Si mentir en forma sistemática es parte de la buena política,
entonces yo padezco de una disfunción cerebral.
Y la Argentina tiene políticos iluminados.
Según una definición clásica la Filosofía “ es
el estudio de una variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como
la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, lamente y el lenguaje.”
Sobre esta base me reduzco a pensar que los filósofos
oficialistas, José Pablo Feinmann y Ricardo Forster, pertenecen al
selecto grupo de académicos cuyas opiniones van dirigidas a mentes
maltratadas o sorderas crónicas, de otra manera no se puede percibir la
realidad de una forma tan perversa.
En un país donde los políticos cambian de anden más rápido que
un subte; donde los jueces no saben para qué estudiaron; donde los policías no saben quienes son los ladrones
y donde están los honestos; donde los
economistas se confiesan de tanto falsear; donde los médicos hacen de las recetas un tour gratuito por el mundo;
donde los psiquiatras justifican la locura al estrés social; y donde los periodistas tergiversan la
realidad para conformar a los patrones; que Forster y Feinmann, se vayan de mambo, es normal
en una sociedad donde la ficción supera a la realidad.
Visión de la chavista argentina.
“Cristina K. padece una
especie de resentimiento de clase. Se avergüenza de su padre,
conductor de autobuses, hijo de emigrantes españoles. Lo llamaban El Colorado
Fernández, pero el vecindario le decía Co-Co por su tartamudez. Cristina evita
hablar de su familia. Su madre, Ofelia, quedó embarazada siendo novia de
Fernández. No se casaron hasta que la hija cumplió cinco años. Cristina se
enamora a los dieciséis años de un jugador de rugby. Y empieza a codearse con
un estrato social más alto. Termina la secundaria en un colegio privado. Pero
en su forma de hablar sigue teniendo la impronta del barrio humilde, a pesar de
los profesores de dicción.
Cuando está con la oligarquía, es simpática. Cuando la conocí, era una
Cuando está con la oligarquía, es simpática. Cuando la conocí, era una
abogada y diputada combativa. Una mujer valiente que
clamaba contra Menem y se ganaba a los periodistas invitándolos a su despacho,
donde podían fumar. Me pareció encantadora y moderna. No me percaté del
personaje.
Su gusto por el lujo está relacionado con ese complejo
que arrastra desde niña. Cuando viaja a Francia, las grandes tiendas le llevan
bolsos, joyas y ropa a la habitación del hotel. Le chiflan Louis Vuitton,
Hermès y Bulgari. Puede llevar encima cincuenta mil euros en alhajas. ‘No tengo
que vestirme como una pobre para ser una buena política’ se justifica. (Extracto aparecido en XL Semanal, cuya autora es Silvyina Walger.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario