Sólo a quienes el deporte blanco le
interesa
Publicado por Guillermo Ortiz
Aparte,
KIMMAGE escribió, nada más retirarse, un libro llamado ROUGH RIDE, que se
puede considerar el pionero a la hora de hablar desde dentro de asuntos de
dopaje. No era gran cosa. Visto veinticinco años después, es difícil comprender
cómo pudo causar tanto escándalo en su momento. Por supuesto, se habla de
anfetaminas, de cocaína, de dopaje de primera y de segunda… Pero al lado del
libro de Tyler Hamilton, por
ejemplo, aquello se queda en nada.
En
ocasiones Kimmage exagera, es poco riguroso. Él parte de la premisa de que el
éxito en el deporte profesional solo se puede conseguir recurriendo a
sustancias prohibidas y siguiendo su lógica prácticamente todo el mundo es culpable
o cuando menos encubridor. Es una mentalidad peligrosa, por supuesto. Yo mismo
estoy dispuesto a admitir que la gran mayoría de mis ídolos se han dopado o se
dopan, pero tengo cuidado de reconocer que no sé exactamente quién sí y quién
no, que no es poca cosa.
Sin
embargo, su temeridad le convierte en una buena punta de lanza para quienes
quieran seguir investigando más tarde. Por ejemplo, aprovechando el positivo de MARIA
SHARAPOVA —curiosamente anunciado por la tenista antes que
por el órgano sancionador— Kimmage ha aprovechado para rescatar en el diario irlandésThe Independent una conversación que tuvo
con ANDRE AGASSI con motivo de la promoción de su autobiografía Open, esa
en la que confiesa que dio positivo por cristal, que efectivamente lo había
consumido poco antes de una competición y que la ATP no solo decidió no
sancionarle al entender que no lo había hecho para aumentar su rendimiento,
sino que decidió ocultar el caso hasta que el propio Agassi lo hiciera público.
Es
una entrevista fascinante, porque Agassi tuvo el valor de escribir lo que
ninguna estrella escribiría sobre sí mismo y Kimmage está dispuesto a cualquier
cosa menos a dejarlo ahí y darle una palmadita en la espalda. En cuanto al uso
«recreativo» de determinadas drogas, el periodista lo deja claro: «Yo he tomado
anfetaminas para competir y créeme que mi rendimiento mejoraba mucho». Agassi
esquiva esa bola con un razonamiento algo débil, que vendría a decir: «En el
tenis, un deporte de resistencia, pero también de concentración, este tipo de
drogas acaban perjudicando tu juego mucho más que beneficiándolo». Es una
excusa que en fútbol también se utiliza a menudo.
La
cosa no queda ahí: Kimmage no tiene problemas en preguntarle por su relación
con el preparador físico de Las Vegas, GIL REYES, y por el
tratamiento físico al que se sometió a partir de su crisis de 1997. ¿Seguro que
no hubo dopaje? ¿Recurres a «los mejores médicos y los mejores tratamientos» y
ninguno te recomienda EPO o autotransfusiones o nada de lo que se está haciendo
en otros deportes? La respuesta de Agassi, por supuesto, es no, y para un
ciclista es difícil de creer, claro… Pero puede ser verdad, al menos en el caso
de Agassi, concedámosle el beneficio de la duda.
Y
es que el problema en el deporte profesional, y desde luego en el tenis, es
precisamente la duda. El hecho de que nadie haga nada por atender los
rumores, investigar en serio y separar la paja del trigo. Algo parecido a lo
que tampoco está sucediendo con los casos de amaños de partidos.
EL
ARTÍCULO DE KIMMAGE, dentro de su teatralidad habitual pero probablemente
necesaria, se titula «El tenis podría darle lecciones de omertà a la mafia», y
en buena parte tiene razón: nadie sabe nada, nadie ha visto nada, de vez en
cuando algunos piden más controles y otros dicen que ya está bien, que así es
imposible poder concentrarse en los entrenamientos.
Y,
sin embargo, el sentido común, y determinados hechos, nos invitan a pensar que
algo hay aunque no sepamos el qué.
Ese «dar
palos de ciego» es lo que ha llevado a la exministra de deporte francesa, ROSELYNE
BACHELOT, a cometer un error imperdonable, acusando sin pruebas
al tenista español Rafa Nadal. Les aviso
de antemano de que yo soy muy poco patriotero y que, insisto, observo la
limpieza del deporte profesional en todos los sentidos desde una tremenda
suspicacia. Por supuesto, ya había oído las declaraciones de Yannick
Noah en 2011,
cuando su hijo perdió el Eurobasket contra Gasol y compañía, había leído las de Köllerer y sobre todo la famosa entrevista con Christophe
Rochus en la que
decía claramente que la lesión de Nadal de 2012 había sido una sanción
encubierta.
Ahora
bien, aquello no dejaba de ser un rumor sin base alguna. ¿La ATP «recomienda» a
jugadores que se retiren unos meses de la competición mientras se estudia un
caso suyo de posible dopaje? Sí, lo hace, incluso con jugadores top y lo
comprobaremos más tarde cuando afrontemos el «CASO CILIC» en Wimbledon 2013.
¿Quiere decir eso que cualquier lesión, especialmente cualquier lesión larga,
es tapadera de un caso de dopaje? Eso es ridículo. En ese caso, Juan
Martín del Potro debe
de ser el deportista más dopado del mundo, porque lleva cinco años sin levantar
cabeza. Y así, tantos ejemplos que vienen a la memoria.
El
problema es, ya digo, el silencio. Este modo de actuar que hace que cualquiera
esté al amparo de los «rumores» sin más información que el «quelqu´un m´a dit»,
por decirlo a la francesa. Nadal va a querellarse contra Bachelot, o así lo ha
manifestado públicamente en Indian Wells, y hace bien: así podremos saber en
sede judicial de dónde salen esas insinuaciones y qué base tienen si es que
tienen alguna.
Otra
cosa es seguir negando la mayor: en una entrevista publicada en estas mismas
páginas, Toni Nadal, tío y
entrenador de Rafa, se mostraba convencido de que en el tenis apenas había
dopaje, y comparaba su deporte con el ciclismo, donde los casos abundaban. Eso
fue un golpe bajo innecesario. Si en el ciclismo se destapan constantemente
casos de dopaje es porque se lo toman en serio. Sí, a la fuerza ahorcan, pero
no se puede negar que es el deporte con mayor vigilancia sobre sus
profesionales, tanto por parte de las autoridades como de la prensa.
Al
TENIS, en cambio, lo controlan pocos, y parece muy complicado que, compartiendo
en ocasiones incluso los mismos médicos y sabiendo que las sustancias están
ahí, a menudo indetectables, absolutamente nadie las utilice. Cuando Kimmage le
pregunta eso a Agassi en la citada entrevista, Agassi se limita a apelar al
honor: «Nunca se me ocurriría porque aunque no me pillaran sería hacer trampas».
Eso lo hemos oído demasiadas veces en demasiadas bocas corruptas, así que mejor
vayamos a los datos, a la lógica. Si hay una sustancia nueva, mejora tu
rendimiento, es indetectable en un control antidopaje o directamente no está en
la lista porque las autoridades ni la conocen, como es el caso del meldonio que
Maria Sharapova llevaba diez años tomando, es muy probable que alguien la tome.
Si son cinco, diez, cincuenta o cien, y cuáles son sus nombres y apellidos es
lo que no lo sabemos. Bueno es que se sepa cuanto antes y no nos basemos en
supuestos códigos de honor.
Porque
lo triste es que hay casos de sobra como para tomarse la cuestión en serio. Muy
en serio. Y siguen sin hacerlo. Solo las manos a la cabeza cuando algún caso se
confirma o la indignación —comprensible— cuando
se da un nombre al azar.
Mis problemas
con el tenis profesional vienen de lejos, pero se han incentivado en los
últimos años con la proliferación de casos digamos que extraños y que la prensa
ha dejado pasar de largo. Es un clásico de la industria del deporte: los
órganos reguladores a menudo son federaciones u organizaciones que se lucran
con la presencia de las grandes estrellas, con lo que serían los primeros perjudicados
en caso de que estas estrellas tuvieran que apartarse meses o años de la
competición. Lo mismo pasa con los periodistas. Los hay que se matan por
averiguar la verdad y los hay que, una vez han conseguido elevar a la categoría
de ídolo a alguien, probablemente haciéndose su amigo en el camino, tienen muy
complicado ponerse ahora a investigar lados oscuros.
Aparte,
no olvidemos: o tienes los cabos muy atados o te expones a una demanda
millonaria, como le pasó a DAVID WALSH CON LANCE ARMSTRONG. Tuvo que pagarla en
su momento por su libro L. A. Confidential y
a su vez el texano se la tuvo que devolver cuando admitió que todo lo que se
contaba en ese libro y que Walsh no había podido demostrar ante el juez era
verdad.
Vamos,
en cualquier caso, con algunas de estas situaciones anómalas y que cada uno las
juzgue como estime oportuno, más que nada para que nadie piense que todo esto
del dopaje en el tenis empezó en enero de 2016 cuando a Sharapova se le olvidó
leer su correspondencia —un
email, según ella; cinco, según la ITF y la AMA—sino que viene de bastante
atrás.
1)
En su autobiografía, Tyler Hamilton definía al doctor LUIS
GARCÍA DEL MORAL como
la clase de médico que entra en una habitación y antes de que te des cuenta
tienes una aguja puesta en el brazo. En la investigación posterior de la USADA
se señala a del Moral como pieza clave de la «mayor trama de dopaje de la
historia» y se le sanciona de por vida, sanción que ha hecho extensiva la AMA.
El propio Toni Nadal, en la citada entrevista con Jot Down, afirmaba
que Lance Armstrong era un tramposo y «que lo sabíamos todos».
Del
Moral era el médico de Armstrong, o lo fue en el período 1999-2003 al menos.
Bien, ¿qué hizo exactamente del Moral como encargado médico de la academia
TennisVal durante el período de 2006 a 2012?, ¿cuáles eran sus tratamientos
médicos?, ¿aparte de Sara Errani,
sorprendente finalista de Roland Garros que siempre dijo de él que «era el
mejor médico deportivo que conocía», qué otros jugadores colaboraron con él?,
¿hay investigaciones llevándose a cabo para verificar que esos jugadores no han
estado sometidos a tratamientos irregulares como sí lo estuvieron los clientes
ciclistas de del Moral?
2)
¿Cuál es exactamente la «ayuda sustancial» que dio WAYNE
ODESNIK a la ATP
y la ITF que justificó en su momento la reducción de su sanción de dos años a
uno? Hay que recordar que la sanción a Odesnik no era exactamente por dopaje
sino por tráfico de sustancias dopantes: el amigo se presentó en el Open de
Australia de 2010 con un cargamento de hormona del crecimiento que hacía
complicado pensar que se tratara de dosis para él solo. ¿Quiénes eran, pues,
sus clientes? ¿Es esa la información que dio a las autoridades y por la cual
logró competir de nuevo durante cinco años hasta que en marzo de 2015 diera de
nuevo positivo y fuera sancionado con quince años de inactividad? ¿Por qué el
jugador siempre ha negado haber colaborado con nadie y menos en ese sentido?
3)
Odesnik aparece también en los papeles de la investigación que la Agencia
Federal llevó a cabo en Miami y determinados gimnasios de Florida entre 2010 y
2014 con la intención de acabar con el tráfico de esteroides, anabolizantes,
hormona del crecimiento y otras sustancias dopantes relacionadas especialmente
con el béisbol. La investigación estuvo a punto de llevarse por delante la
carrera de ALEX RODRÍGUEZ, entre
otros, una de las más grandes estrellas de los New York Yankees y del deporte.
¿Sabía algo la ATP de lo que estaba pasando en Miami, del papel de Odesnik en
todo eso y por qué determinados deportistas trasladaron su lugar de
entrenamiento a esa ciudad con éxito inmediato?
4)
El torneo de Wimbledon de 2013 fue de los más raros que se recuerdan: de hecho,
fue el que más retiradas tuvo en toda la historia, al menos desde que existe la
Era Open (1968). A las pocas semanas, supimos que uno de los retirados por
lesión, MARIN CILIC, uno de
los cabezas de serie en el torneo, no estaba lesionado sino que se le había
recomendado apartarse por tener un asunto de dopaje pendiente desde el torneo
de Munich en abril. Cilic estuvo en el limbo jurídico durante dos meses más,
hasta que en septiembre de ese mismo año se decretó una sanción de nueve meses,
que después el TAS redujo a cuatro, permitiendo al croata volver antes al
circuito, recuperar puntos y un año después ganar el US Open. Ahora bien, la
duda sigue: ¿por qué permitió la organización de Wimbledon que Cilic
enmascarara su positivo con una supuesta lesión?
5)
El de Cilic no es el único caso de sanción encubierta que pasa por lesión
mientras vemos qué hacemos contigo. Ya hemos mencionado el caso de Agassi, y
aunque ahí puedo creer que su intención no era doparse para mejorar
rendimiento, desde luego es un indicio de cómo se toma la ATP la lucha contra
el dopaje, de manera casi tan seria como cuando Richard
Gasquet dio
positivo por cocaína y la excusa «es que besé a una chica que había esnifado
coca poco antes» se dio por buena. El caso se convirtió en una sucesión de
pruebas y contrapruebas y al final, el TAS consideró que no había indicios
suficientes para pensar que había tratado de mejorar su rendimiento. Gasquet
mencionó un supuesto estudio de ADN que confirmaba que su organismo estaba
limpio de cocaína: ahora bien, la cocaína de alguna manera tuvo que entrar en
su organismo por mucho que luego desapareciera.
Cuando
Kimmage pregunta a AGASSI por este caso, el estadounidense, con algunas
evasivas, viene a afirmar que a GASQUET se le dejó pasar ese positivo porque
estaba en un mal momento y lo mejor era ayudarle a salir adelante. Otro caso
menos conocido pero igual de escandaloso es el de Fernando
Romboli, jugador que dio positivo en verano de 2012, se retiró
de las canchas durante varios meses y solo en mayo de 2013, la ATP informó de
que esa retirada se debía a una sanción por dopaje (furosemida) que el jugador
había aceptado voluntariamente mientras se incoaba el expediente. Como la
sanción era de ocho meses y medio, se le consideraba ya apto para competir de
nuevo.
6) VIKTOR
TROICKI, jugador irregular pero que llegó a estar en el Top 20
y fue campeón de la Copa Davis con Serbia junto a Novak
Djokovic, fue sancionado con dieciocho meses que luego se
redujeron también a un año por negarse a dar una muestra de sangre en un
control durante el torneo de Montecarlo en abril de 2013. Negarse a dar una muestra
de sangre es motivo de sanción según el Código Antidopaje de la AMA, pero el
propio Djokovic salió a defender a su amigo, como Nadal hiciera en su momento
con Gasquet.
El
problema de nuevo es que Troicki no es el primero en negarse a pasar un control
antidopaje: en octubre de 2011, la tenista SERENA WILLIAMS hizo algo parecido cuando unos
inspectores se plantaron en su casa. La reacción de la estadounidense fue
encerrarse en la llamada panic room y llamar a la policía, como si fueran
ladrones que venían a asaltarla. A lo que se ve, no debe de ser fácil
distinguir a un médico acreditado que hace su trabajo de un ladrón. Serena
Williams escapó sin sanción. ¿Por qué se tratan los dos casos de distinta
manera?, ¿a qué se debe el escaso número de análisis de sangre fuera de
competición cuando sabemos por otros deportes que los tramposos suelen utilizar
los períodos de entrenamiento para doparse más que las propias competiciones?,
¿es verdad, como dijo entonces Novak Djokovic, que el número uno del mundo llevaba
meses sin pasar un análisis de sangre fuera de competición?, ¿cuáles son los
criterios para estos análisis?
7)
Entre 2001 y 2005, hasta cinco tenistas argentinos —JUAN IGNACIO CHELA, GUILLERMO
CORIA, MARTÍN RODRÍGUEZ, MARIANO
PUERTA (dos
veces) y MARIANO HOOD— dieron
positivo, por estimulantes, nandrolona o esteroides, aunque sus sanciones,
excepto en el caso de Puerta por reincidencia, fueron testimoniales y en el
caso de Rodríguez no pasó de una multa. La tendencia a principios del siglo a
usar esteroides y derivados, como se puede ver en el caso Odesnik, parece fuera
de toda duda. No parece que la ITF ni la ATP se lo hayan tomado demasiado en
serio ni hayan establecido un posible patrón de dopaje colectivo. Después de
volver de su sanción, tanto Coria como Puerta fueron finalistas de Roland
Garros. De hecho, a este último le detectaron su segundo positivo en la final
de 2005 ante Rafa Nadal.
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