
ALLEN ZIMMERMAN, se hizo cristiano en 1979, editó dos discos religiosos en los
que proclamaba la palabra de Dios y un par de años más tarde retornó al
judaísmo. Su derrotero sorprendió tanto a judíos como a gentiles. En 1965 había
dicho que “simplemente yo no tengo religión ni filosofía” y al año siguiente
dijo estar buscando “la salvación, apenas la simple salvación”. Trece años
después halló a Jesús y al cabo de dos años enfiló hacia Jabad Lubavitch. Sus
fans estaban desconcertados. Como dijera uno de ellos en 1979:
“Nada garantiza más desprecio en los círculos del rock´n´roll que
un hombre que se pone religioso. Quiero decir, les pagamos a estos tipos para
que visiten el infierno y nos traigan de vuelta diapositivas en colores y ahí
van y se resbalan hacia el cielo. Es una violación grave de contrato”.
En sentido contrario, el profesor de la
Universidad Hebrea de Jerusalém SERGIO MINERBI, quien también halló refugio en
un monasterio italiano durante el Holocausto, relató a este articulista años
atrás: “Los curas salvaron mi cuerpo, cuando quisieron salvar mi alma dejé el
lugar”. Abraham Foxman, quien fuera por décadas director nacional de la
Anti-Defamation League (ADL), durante los años de la guerra quedó al cuidado de
su niñera polaca católica, quien lo bautizó, llevó a orar a la iglesia y educó
como un católico. “Me acuerdo incluso que escupía a los judíos en la calle…
[Si] me hubiese quedado con mi niñera quizás hoy en día fuese un sacerdote o un
cardenal, quién sabe” dijo este año al diario español La Vanguardia.
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