¡Cómo me gustan
la Historia y la Biografía!
En alguna ocasión leímos la opinión de algún
crítico literario diciendo que Manuel era mejor poeta que su hermano Antonio,
considerado éste como uno de los grandes insignes poetas de su época; pero si
hoy Manuel se encuentra injustamente olvidado por quienes manejan las páginas
culturares de los distintos medios es porque no fue al exilio como Antonio
cuando éste marchó de España sin que ningún preboste de la República lo metiera
en su lujoso coche porque abandonó su Patria a pie, en compañía de su enferma madre,
como uno más de aquellos que como calzado sólo llevaban puestas unas viejas
alpargatas.«...Y le dejamos morir, entre todos, en
Collioure», dijo Luis Felipe Vivanco.
No es nuevo el que algunos sigan opinando que
Manuel está injustamente olvidado. «No se hace justicia a Manuel cuando se le
silencia del todo para aupar (por cierto, merecidamente) a su hermano Antonio.
El desbaratador factor político anda en ello». También, hace unos años, el
académico MANUEL FERNÁNDEZ ALMAGRO escribía, bajo el título Manuel
Machado, en la penumbra: «El primero en lamentar la
penumbra en que se pierde, a los ojos de las más recientes promociones, la
figura de Manuel Machado, sería su hermano Antonio, superior, sin duda, en
calidades poéticas y en preocupaciones intelectuales, pero no en tanto grado
que justifique la distancia creada entre una gloria de extraordinario y
justificado fulgor, y un olvido, o poco menos, inmerecido a todas luces». Así
es, Antonio dejó estampado en sus cuadernos que su hermano Manuel era el mejor
poeta modernista español. A este respecto, se cuenta que Luís Rosales dijo
durante una reunión en quien alguien soltó una frase despectiva para Manuel
contraponiéndolo a su hermano: «Poezía
ez ezto, y se puso a
recitar, durante un largísimo rato, versos de MANUEL MACHADO».
Asimismo, JULIO CRUZ Y HERMIDA, «médico
humanista» por su afición a las Humanidades, editó un libro titulado ENTREVISTA
A UN POETA EN EL OLVIDO: MANUEL MACHADO en el cual no pretende hacer
comparación alguna entre ambos hermanos sino más bien un canto a la calidad de
los dos. En unas declaraciones a la prensa, Cruz y Hermida viene a sostener de
alguna manera lo que apuntábamos al principio: «Si Manuel se hubiese ido al
exilio habría sido otro Antonio. Pero se quedó en España, aunque aquí, la
derecha, lo veía como el hermano de un hombre de izquierda. La derecha no lo
ensalzó en vida ni cuidó su memoria después de muerto»{5}. Pero dicen las malas lenguas que en una visita
que realizó a España Jorge Luis Borges, cuando alguien le habló de Antonio
Machado, aquél fingiendo extrañeza, contestó: «¡Ah!, pero ¿Manuel Machado tenía
un hermano?»{6}.
No obstante se puede decir que eran muy
diferentes. Antonio era introvertido, silencioso, con aspecto triste y su lira
monocorde, «era pozo, hondura, agua adensada en sombra»; Manuel era una persona
más divertida, «era gracia, impulso, fuente, surtidor. Subía al cielo, salía a
la calle rumorosa: subía, / bajaba, / charlaba,...», y se sumergía en la costumbre de su pueblo
porque era andaluz y más sevillano. La fidelidad a su Sevilla, que decía
Gerardo Diego.
Sevilla -aire de luz
y luz de aroma-
abre, en abril, como una flor radiante,
su corazón, sonoro y palpitante,
con un batir de alas de paloma.
abre, en abril, como una flor radiante,
su corazón, sonoro y palpitante,
con un batir de alas de paloma.
Por doquiera la
Giralda asoma
-alfil soberbio-, alerta y elegante,
señaladota del divino instante
en que a la tierra el cielo en brazos toma.
-alfil soberbio-, alerta y elegante,
señaladota del divino instante
en que a la tierra el cielo en brazos toma.
Para gozar el mágico
momento,
para morir un poco al cotidiano
pesar y realizar la maravilla
para morir un poco al cotidiano
pesar y realizar la maravilla
de suspender el
triste pensamiento,
tener es fuerza el lujo soberano
de una caseta en Feria de Sevilla.{8}
tener es fuerza el lujo soberano
de una caseta en Feria de Sevilla.{8}
Y EN SEVILLA NACIÓ MANUEL MACHADO en una casa
del barrio de la Magdalena el 29 de agosto de 1874, siendo sus padres Antonio
Machado Álvarez, y Ana Ruiz. Él era licenciado en Derecho, ejerciendo de
abogado, y catedrático auxiliar de Filosofía del Derecho. Fue secretario de la
Sociedad de Folklore Andaluza y con su nombre -también bajo el seudónimo
«Demófilo»-, abundan las colaboraciones sobre el folklore andaluz. Esto provocó
un enorme interés en sus hijos que después se vería reflejado en su poesía,
principalmente en la de Manuel. En éste influyó además su abuelo paterno,
Antonio Machado Núñez, hombre de gran cultura que había estudiado medicina,
farmacia, ciencias naturales y filosofía, llegando a ser catedrático en estas
dos últimas carreras.
En 1883 la familia Antonio Machado Núñez y
Antonio Machado Álvarez deciden instalarse en Madrid. El primero tiene ocasión
de pasar a la Universidad Central. Tiene buenas amistades y el ambiente
madrileño es mejor para sus actividades como también para la de su hijo. Manuel
y Antonio van a abandonar Sevilla. Les pica la curiosidad por lo desconocido.
«¿Cómo será la capital de España?», se preguntaban desde la inocencia de sus
pocos años.
En la calle Claudio Coello se instala la
familia. La casa es amplia, hay espacio de sobra, pero todos echan de menos el
patio andaluz lleno de tiestos floridos. El abuelo y el padre procuran infundir
optimismo a toda la familia, sobre todo a las mujeres que se muestran con
frecuencia con el ánimo decaído.
Ellos gozan de buenas amistades: Giner,
Cossío, Linares, Sela, Flores, «místicos de una educación nueva para las
juventudes y que constituyen el cuerpo de profesores de la Institución Libre de
Enseñanza», les manifiestan su afecto; y
precisamente en esa Institución Libre ingresan como alumnos Manuel y Antonio.
Los dos recordarán siempre la influencia de la Institución y de Giner de los
Ríos en muchos aspectos de su vida. En Día por día, Manuel escribió más tarde:
«Nadie ha hecho un surco más profundo, nadie sembró más fecunda semilla, nadie
dejó una estela más amplia y luminosa... Su obra y su alma viven siempre,
porque en su labor semidivina él supo formar los hombres para el mañana»{10}.
Cuando Manuel dejó la Institución, a los quince años, para ingresar en el
Instituto Cardenal Cisneros, ya había adquirido un sentimiento de la dignidad
en el trabajo y una gran cultura.
AMBOS HERMANOS leían todo lo que podían y un
día Manuel empieza a escribir cuando todavía era muy joven, así nos lo dice él
mismo: «De los doce a los quince años -¡qué edad!- era yo poeta, versificador
al menos, y encontraba una gran facilidad para la rima y el ritmo, sin tener
que contar las sílabas con los dedos como ocurría a muchos de mis
condiscípulos. Bien es verdad que había aprendido a leer en el Romancero y en
una colección del Teatro Clásico, a dos columnas, con viñetas al frente de cada
comedia. De aquí, sin duda, nos vino a mi hermano Antonio, y a mí la primitiva
afición al teatro, que quedó poco después interrumpida por nuestra decidida
dedicación a la lírica, en que toda colaboración es absolutamente imposible».
En 1893 muere su padre y es entonces cuando
la vida les empuja muy deprisa. Este mismo año comienza Manuel a colaborar en
una publicación llamada LA CARICATURA, pero mientras Antonio se queda
en Madrid y comienza a trabajar en la compañía de Fernando Díaz de Mendoza,
Manuel marcha a su Sevilla a licenciarse en Filosofía y Letras. Durante su
estancia en la capital hispalense empezó a considerar como admirables y
típicamente sevillanos los elegantes desfiles de caballos, las procesiones de
Semana Santa, las corridas de toros y los cantaores gitanos. Mientras
estudiaba, tuvo tiempo de seguir con alguna de sus colaboraciones literarias, y
también de enamorarse de una parienta suya, EULALIA CÁCERES SIERRA, con la que
llegaría a casarse años después. De regreso a Madrid, trabajo con su hermano en
el Diccionario que
dirigía el filólogo y académico Eduardo Benot, pero no durante mucho tiempo ya
que en marzo de 1899 se marcha a París y tres meses después lo haría Antonio.
Sin embargo, la marcha de ambos a la capital francesa no fue nunca una decisión
libre, sino que fue una necesidad de encontrar algún medio de vida y por eso
cruzaron la frontera. Los dos lo encontraron como traductores en la editorial
Garnier Frères. No era un porvenir demasiado brillante, pero el nuevo ambiente
les iba a servir de mucho en el futuro, sobre todo a Manuel.
Efectivamente, París, donde iba a residir a
lo largo de dos años, dejó en Manuel, como él mismo reconoció, una profunda
huella en su vida literaria. Tanto es así que alguno de sus biógrafos ha
escrito: «Su papel y capacidad como escritor, antes de esta experiencia, eran
de poco monta. Sus poemas primerizos, los publicados en La
Caricatura y otras
revistas literarias, y en Tristes y Alegres (1895) y Etcétera, colecciones conjuntas con
Enrique Paradas, están todos firmemente enraizados en la tradición de la prensa
burguesa de la década de los 90». Se había dejado notar, pues, el trato con
escritores, la concurrencia a las tertulias y las conversaciones con Paul Fort
y Henry Levey. Frecuenta también «los cafés donde las voces populares de
Rictus, You Lug, Vincent, Hyspas, Privas, Montoya, Boyer, entonan canciones
picantes, que son coreadas por el público y subrayadas con clamorosos
aplausos». Un día, ambos hermanos, se encuentran en París con Pío Baroja quien
frecuentaría con ellos restaurantes típicos y posiblemente acudan todos juntos
a una tertulia de españoles e hispanoamericanos. Manuel está a punto de
terminar Alma. Conocen a
Rubén Darío y éste lee los poemas de Manuel y Antonio: ¡Admirable!
¡Admirable!, exclamó el
poeta nicaragüense.
EL SIGLO XIX VA A DESPEDIRSE Y Manuel regresa
en diciembre de 1900 a Madrid; antes lo había hecho su hermano. El movimiento
literario iniciado el 98, cobraba esplendor y crecía en adeptos, y Manuel
Machado, tal vez, fue un hombre de la «generación del 98». «En ese egregio
grupo literario -escribe Laín Entralgo- tenía lo mejor de su corazón; y con esa
filiación se hallará su alma empadronada, para siempre, en la ciudad española
de los Campos Elíseos».
En la revista ELECTRA,que
no sobrevivió mucho tiempo y que fue reemplazada por otra publicación, titulada Juventud, aparecen varios poemas de los
escritos por Manuel en París, y ahora su autor puede leerlos en el libro que
pensaba publicar, y que tituló Alma.Cuando por fin aparece, muy a
principios de 1902, obtiene un enorme éxito, aunque hay quien ha escrito que
pasó desapercibida para algunos críticos, «pero esto era natural, puesto que Alma era obra de un modernista»{15}.
Sin embargo, «Miguel de Unamuno le ha dedicado un cálido artículo en las
columnas de Heraldo de Madrid, y otros escritores, cuya
autoridad es notoria, han proclamado el mérito y la originalidad del
cantor...».
A estas revistas suceden otras y en casi
todas ellas interviene Manuel. LA REVISTA IBÉRICA marca un hito, después vendría Helios. En 1906 publica el libroCaprichos con
dibujo en la portada que realiza su hermano José, más tarde publicó Museo y los Cantares. Pero
antes de la salida de estos libros, Manuel Machado pasó unos meses en París,
incluso viajó brevemente a Inglaterra y Bélgica, siguiendo sus colaboraciones
en las revistas a su vuelta a Madrid y en esta capital alterna con Rubén Darío
cuando éste se acerca a España y ambos comparten no sólo gustos literarios,
sino su actitud frente a la vida. En algún momento dicen que Manuel llegó a
pedir dinero a Darío y también un trabajo ocasional en la Embajada nicaragüense
donde el poeta era embajador. Su tragedia la deja reflejada en estos versos que
tituló Invierno y que
terminan así:
Y en esta ancestral
pobreza
española del vate...
La tragedia ridícula
de la bohemia... ¡El mártir
que es un pobre poeta de sus sueños
y de sus realidades!...
¡Y la doliente humillación de serlo!...
¡Y el buen gusto dudoso de quejarse!...
española del vate...
La tragedia ridícula
de la bohemia... ¡El mártir
que es un pobre poeta de sus sueños
y de sus realidades!...
¡Y la doliente humillación de serlo!...
¡Y el buen gusto dudoso de quejarse!...
Calla, viejo
organillo
incorregible... En balde
lanzas la melancolía sonata
conocida... ¡A otra parte!
incorregible... En balde
lanzas la melancolía sonata
conocida... ¡A otra parte!
EN 1909 SE MARCHA A BARCELONA, dicen que tras
una joven catalana. Conoce al político Alejandro Lerroux y al anarquista
Francisco Ferrer; pero al cuarto día de su estancia la capital es una hoguera.
Arde por los cuatro costados y Manuel Machado, en un barco, se marcha al sur de
Francia y después sobre este viaje escribió: Es mi nave y va a partir / puesta en lo
ignoto la fe. / Sólo viajar es vivir. / No sé dónde voy a ir / e ignoro si
volveré... Al año
siguiente se casa, y le dice a Juan Ramón Jiménez: «Me casé, en efecto, hace
poco más de un año en Sevilla, con mi prima Eulalia, mi amor de niño, mi
primero y único amor verdadero. Lo demás no han sido más que escarceos más o
menos sensuales y correr del potro joven...»{18}. Este nuevo estado supuso para el poeta
un cambio radical en su vida: «Todo lo cambió de pronto la mano de una mujer,
llena de gracias y de gracia, que había sabido esperarme»{19}, dijo el propio poeta. Sin embargo,
desde el punto de vista económico los primeros años del matrimonio fueron
bastante precarios; aunque obtiene un gran éxito con la publicación de Cante
hondo ya que vendió un
millar de ejemplares a las veinticuatro horas de aparecer en las librerías. Le
seguirían El amor y la muerte (Capítulos de novela) y La
guerra literaria.
Los ingresos no eran suficientes para el
matrimonio y su madre que vivía con ellos, por esta razón decide presentarse a
las oposiciones de Archiveros y Bibliotecarios del Estado, que gana. Es
destinado a Santiago de Compostela como bibliotecario de la Universidad, aunque
logró al poco tiempo el traslado a Madrid donde trabajó en la Biblioteca
Nacional y pocos años después pasó a ocupar también la plaza de crítico titular
de El Liberal que,
una vez que obtuvo la excedencia en la Biblioteca, lo envió como corresponsal
al extranjero. Durante todo este tiempo trabajó como periodista su economía era
buena, vivía bien y era famoso. En estos años publicó CANCIONES
Y DEDICATORIAS; y en
Méjico aparece POEMAS DE ANTONIO Y MANUEL MACHADO.
Escribió también Sevilla
y otros poemas; Un año de teatro; DÍA POR DÍA DE CALENDARIO (Memorándum de la
vida española en 1918); Ars moriendi. Aparece
el tercer volumen de Cante hondo y el quinto de sus Obras completas. Funda en 1924 con
Ricardo Fuente, director de la Biblioteca Municipal, la Revista
de la Biblioteca, Archivo y Museo. Es
nombrado director de Investigaciones Históricas de la Biblioteca y, después,
del Museo Municipal; aunque más tarde volvería al periodismo colaborando en La
Libertad. Con Desdichas de la fortuna o Julianillo
Valcárcel se inicia la
serie de colaboraciones teatrales de los dos hermanos. Y el 8 de noviembre de
1929 cosechan ambos uno de sus mayores éxitos dramáticos estrenando La
Lola se va a los puertos, protagonizada por Lola Membrives para quien
fue escrita.
El día 27 de ese mismo mes se tributa en el
Hotel Ritz un homenaje a ambos hermanos con asistencia del general Primo de
Rivera que iba acompañado de su hijo José Antonio de 26 años de edad que
consideraba a Manuel como un gran poeta, pero también reconocía en Antonio una
voz profunda y ancha. Por otro lado, Julián Pemartín dice que la amistad de los
dos hermanos con José Antonio ya venía de antes. También cuenta que aunque el
fundador de Falange «no fue muchas veces por el colmado Las
Delicias, cuando iba gustaba de hablar con Antonio y le guardaba respeto
y admiración. Algunas veces -sigue contando Pemartín- íbamos a una taberna de
la calle de Toledo José Antonio, Manuel Machado, alguno otro y yo, a jugar al
mus. No sé si existirá ya esa taberna, no sé...». Años después el propio Manuel Machado
recordaría aquel día en el Hotel Ritz en un artículo que publicó en el ABC de Sevilla y que, entre otras
cosas, decía:
...Fue por estos
mismos días de noviembre de 1929, y fue una de las primeras, acaso la primera
vez, que -aparte sus alegatos forenses-, hablaba en público José. Se celebraba
un suceso artístico y la magnífica sala de fiestas del hotel Ritz, de Madrid,
estaba llena a rebosar de todas las aristocracias españolas: desde la de la
sangre hasta la del cante hondo. La cálida palabra del joven orador, impregnada
ya de un dulce misticismo y como de un aura de profecía, penetraba candente en
los espíritus y captaba, irresistible, no ya el difícil entusiasmo, la emoción
cordial y sincera de aquel selecto auditorio. Cuando José Antonio descendió del
estrado, entre ovaciones delirantes, don Miguel Primo de Rivera se acercó a su hijo.
Y, al abrazarse aquellos dos hombres -muy hombres- , había también lágrimas en
sus ojos.
HE RECORDADO ESTE
ACONTECIMIENTO -como contribución al homenaje rendido hoy a José Antonio-
principalmente porque allí, en sus palabras, estaba ya a mi juicio, el primer
eslabón de la "recia cadena intelectual que forjara el genio prodigioso y
la capacidad 'poética' de José Antonio, según la admirable frase -y exacta- de
Raimundo Fernández-Cuesta. Fue aquél su primer discurso un arrebatado
panegírico de la Poesía como norma cardinal de la Vida. Conocía de sobra José
Antonio toda la noble y benéfica influencia que es el mundo y en la misma
naturaleza ejercen el número y la rima cuál es prestigio irresistible de la
música. Y hubiera sido, de proponérselo, un admirable poeta del verso, un gran
lírico. Pero él sabía también que en su más alto concepto la palabra
"Poesía" significa "hacer", "acción",
"creación". Y que en este sentido Dios mismo es el sumo Poeta, por
cuanto el Hacedor supremo.
Y a esta Poesía,
creadora y activa de signo positivo, fue a la que José Antonio se entregó
-cuerpo y alma- en una vida clara, toda belleza, desde el principio al fin y
que no conoció la fría vejez. En plena juventud le alcanzaron el martirio y al
sacrifico por su España idolatrada... Pero antes ya nos la había inundado de
"azul" y había dicho: «A los pueblos no los han movido nunca más que
los poetas, y ay de aquel que no sepa levantar, frente a la poesía que
destruye, la poesía que promete». Y esas palabras -que son todo José Antonio-,
se han de grabar, con oro, en la portada de la Nueva Historia de España.
LLEGADA LA SEGUNDA REPÚBLICA, LOS HERMANOS
MACHADO, a través de algunas entrevistas, prometieron apoyarla. Desde el punto
de vista profesional sólo estrenan, aunque escribirían más, La
Prima Fernanda, en el
Teatro Victoria el 24 de abril de 1931; y el 26 de marzo de 1932, en el Teatro
Español, La duquesa de Benamejí. El
motivo de haberse prodigado tan poco en el teatro fue debido, según algunos
expertos, a que los asuntos dramáticos adquirieron otro ritmo. Manuel, por
motivos políticos, se vio obligado a dimitir de La
Libertad. Una nota escueta
de su director, que relataba la historia de la colaboración de Machado en el
periódico, informó que ya no había espacio para aquellos «fieles como usted a
una orientación derechista que ha dejado de tener este periódico».
«SOY LIBERAL EN ARTE. Y ROMÁNTICO EN
POLÍTICA... Liberal y Romántico, dos grandes palabras que hoy suenan casi
totalmente a hueco. El mundo se debate hoy -lejos de toda libertad- entre dos
dictaduras: la capitalista y la colectivista, la burguesa y la proletaria,
entre el fascismo y el comunismo. Amabas son para mí igualmente detestables»,
escribió Manuel Machado en La Libertad el 28 de mayo de 1933.
CUANDO ESTALLA LA GUERRA CIVIL, Manuel
Machado y su mujer se encontraban en Burgos donde había ido a visitar a una
hermana monja de Eulalia. Ante la imposibilidad de retornar a Madrid se
instalan en una pensión «modesta, reducida, construida con tabiques de
pandereta», describe el propio Machado. Pero éste pensó que era una guerra
carlista más y así se lo comunicó a la periodista de la revista francesa Comoedia, Blanche Messis, mostrando
además su irritación por lo que estaba ocurriendo, algo que le costó después
unos días de cárcel por culpa del corresponsal del ABC en París, Mariano Daranas, que
leyó los comentarios del poeta y le atacó duramente por sus anteriores
simpatías socialistas y republicanas. Desde las páginas de El
Castellano de Burgos,
Machado se defiende y habla de su éxito bajo el régimen de Primo de Rivera y de
su dimisión de La Libertad, inclusive envía una extensa
carta al director de ABC de
Sevilla que termina con estas palabras:
Adrede he dejado
para el fin la, para mí más dolorosa de las inculpaciones de Daranas. Yo estoy
en Burgos desde el quince de julio -vine, como otros muchos años por esta fecha
a visitar en su día del Carmen a una hermana que tengo monja en las Esclavas
del Sagrado Corazón- y aquí me sorprendió la magnífica explosión de este
movimiento nacional, que va a salvar, que ha salvado ya, a nuestra Patria
adorada. Y desde el primer instante, no ya mi adhesión, mi entusiasmo más
ferviente lo acompaña.
Como Bibliotecario
Municipal de Madrid, me ofrecí al Ayuntamiento de Burgos para servirlo en
análogas labores.
Ofrecíme también al
Gabinete Diplomático de la Junta Nacional y, finalmente, a la Oficina de
Propaganda de Prensa, que dirige el gran periodista -y también colaborador de ABC- don Juan Pujol. Colaboro activamente
en la confección de un periódico tan genuinamente español y tradicional como El
Castellano y en el
semanario La Legión de los
Legionarios de España. Todo Burgos me conoce ya y estima como un devoto
ferviente de esta gran gesta, de esta nueva reconquista de España, que me ha
inspirado, además, si no los mejores, los versos más sentidos que he escrito en
mi vida.
Sólo me ha faltado
acudir al frente con un fusil, y puede creer Daranas que si la edad me lo
permitiera, no hubiera dejado de hacerlo.
¡Viva España! ¡Viva
España! ¡Viva siempre España!
De usted atento
amigo y colaborador que estrecha su mano,
Manuel Machado.
Una vez vueltas las aguas a su cauce, en la
capital castellana colabora en la Oficina de Prensa y Propaganda, y se
reincorpora al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos,
en la Comisión de Cultura de Burgos. Habla para Radio Nacional de España y
Radio Castilla de Burgos. Instalado de nuevo en Madrid, una ver terminada la
guerra, vuelve a su empleo de bibliotecario y es considerado como una de las
grandes figuras de la Literatura española. «Escribió algunos artículos, otros
le censuraron, en otros pudo pedir perdón y clemencia para los vencidos, se
reunió con algunos poetas en una tertulia a la que llamaron, bajo el lema
"El ocio atento", Musa Musae...». También, según
documento conservado en la Institución Fernán González, a principio de 1940 es
nombrado miembro del Consejo Asesor de Cultura de la Organización Juvenil de
FET-JONS.
Pero antes, una
mañana, a finales de febrero de 1939, recibe la noticia de que su hermano
Antonio acaba de morir en Francia. Manuel pide permiso para pasar al país
vecino con su mujer y se pone en marcha para llegar a París donde creía que
había muerto Antonio, pero en la frontera le dicen que el óbito ocurrió en la
localidad de Collioure. Cuando llega se encuentra con la amarga noticia de que
también su madre, Ana Ruiz, había fallecido tres días después que su hijo.
Manuel pasa dos días en Collioure sin apenas salir del cementerio y como ya
nada tenía que hacer en Francia regresa con su mujer a España.
Colabora en el libro colectivo Los
versos del combatiente y
en la CORONA DE SONETOS en honor de José Antonio, escribiendo en este último el
siguiente soneto:
José Antonio,
¡Maestro!...¿En qué lucero,
en qué sol, en qué estrella peregrina
montas la guardia? Cuando a la divina
bóveda miro, tu respuesta espero.
en qué sol, en qué estrella peregrina
montas la guardia? Cuando a la divina
bóveda miro, tu respuesta espero.
Toda belleza fue tu
vida clara:
sublime entendimiento, ánimo fuerte...
Y en pleno ardor triunfal, temprana muerte
porque la juventud no te faltará.
sublime entendimiento, ánimo fuerte...
Y en pleno ardor triunfal, temprana muerte
porque la juventud no te faltará.
Háblanos tú... De tu
perfecta gloria
hoy nos enturbia la lección el llanto;
mas ya el sagrado nimbo te acompaña
hoy nos enturbia la lección el llanto;
mas ya el sagrado nimbo te acompaña
y en la portada de
su nueva historia
la Patria inscribe ya tu nombre santo...
¡José Antonio! ¡Presente! ¡Arriba España!
la Patria inscribe ya tu nombre santo...
¡José Antonio! ¡Presente! ¡Arriba España!
Por estos años publica HORAS
DE ORO Y CADENCIAS
DE CADENCIA. Escribe
algunos artículos, entre otros, en el semanario El
Español fundado por el
consista Juan Aparicio. En esta misma publicación también aparecen artículos
dedicados al propio Manuel Machado, ejemplo: Cuando los poetas hablan de Dios, de Florentina del Mar, y
también: El ángel de su poesía, de
Cayetano López-Trescastro. En 1946 firma un contrato para colaborar con un
máximo de cuatro artículos al mes con la Delegación Nacional de Prensa. Por
otra parte, escribió una serie de trabajos que tituló Cualquier
día en Sevilla, y otros
dos libros ambos con el título Intenciones.Estrena en 1944, en
Zaragoza, El Pilar de la Victoria, poema
lírico-religioso en dos actos en los que el poeta pretendía combinar el
sentimiento religioso con los sentimientos nacionales del momento; para el
propio poeta la obra era por su combinación de lo religioso y lo folklórico,
una verdadera cifra de hispanidad.
Los poetas integrantes de la generación del
36 y que me permanecieron en España, seguirán tendencias ideológicas a la de
Manuel Machado. No sorprende que éste considerara excelentes poetas a Dionisio
Ridruejo, Luis Rosales, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco José María Alfaro,
ni tampoco que en los preliminares de Poesía (Opera omnia lyrica) (1940 y 1942) se
imprimieran, junto con textos en prosa de Pedro Laín Entralgo, composiciones
poéticas laudatorias firmadas por algunos de ellos. En este contexto de
compenetración intergeneracional hay que situar las colaboraciones de Machado
en la revista Escorial.
A PRINCIPIOS DEL MES DE ENERO DE 1947 el
poeta, de regreso de un entierro, se siente enfermo y al llegar a su casa se
mete en la cama. Los médicos le diagnostican una bronconeumonía que no logran
vencer. Se confiesa con su director espiritual el jesuita Padre Cavestany y
cuando sus compañeros de la Real Academia Española celebran su comida anual, el
domingo 19 de enero, les llega la noticia de que Machado ha muerto. Según
Gerardo Diego, Eulalia, por cortesía hacia los académicos, congregados con
ánimo festivo, retrasó la difusión de la noticia hasta después del banquete. Ya
entonces su Ángel de la guarda le había dado su mano. Así lo dice el propio
poeta:
Cuando me dé la mano
el Ángel de mi guarda
para ir a esa región que a todos nos aguarda
sobre la eterna música me hallará adormecido
y yo abriré mis ojos a un mundo conocido
para ir a esa región que a todos nos aguarda
sobre la eterna música me hallará adormecido
y yo abriré mis ojos a un mundo conocido
Después, de la pluma de José García Nieto
saldrían estas palabras a él dedicadas: «...Cuando muere un poeta tendrían los
ángeles que hacer sonar infinidad de campanas alrededor de su tendido cuerpo.
Pero la música de la muerte es sólo silencio, el hondo silencio de esta hora que
hacía más precisos e irreverentes mis pasos...».
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